La época navideña es tiempo de disfrutar con la familia, de reencuentros y a veces, desencuentros. Un clásico de las controversias son los regalos para los niños, que si es mejor un juego educativo clásico o un buen libro que videojuegos.
La interactividad y “experiencia de usuario” que se vive con un videojuego compite con amplia ventaja sobre la lectura sosegada en un sillón. Si el niño puede elegir, sus preferencias van a estar mayoritariamente a favor del juego digital.
Paradójicamente, existen una serie de prejuicios entorno a los videojuegos que frenan a los padres e incluso les provoca cierta angustia cuando ven a sus hijos jugar “demasiado tiempo”.
Se suele decir que los videojuegos aíslan socialmente a los niños y adolescentes, que inciden negativamente en su capacidad de comunicación con los demás, etc.
Cualquier actividad realizada en exceso y sin un adecuado control puede acabar resultando tóxica, pero en las “dosis” adecuadas tienen amplios beneficios.
Hoy en día, los juegos digitales son, en su práctica totalidad, en línea, con lo que no solo estás jugando, sino que lo haces con otras personas, formas equipo, te organizas para alcanzar una meta conjunta, participas con personas que ni conoces, difuminándose muchos prejuicios por razón de origen, cultura o idioma.
Históricamente el juego ha tenido una importancia crucial en el proceso de aprendizaje humano, ya vimos en un artículo anterior cómo el cerebro construye la memoria y organiza las respuestas a las diferentes situaciones, constituyendo la base de la conducta personal y social.
El juego viene a ser como un “simulador de vuelo”, un ejercicio práctico sin los riesgos de la experiencia “real”. Es una de las formas más eficaces de aprender una nueva habilidad.
¿Significa eso que la transmisión escrita está obsoleta como método de aprendizaje? Como sistema hegemónico, sí.
La transmisión escrita implica que la persona que emite el conocimiento debe hacer un esfuerzo de simplificación y codificación simbólica (lenguaje) para hacerlo comprensible, una buena parte de la experiencia se pierde en ese proceso.
El lector, por su parte, debe hacer el esfuerzo contrario: descodificar las palabras e interpretar lo que quiere decir el autor, eso lo hace comparando el mensaje con la propia vivencia.
La experiencia del juego es inmersiva, no hay codificación-descodificación, es directa y tridimensional. Esta forma de aprender es mucho más “natural” y eficaz, teniendo en cuenta cómo funciona nuestro cerebro. Éste prioriza la rapidez a la calidad de la respuesta y ese es el riesgo de aprender exclusivamente jugando, no hay filtro, es demasiado directo y puede que estemos memorizando conductas erróneas.
Por el contrario, el aprendizaje reflexivo a partir de textos obliga a descodificar, interpretar y finalmente, asimilar el conocimiento de forma teórica o simbólica, hasta que llega la oportunidad de ponerlo en práctica y hacer las correcciones oportunas.
La conclusión es que no hay sistemas obsoletos, sino que cada uno tiene sus ventajas e inconvenientes y hay que aprender a combinarlos de forma inteligente.
Alex Acero es especialista en ventas, marketing, TIC, organización de empresas y consultor iKoaching (ikoaching.com). Híbrido de comercial y tecnófilo. Formado en ventas, marketing, programación informática, autómatas y algunas cosas más. Apasionado por comprender tanto el código de la comunicación persuasiva como el «pensamiento» de las máquinas. LinkedIn | Web