El caso Roswell es, al menos para una gran mayoría de entusiastas del fenómeno Ovni, la prueba evidente de que el gobierno de los Estados Unidos recuperó una nave de otro mundo en Roswell, Nuevo Méjico, en aquel lejano verano de 1947.
Mucho ha llovido desde entonces. Lo único cierto es que aquellas aguas pasadas siguen moviendo el molino del misterio ufológico más famoso del planeta. Un enigma que, tal vez, haya sido desvelado al fin.
Los hechos
William Woody, un conductor que trabajaba en la compañía local de transportes de Roswell, todavía recuerda vivamente aquellas extrañas luces que le sorprendieron en la amanecida del 4 de julio de 1947.
Sin pensarlo mucho, condujo en dirección norte tratando de descubrir el origen de la luz. Poco tiempo después, se topó en la autopista con personal militar que tenía bloqueadas todas las carreteras. Al parecer, también ellos estaban investigando el incidente. América, después de todo, vivía entonces una ola de extraños avistamientos en el cielo; discos voladores que aparecían de la nada en la madrugada.
En el Rancho Foster, situado a unos 120 kilómetros de Roswell, William Brazel, uno de los trabajadores, encontró los restos de una nave estrellada el 7 de julio. Sus ovejas, sorprendentemente, se negaban a acercarse y mostraban un gran nerviosismo.
Sin pensarlo mucho, William recogió muestras de la nave y se las enseñó a Loretta Proctor. La mujer, tras inspeccionar el material, afirmó que se trataba de una nave de otro mundo, y que debería informar a las autoridades. Brazel fue entonces a Roswell para alertar al Sheriff George Wilcox. Éste, a su vez, comunicó el hallazgo del Ovni a las autoridades de la base aérea de los Estados Unidos en Roswell.
Poco antes de que llegaran los agentes de la base, la prensa ya se había hecho eco del incidente. El Roswell Daily Record publicaba que el misterioso aparato poseía caucho de color gris esparcido, gran cantidad de papel de plata, cintas adhesivas con diseños florales y varillas de madera. Pero no contaba por ningún lado con metal alguno que hubiese podido ser usado como motor.
Uno de esos agentes, Jesse Marcel, llegó a la conclusión de que aquel aparato siniestrado era, indefectiblemente, de otro mundo. Incluso se llevó a casa parte del material recogido en el rancho. Estaba muy excitado y no dudó en enseñárselo a su mujer e hijos en la mesa de la cocina familiar como todavía recuerda Jesse Marcel Junior:
“Era un material muy ligero y tenía extrañas letras. Nunca he visto en mi vida nada parecido”.
Los bomberos locales también accedieron a los restos de la nave. Frankie Rowe, hija de uno de esos bomberos, continúa afirmando que el material era como agua y no parecía de este mundo.
El 8 de julio, Walter Haut, encargado de prensa del grupo de bombarderos 509, emitió un alucinante comunicado de prensa:
“Un platillo volante se ha estrellado en un rancho cercano a Roswell durante una fuerte tormenta”.
Unas horas más tarde se celebró una rueda de prensa en la que se cambió la versión por completo. No era un Ovni sino un globo aerostático.
El propio Jesse Marcel posaba, y en compañía de su superior, junto a los supuestos restos encontrados en el rancho Foster.
Su hijo, muchos años después, afirmó que su padre fue obligado a participar en el montaje que desmentía la recuperación de la nave procedente del espacio exterior. Además, asegura hoy que el material que le enseñó su padre aquel día en la cocina no tenía nada que ver con el que mostraba sonriente a los medios de comunicación.
El gobierno de los Estados Unidos empezaba una operación encubierta para desmentir el incidente.
Cover up
Frank Joyce, locutor de radio en KGFL y el primero en anunciar el incidente Roswell en las ondas, recibió una llamada amenazadora desde el Pentágono. George Jud Robert, dueño de la emisora, también sufrió amenazas por haber publicado la noticia. El mensaje era claro y diáfano; si seguían esa línea de investigación le cerrarían la emisora para siempre.
Los bomberos que examinaron los restos recogidos en el Rancho sufrieron en carne propia la intimidación del ejército. Es un hecho probado que el amedrentamiento funcionó. El incidente Roswell quedó, al menos para una gran parte de la opinión pública, como un vergonzoso error de identificación.
Por treinta años, el incidente se convirtió en un secreto oscuro hasta que Jesse Marcel decidió, en la década de los 70, dar una entrevista para la televisión. En ella, para sorpresa de muchos, reconoce que la operación encubierta para silenciar el caso Roswell era real.
El General de Brigada, Thomas DuBose, el militar de más rango que se haya pronunciado sobre el caso que también trabajaba en Fort Worth, reveló, en un vídeo grabado en 1991, que el complot era un hecho. La cuestión en este punto no es si hubo una conspiración de silencio sino por qué la hubo.
¿La verdad?
Frank Kauffman, miembro de un grupo de operaciones encubiertas del ejército norteamericano en Roswell, ofrece el siguiente testimonio:
“Aquella señal en el radar nos convenció de que algo había caído en la zona. Tal vez un misil o una nave. Fuimos a inspeccionar y nos encontramos un aparato. Uno de los tripulantes estaba fuera del mismo. Otro sobresalía por lo que parecía una ventanita. Encontramos a tres más dentro de la nave. Nos llevamos todo y llamamos a la Funeraria Ballard para ver si podían hacer algo para preservar los cuerpos encontrados en el siniestro”.
Glenn Dennis, dueño de la funeraria, siempre ha corroborado la historia de Kauffman, e incluso afirmó haber visto los cuerpos de «los pequeños extraterrestres». También desveló que los cuerpos desprendían un fuerte olor tóxico que no les dejaba respirar en el hangar 84.
Ruben Anaya, chófer de Joseph Montoya, ha confesado que, tras llevar al vicegobernador de Nuevo Méjico al hangar, éste los describió como seres muy pequeños con cabezas desproporcionadas. Uno de ellos, según la hija del Sheriff Wilcox, todavía estaba vivo y se le vio andar por el hangar. Los «extraterrestres» fueron mandados a la base aérea de San Andrews, en Washington.
Sin embargo, no hay ningún documento que pruebe lo que afirman los testigos. Ni siquiera la famosa grabación de la autopsia de los extraterrestres de Roswell de Ray Santilli resultó ser cierta. Un gran montaje que, según su creador, está basado en una grabación real que estaba en muy mal estado y por eso tuvo que recrearla.
Por todo ello, nos movemos en el campo de la especulación. Lo único claro es que un extraño artefacto se estrelló tras una tormenta en Nuevo Méjico en 1947 y, tal vez, al menos en este caso, la realidad supere a la ficción.
¿Teoría definitiva?
Annie Jacobsen, colaboradora de diferentes medios norteamericanos, y autora de libros como Operation Paperclip, dedica siete páginas de su libro Area 51 -las últimas- a desentrañar el misterio gracias a una fuente anónima.
Sin embargo, son legión los que dan verisimilitud a su versión que afirma que el Ovni de Roswell no venía de ningún planeta lejano, sino de la Unión Soviética. Y los hombres verdes eran, en verdad, niños que habían sufrido atroces experimentos por parte de científicos de Stalin para que pudieran parecer extraterrestres. Un plan concebido para provocar pánico en el pueblo estadounidense. Una forma de decirle a Truman que él podía tener la bomba atómica -en ese momento los soviéticos no contaban con ninguna- pero los soviéticos disponían de herramientas de guerra psicológica muy poderosas.
Según la versión de Jacobsen, igual que los americanos trajeron a diez mil científicos nazis para trabajar en los Estados Unidos -Werner Von Braun fue el que diseñó las bombas V2 para Hitler y el Apollo para Kennedy-, los rusos lograron captar a cientos de científicos que sirvieron antes bajo el dominio del III Reich. Uno de ellos fue el que inventó un objeto volador circular en la Alemania nazi. Ese mismo objeto fue lo que encontraron los norteamericanos en Roswell hace setenta y un años.
La fuente de Jacobsen es un ingeniero que participó en el Proyecto Manhattan. Una de sus misiones era la de resolver lo que llaman «wicked engeneering problems». Él y sus compañeros recibieron el encargo de resolver el enigma de la nave de Roswell.
La conclusión de que el Ovni era soviético también ha despertado los recelos de los escépticos. Al fin y al cabo, solo las fuentes de la autora de Area 51, a la que los militares suelen referirse como «The test facility» o «the site», han corroborado la historia. Además, los más de seis millones de documentos que podrían arrojar luz definitiva al asunto siguen sin ser desclasificados. Puede que «la verdad no esté ahí fuera» en esta ocasión sino en un archivo ruso. Y aquí estamos. Buscando…
Sergio Calle Llorens es licenciado en Filología Inglesa. Guionista y escritor de novela negra. Misterio en Maro, El Guardián del Cementerio y El Liberalismo Contado a los Jóvenes y no tan Jóvenes son sus últimos trabajos. Amante de los enigmas, el cine, la literatura, la criminología, la historia y el mediterráneo. | Twitter | Web