Japón es un importante productor de ficciones, al menos en lo que al cine se refiere. Grandes cineastas japoneses, como Akira Kurosawa, Yasujiro Ozu o Masaki Kobayashi, han dejado bien claro el modo nipón de filmar historias, de mirar los eventos y darles cabida en la fantasía.
Sin embargo, es a los cineastas muy posteriores y de la generación de relevo contemporánea a quienes corresponde experimentar con géneros occidentales de la vanguardia del siglo XX, como el cyberpunk y la ciencia ficción, producto de ese curioso proceso de fusión que el país asiático vive con las influencias heredadas de sus tiempos de protectorado de EE.UU.
Un diálogo que se vive en ambos sentidos, ya que la cultura nipona ha invadido numerosos espacios del imaginario occidental, sobre todo a partir del final de los 80 con la oleada de caricaturas de Animé, que imprimieron su huella en nuestras generaciones jóvenes. Astroboy, Saint Seya, Dragon Ball, Samurai X…, hay miles de ejemplos.
Pero lo que muchos desconocen es el cine cyberpunk japonés. Una tendencia robusta, intensa e interesante con la que se puede establecer el primer contacto a partir de las cinco películas que hemos seleccionado como muestra.
El cyberpunk es un movimiento estético de cine, el cómic y la literatura cuya narrativa principal se centra en los problemas de un mundo posindustrial, a menudo distópico, controlado por enormes corporaciones que han perdido todo vestigio ético y manejan las naciones a su antojo.
Las mafias, las guerrillas de resistencia y la vida en el plano virtual son los modos de vida disponibles para quienes no desean sumarse a este modelo implacable de mundo, en donde la información y la tecnología valen más que la vida humana.
Uno de los elementos más llamativos de esta tendencia, que inició en los EE.UU. de los 80 con autores como William Gibson o Bruce Sterling y rápidamente se filtró hacia Hollywood, es su preocupación por los límites del cuerpo humano, contaminado por la tecnología a niveles insospechados.
Biomecanoides, hackers cerebrales y soldados cibernéticos protagonizan sus ficciones como individuos a quienes el límite entre lo artificial y lo natural dejó, cuando menos, de parecerles algo tan importante.
En ese sentido, el cyberpunk se adelantó a numerosas inquietudes contemporáneas y echó un vistazo pesadillesco al mundo por venir.
¿Pero cómo ha sido la visión japonesa de estos asuntos, tan adolorida en su momento por los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, tan obsesionada por los monstruos gigantes y los superhéroes de traje?
Analizamos cinco ejemplos diferentes que dejan clara la postura nipona…
Inspirada en el manga homónimo de Katsuhiro Otomo y luego rescrita junto con el autor como un guion independiente, este film animado es un clásico de conocimiento obligatorio para cualquier fanático del género.
Todo el ambiente oscuro, opresivo y de incertidumbre con que el hombre asociaba el cambio de siglo se encuentra aquí perfectamente representado, así como sus temores respecto al uso desmedido de la tecnología y a los poderes siniestros que ésta podría despertar dentro de nosotros.
Dos chicos de una banda de moteros, Testuo y Kaneda, serán los protagonistas de esta aventura hacia las entrañas del genoma humano, cuyo resultado será la segunda destrucción de Tokyo (de una neo-Tokyo, a decir verdad), en un revival de la bomba atómica que a pocos pasa inadvertido.
La producción de la película coincidió con el desarrollo del cómic, pues Otomo aceptó colaborar y permitir la versión fílmica, siempre y cuando el desarrollo creativo quedara en sus manos.
Y así fue, razón de que el manga y el animé tengan, por ejemplo, finales distintos. Otomo aún no había terminado su serie de entregas en dibujo cuando la película apareció.
Similar al caso anterior, Ghost in the Shell fue primero un exitoso manga y luego una película animada, a la que continuaron dos secuelas, una serie de TV y diversos proyectos más por el estilo.
Debe ser hoy una de las narraciones cyberpunk japonesas más conocidas y difundidas en occidente. Fue concebida inicialmente por Masamune Shirow y llevada al cine luego por Mamoru Oshii.
El planteamiento es uno de los más verosímiles del cyberpunk de la época: un mundo no demasiado distinto al actual en su esencia de funcionamiento político e industrial, dotado de unas potentes fuerzas del orden público operando en secreto para contrarrestar los numerosos casos de espionaje industrial y de atentado terrorista que, a través de una Internet omnipresente, se llevan a cabo a diario.
La mayor Motoko Kusanagi, agente de la “Sección 9” desde hace mucho, protagoniza este policial negro posindustrial, en medio de sus preocupaciones, muy al estilo de Blade Runner, sobre lo que queda de un ser humano como ella, que ha cambiado prácticamente todo su cuerpo por un remplazo cibernético.
La única razón, dice el personaje, de que ella misma se considere un ser humano, parece ser que los demás la traten de ese modo, y un supuesto “fantasma”, suerte de alma, que acompaña a la vida orgánica incluso en sus cuerpos metálicos.
Un thriller filosófico que sienta las bases de todo el género en poco más de dos horas.
Tokyo Gore Police cuestiona las consideraciones de la violencia a punto tal que la convierte casi en farsa, en parodia. Tal vez como lo hace Robert Rodríguez. Pero en el caso de este film de Yoshihiro Nishimura, la cordura y el cuerpo humano parecen estar puestos al límite, haciendo de ella una de las películas más sangrientas de toda la lista.
El cuerpo convertido en arma y sus implicaciones de cara a la sociedad, parecen ser las preocupaciones del relato, al que la protagonista impone un sello de cierta tradicionalidad, llevando su espada samurái como símbolo de los valores nacionales perdidos.
En un futuro hipertecnologizado y en caos, la policía de Tokyo ha sido privatizada y puesta a perseguir a un grupo de terroristas conocido como “Los ingenieros”. La particularidad de estos mutantes, es que sus cuerpos pueden convertir cualquier daño físico que se les inflija en un arma mortal: brazos cortados se convierten en navajas, heridas profundas en cañones, y así sucesivamente.
Entonces será el turno de Ruka, la más famosa cazadora de ingenieros, para sumarse a la lucha y descubrir de paso al asesino de su padre.
Una película divertida, sin duda, una vez que se logra pactar con las escenas tan grotescamente gráficas que contiene.
Dirigia por Noboru Iguchi, el mismo de la famosa Machine Girl (2008), Robo-Geisha es una apuesta cyberpunk que roza la parodia y con mucho sabor a Tarantino, todo ello sin abandonar el color local: referencias a los grandes monstruos invadiendo Japón, luchas de artes marciales y un humor muy particular que se afianza, de nuevo, en la violencia.
Lo interesante de Robogeisha, aparte del imaginario distópico en que un magnate poderoso forma un ejército de geishas cyborg como parte de sus planes malvados para dinamitar Japón, es su aproximación al cuerpo femenino, totalmente instrumentalizado, en este caso, como herramienta militar.
Muchos discursos sobre el feminismo y la explotación del cuerpo de la mujer en la sociedad industrial han sido necesarios para llegar a Yoshie, la protagonista, que utilizará justamente su cuerpo cibernético para luchar en contra Kageno, el millonario antagonista.
De modo que, si bien puede verse como una película violenta e insustancial, una mirada más atenta permitirá encontrar en Robogeisha muchas de las pesadillas del cyberpunk, pero retorcidas al modo único y espectacular de los creadores japoneses.
Cerramos la lista con este gran clásico del horror-cyberpunk japonés, dirigido por Shinya Tsukamoto en un cine de muy bajo presupuesto pero muy grandes ideas.
Influenciado por los norteamericanos David Lynch y David Cronenberg, este film marcó un hito en su época, abriendo camino para muchos de los que mencionábamos anteriormente y para sus dos secuelas: Tetsuo II: Cuerpo de martillo (1992) y Tetsuo: El hombre bala (2009).
Esta pesadilla surreal y tecno-fetichista, con altísimo contenido explícito, narra la paulatina transformación de un hombre en un “iron man” (que nada tiene que ver con el superhéroe): un monstruo mecánico, especie de robot viviente.
Sólo así, acompañado por el espíritu mecánico de un chamán metálico que hace las veces de antagonista, descubrirá el “Nuevo mundo” que aguarda en el futuro, después de deshacerse de sus restos de humanidad.
Posiblemente uno de las películas más difíciles de digerir y también más interesantes de la lista.
Son muchos los films que integran hoy día esta variante nipona del género, pero estos cinco ejemplos aportan una visión bastante completa, ideal para tomar contacto con el cyberpunk.
Violencia, pesadillas industriales y dudas sobre la diferencia entre natural y artificial se encuentran contenidas en estos relatos, así como un elemento único, local, de la tradición japonesa.
Hacer un visionado de cada una de ellas será una experiencia intensa, pero, sin duda, enriquecedora para cualquier cinéfilo o amante del género.