La historia está cargada de hechos y castigos tan crueles que hoy hacen que cualquiera se estremezca. Una práctica en particular, que en inglés lleva por nombre “gibbeting”, resultaba tan angustiante que incluso quienes lo presenciaban quedaban traumatizados.
Esta horrenda condena consistía en confinar a los criminales en reducidas jaulas con forma de cuerpo humano, donde los acusados apenas podían moverse.
En algunas ocasiones, la persona era colgada en la horca antes de introducir su cuerpo inerte en la jaula. Otras veces, el condenado moría dentro de la jaula producto del hambre, del calor, de las atrofias musculares o de otras inclemencias.
De cualquier forma, la jaula permanecía expuesta al público durante décadas. Todos eran testigos de cómo el cuerpo iba descomponiéndose, y cómo los bichos lo atacaban hasta dejar solo un esqueleto.
Gibbeting: los castigados
Este sádico castigo no se infligía a todos los criminales por igual.
La práctica se empezó a realizar en la Edad Moderna en Inglaterra, alrededor del año 1740, y era una forma de dejar claro lo que les sucedería a las personas si no se respetaban las leyes. En otras palabras, los condenados eran usados públicamente después de su muerte como una advertencia.
Sin embargo, fueron muy pocos quienes sufrieron esta penalización.
En primer lugar, este tipo de condena solo se aplicaba a hombres. Las mujeres resultaban muy interesantes para ser estudiadas por los médicos de la época, por lo que sus cuerpos eran disecados con fines científicos.
En la mayor parte de los casos, los hombres también eran disecados con el mismo propósito, por lo que la práctica de este castigo no fue tan frecuente como algunas crónicas recientes afirman.
Era un hecho tan raro, que los herreros tenían que diseñar jaulas diferentes cada vez, pues no había un patrón establecido a seguir. Algunas jaulas eran holgadas, mientras otras se adaptaban al cuerpo e incluso contaban con un espacio para la nariz.
Gibbeting: los espectadores
Las masas se reunían a ver la ejecución en un lugar público, pero pocos disfrutaban de lo que pasaba después.
Era especialmente desagradable para aquellos vecinos que vivían cerca del lugar de ejecución. Debían mantener las ventanas cerradas para evitar que el olor del cuerpo en descomposición invadiera sus hogares.
Las jaulas eran colocadas de forma que no pudieran retirarse por los vecinos, ya fuera debido a la gran altura que las separaba del suelo, o a los clavos usados en la fijación.
Para 1832, el castigo ya no era común ni estaba bien visto, pero, aún así, dos hombres fueron nuevamente condenados a él. Como consecuencia, la población se enfadó.
El primer cuerpo fue retirado por amigos del condenado pocos días después de haber sido colgado. El segundo cuerpo lo descolgaron los propios oficiales, después de ver el descontento de las personas, que habían bloqueado por completo las carreteras en protesta.
Nunca se volvió a practicar gibbeting a nadie y fue prohibido de manera oficial dos años después de este acontecimiento.
Hay ejemplos famosos de mujeres condenadas a ese castigo. ¿Cómo que a las mujeres no se las sometía a eso porque «resultaban muy interesantes para ser estudiadas por los médicos con fines científicos»? Pero, siquiera, ¿qué significa eso? No solo es información muy mal cotejada y falsa, si no que además carece de sentido lógico… Y encima, cómo si la anatomía masculina no hubiera sido el centro neurálgico del interés científico y la fuente de la inmensa mayoría de estudios en aquellas épocas…