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Un árbol, una historia. El Tejo de Salas, mágico testigo de la expansión cristiana

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Los árboles han sido observadores silenciosos de la historia, y podrían contarnos con todo lujo de detalles los sucesos que nos han llevado hasta nuestros días. Hoy hablamos del Tejo de Salas y del contexto histórico del que fue testigo…

Teniendo en cuenta que los seres humanos vivimos, aproximadamente, unos 80 años, y que a esos seres humanos que tienen la gran suerte de llegar se les considera sabios por todos aquellos conocimientos y vivencias adquiridas, ¿cómo podríamos considerar a unos árboles que llevan viviendo siglos?

Sin lugar a duda, la palabra “sabios” se les queda pequeña. “Eruditos” podría ser un adjetivo que se acercase, después de todos los tiempos cronológicos que han superado y de todas las generaciones de pobladores y culturas que han logrado analizar desde la altura (quizás, esa condición es la que ha inspirado siempre a nuestros mayores o asesores a aconsejarnos afrontar los problemas desde una perspectiva de altura).

La pena de todo esto es que nuestros lenguajes son muy diferentes y jamás lograremos intercambiar todo el volumen de información acumulada en siglos de vivencias, por lo que solo nos queda leer la historia local y general, escrita por nuestra especie para averiguar las costumbres y sucesos de nuestros antepasados.

El Tejo de Salas, más de 1000 años de convivencia

Tronco del Tejo de Salas, Asturias
Tronco del Tejo de Salas, Asturias (Amigos del Texu)

Allá por el año 1000 d.C. comenzó la vida del tejo (taxus baccata), más concretamente, del Tejo de Salas, o “el Texu”, como es conocido en esas tierras asturianas.

Mientras los primeros brotes del árbol comenzaron a hacerse fuertes, García I, uno de los primeros reyes cristianos que comenzó el proceso de la llamada Reconquista (perdónese este término políticamente incorrecto), trasladó la capitalidad del Reino de Asturias desde Oviedo a León para dejar ver si intención de continuar la expansión hacia el sur.

Los primeros colonos asturleoneses habían nacido, y nuestro querido y duro tejo podría habernos contado en primicia y con más detalles este proceso histórico, pero su trabajo no pudo ser ese. En cambio, sirvió como materia prima para arcos de flechas, como base para fabricar un ungüento tóxico con el que impregnaban las flechas de combate, y como símbolo espiritual, al considerarse desde tiempos celtas un árbol mágico. Por ello, no es casual que el milenario “Texu” se encuentre, al igual que muchos otros de su especie, en una ermita al lado del cementerio de Salas.

Tan mágico es este árbol que el musgo que crece en su tronco se sigue recogiendo a día de hoy por tener propiedades medicinales.

Gran respeto se merece el Tejo de Salas, como el que se merecen los notables árboles de los que seguiremos hablando en próximas entregas.

Daniel Alonso es licenciado en Biología. Formación en Gestión Forestal y del Medio Natural. Autor del blog «Actores de Darwin», monitor y guía de la naturaleza. Twitter | Web

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