Yves Klein, artista francés de mediados del siglo XX, cuya obra rompió las reglas estéticas de su tiempo al apropiarse de Venus, un símbolo de la antigüedad clásica en Occidente. Con ello reafirmó la importancia del proceso creativo en el arte, y de la ciencia como su herramienta fundamental.
A lo largo del tiempo, Venus, diosa de la mitología romana que tiene su equivalente en Afrodita, ha sido retomada como tema por innumerables artistas de todo el mundo que han sabido expresar sus bien conocidos atributos:belleza, amor erótico, fertilidad.
Incluso, siguiendo la costumbre de la Antigüedad Clásica de representar a los mortales en la figura de dioses, el italiano Antonio Canova esculpió el cuerpo semidesnudo de Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón Bonaparte, como Venus Victoriosa.
Además, se ha llamado Venus paleolíticas a las figuras de dicha era confeccionadas en diferentes materiales,cuyas formas femeninas exageradas han sugerido a los arqueólogos y otros especialistas la idea de fertilidad.
Diosas, ídolos o amuletos,dichas piezas forman parte de las colecciones de prestigiosos museos alrededor del mundo, como el Museo del Louvre, en París, donde se encuentra la Venus de Milo, quizás la más conocida de todas.
Una escultura de Venus es sinónimo de historia y cultura, es arte; y aunque en principio parezca contradictorio, estas cualidades despertaron el interés del audaz artista francés Yves Klein,de mediados del siglo XX, cuyas obras respondían a su nueva noción de lo que él consideraba artístico.
Ser artista es algo más que pintar cuadros
En los años 50, Yves Klein formaba parte de las tendencias que, en diferentes lugares de Europa, proponían cambios radicales en el arte. Para él lo relevante era el propio artista como sujeto creador, por ello, en lugar de la obra acabada, importaba más el proceso de su creación.
Entre otros planteamientos de Klein está que el arte es inmaterial; no es algo físico que se percibe, pensaba, sino más bien una sensación, una impresión que se experimenta.También sostenía que un color puede ser pintura en sí mismo, y su tarea como artista era hacer que este impregnara la atmósfera.
A partir de esta convicción, creó sus famosos cuadros monocromos: esparcía el color puro sobre la tela para que expresara toda su energía.
Seleccionaba los colores y les daba algún significado: el rosa recordaba a la orden mística Rosacruz, por la que sentía gran interés; el dorado era la unión entre lo material y lo espiritual; además, usaba el pan de oro por su especial textura y porque el material ya representaba el color.
Klein es recordado por haber creado un especial azul ultramarino cuya fecha de invención registró y tituló International Klein Blue (IKB), o Azul Klein, como también se lo conoce en español.
Para Klein, el artista podía apropiarse directamente de elementos de su entorno físico y confrontarlos con la realidad del arte.Así, en lugar de pintar el fuego, incendiaba el lienzo. En vez de representar la lluvia, dejaba que el agua cayera directamente sobre el lienzo.
Con esta idea Klein creó las antropometrías: él dirigía el movimiento de unas modelos desnudas que se impregnaban el cuerpo con pintura azul para dejar su rastro sobre una gran tela. En la pintura no intervenía el artista, el mismo cuerpo de la modelo dejaba la impresión de su presencia sobre la tela.
La Venus
En un momento de su proceso creativo, Klein tomó reproducciones en escayola de famosas esculturas clásicas expuestas en museos para darles un nuevo significado. Así se apropió de la figura de Venus y la recubrió con una capa de su emblemático azul ultramar.
Su interés por lo inmaterial y por el color azul surgió cuando, siendo joven, se repartió el mundo con dos amigos, el músico Claude Pascal y el escultor Arman Fernández. Ellos dos escogieron la tierra y el aire; Klein se apropió del cielo de Niza, su ciudad natal, y lo firmó.
Pero el color azul que Klein necesitaba para sus obras debía tener las propiedades de irradiar su luminosidad, invadir la atmósfera y producir en el espectador esa especial sensación, esa experiencia con algo inmaterial que, en su opinión, era la razón de ser del arte.
En la búsqueda de esta cualidad específica del color, la ciencia jugó un papel importante en la obra de Klein.
Un lejano azul
El Azul Klein se refiere al pigmento conocido como azul ultramar. Su nombre deriva del latín medieval ultramarinus, es decir ʽde más allá del marʼ y se refiere a que era importado de Asia por vía marítima.
Fue utilizado desde tiempos antiguos hasta mediados del siglo XIX, y hoy se encuentra prácticamente en desuso. Es extraído de la piedra semipreciosa llamada lapislázuli, por su componente lazurita.
La química entre la Venus y el pintor
A Klein le interesaba que el azul ultramar tuviera un acabado de pigmento seco, pues así se potenciaba el brillo y la pureza del color que le interesaba.Su preocupación era producir sensaciones en el espectador, lo cual, según él, debía ser la finalidad del arte.
El método tradicional para obtener la pintura azul ultramar resultaba muy costoso, y en el mercado solo se conseguían óleos y acrílicos que no daban el efecto deseado. Por ello Klein buscó el apoyo de un grupo de químicos que trabajaban para la empresa farmacéutica francesa Rhône Poulenc.
Toda pintura se compone de un pigmento y el aglutinante, o la sustancia que le da consistencia. Y lo que hace especial el Azul Klein no tiene que ver con su pigmento, sino con el aglutinante.
Así se desarrolló una resina sintética derivada del petróleo que quedó registrada bajo el nombre de Rhodopas M o M60A.Al mezclar esta Rhodopas M con alcohol etílico y acetato de etilo, se forma el disolvente en que se suspende el pigmento seco azul ultramar sintético y se obtiene el Azul Klein.
Esta resina sintética permite que el color azul ultramarino conserve de la mejor manera su intensidad, o pureza; además de poseer la textura y el grano del pigmento seco que se observa en la figura de escayola de la Venus de Klein.
Klein llamó a su obra Venus de Alejandría, que es el nombre de las cincuenta ciudades fundadas por Alejandro Magno, de las cuales la más conocida se ubica al norte de Egipto, y es famosa por el faro de 134 m de alto y la biblioteca más grande del mundo, ambos construidos en el siglo III a.C.
La Venus de Klein es arte, pero no escultura ni pintura; es inmaterial: azul cuya luz intensa invade la atmósfera. Ello gracias al estudio de la composición y las propiedades de la materia y de las transformaciones que esta experimenta sin que se alteren los elementos que la forman: la química.
José Ignacio Herrera es diplomado en artes plásticas de L´École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs, en París. Se ha desempeñado en la gerencia cultural a cargo de los programas educativos y la dirección de instituciones como el Museo de Bellas Artes de Caracas, el Museo Alejandro Otero, el Museo de la Estampa y el Diseño Carlos Cruz-Diez y el Museo de Ciencias de Caracas. También ha sido curador de exposiciones con temas de arte y ciencia para la Fundación Telefónica-Venezuela. Actualmente trabaja para las ediciones de la Fundación Celarg, con temas de divulgación de cultura latinoamericana, y es profesor de francés en la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela.
Qué excelente artículo! Lo felicito. Me encantó.