Antiguamente, los acusados por cometer cualquier crimen o incumplir alguna ley eran juzgados según la justicia medieval. Con la creación de las audiencias provinciales en 1831, los acusados pasaron a tener derecho a un juicio oral con abogados defensores y ciertas garantías.
Según se empezaron a celebrar los primeros juicios orales, los periodistas fueron adquiriendo importancia y comenzaron a ocupar una serie de bancos reservados para que pudieran seguir y dar cobertura a los juicios, siendo sus crónicas muy seguidas tanto en la prensa local como en los diarios de las grandes ciudades.
Con el objetivo de conseguir más lectores, los periodistas inventaban y maquillaban la información y llegaron a tener gran poder sobre la opinión pública.
En los juicios mediáticos, la opinión pública se nutre de los medios de comunicación y tanto inocentes como culpables son juzgados por esa misma opinión pública mucho antes de que se conozca el veredicto.
El crimen ocurrido en Saifores, una pedanía de Banyeres (Bajo Penedés), fue uno de los primeros crímenes mediáticos de los que se encargó la audiencia de Tarragona (1885-1886) y no tiene nada que envidiar a las mejores historias de miedo conocidas hasta la fecha.
Un amor pasional truncado
En el pueblo de Masllorenç (Tarragona) vivía una joven alegre, vivaz y bonita de 16 años llamada María Calaf Garriga. A María le encantaba bailar y aprovechaba los sábados y festivos para bailar en el pueblo.
Ella andaba en amores con Raimon Obrador Bertrán, un apuesto joven de 24 años, vecino de Masllorenç, analfabeto, sin propiedades, ni más recursos que sus propias manos.
El padre de María no veía bien esta relación por lo que prohibió a Raimon bailar y festejar con su hija.
Una tía de María, casada en la masía Cal Cego en Saifores, vislumbro una idea para poner fin al conflicto familiar: casar a María con uno de sus cuñados.
Así pues, se acordó entre ambas familias el matrimonio entre la joven María, que ya contaba 17 años, y Salvador Ferrer, un hombre de 36, muy trabajador, serio y a quien no le gustaban ni la caza ni las fiestas, pero que había reunido un buen puñado de duros de plata.
El enlace se celebró en Masllorenç el 24 de octubre de 1885, posiblemente el marido se enamoró de su joven y bella esposa, tanto es así que le permitía ir con otras mujeres de Saifores a bailar al pueblo de Banyeres, todo un escándalo en la época.
El nuevo matrimonio vivía en la casa que se habían construido en los terrenos donados por el hermano de Salvador cerca de la masía familiar.
María se mostró buena esposa de cara a su marido y familia política, pero en su interior se gestaba el germen en contra de un marido apático que le había condenado a una vida aburrida y de duro trabajo.
Por otro lado Raimon continuó con su vida en Masllorenç, incluso bailando y acercándose a otra joven del pueblo. Todo parecía en calma hasta un día que María y su esposo asistieron a una boda en la que también estaba Raimon. Salvador, el marido de María, permitió que los dos jóvenes bailaran juntos, lo que propició que volvieran a saltar chispas entre ellos. Fue el comienzo del fin para todos.
Organizan un crimen por amor
Raimon bajaba del pueblo a ver a su amada a menudo. Eran unas dos horas y media de camino a pie, nada costoso en aquellos tiempos para gente pobre acostumbrada a largas caminatas. Entre visita y visita, su amor fue creciendo hasta el punto en que los dos jóvenes acordaron matar al marido de ella simulando un robo.
El día 26 de diciembre, festivo en Catalunya, María había acudido a la masía de su familia política, pero su marido, no dado a los festejos, decidió quedarse trabajando en la viña.
Ese mismo día Raimon se había encontrado con un buen amigo, Josep Colet Saperas, un buen joven de 22 años que vivía en una masía en otro municipio. Mediante algún engaño, convenció a Josep para que le acompañara a Saifores a visitar a María.
A la hora acordada, y simulando que quería comprobar si Salvador había regresado ya del campo, María fue al encuentro de su amante.
Raimon le pidió a su amigo que esperara detrás de la casa mientras él comprobaba la señal que la joven le había dejado para indicar que Salvador se encontraba dentro.
Raimon entró en la casa, saco una pistola de dos cañones y, mientras María alumbraba con un candil, disparó un primer tiro que apenas hirió levemente al pobre hombre. Raimon disparó por segunda vez, penetrando la bala en el cerebro de Salvador dejándole aún vivo, pero mal herido.
Al no tener más proyectiles, Raimon golpeó la cabeza del marido fuertemente con la culata del arma, pero Salvador seguía vivo. De repente, la pólvora incendió las sabanas quemando la cabeza y los brazos de la víctima. Asustados, al ver que la víctima se resistía a morir, los amantes bajaron corriendo las escaleras y salieron de la casa.
Nadie oyó los disparos, solo Josep, que permanecía detrás de la casa sin saber qué estaba pasado. Raimon le contó todo a su amigo de regreso a Masllorenç, implicándole en el crimen, y amenazó tanto a Josep como a María con matarles a ellos también si se les ocurría delatarle.
María regresó a la casa familiar y montó toda una comedia. Le pidió a su cuñada que le acompañara a su hogar, donde encuentran a Salvador aún vivo, muy mal herido y envuelto en llamas. Cuando llega el juez de Banyeres, Salvador ya había muerto.
El miedo transforma el amor en odio
A raíz de los hecho se abrió una minuciosa investigación en la que se interrogó a varios miembros de la familia Ferrer, especialmente a la joven, cuya declaración era inconsistente.
El juez le preguntó a María reiteradas veces si tenía relaciones extramatrimoniales con otros hombres. Ante el temor de ver que todo apuntaba a ella, acusó a Raimon de haber matado a su marido y a Josep de ser cómplice del delito. Los tres fueron detenidos y llevados al juzgado del Vendrell (Tarragona).
María cambió hasta 9 veces de declaración, acusando a Raimon de ser el instigador del crimen. Los dos hombres fueron torturados y Josep, al no poder aguantar más, detalló todo lo que Raimon le había contado aquella noche.
Posteriormente, los tres fueron trasladados a la prisión del Pretorio en Tarragona, ella a la torre, ellos a los arcos del circo. El juicio se inició en junio de 1886. Fue largo y complicado debido a los enfrentamientos del abogado defensor de Raimon, Artur Corbella Pascual, y el presidente del tribunal.
Las trascripciones de lo ocurrido en el juicio en la prensa son extensas y detalladas, aunque posiblemente exageradas. “¿Cómo puede ser que una bonita joven sea una criminal?”
Famosa sentencia
El amante fue condenado a pena de muerte, pero le ofrecieron la alternativa de cumplir cadena perpetua en un penal del norte de África. El amigo y la joven fueron absueltos.
El texto de la sentencia contempla las dudas del tribunal respecto al papel jugado por María en el crimen. A pesar de su origen humilde y sus escasos recursos, los tres tuvieron la suerte de contar con muy buenos abogados (seguramente de oficio).
Este juicio fue tan notorio y apareció tanto en la prensa que le aportó gran fama a sus tres protagonistas.
La vida después de la muerte
A los 4 años del hecho, en 1890, María regresó al pueblo de Masllorenç y se casó con Joan Batet Segú, un viudo con hijos que tenía la misma edad que su difunto marido.
Joan le construyó una casa al lado de la iglesia, que hoy en día aún se conoce como “la caseta de María Barona”, renombre con el que se la conocía. Posiblemente María siempre vivió bajo sospecha en la población, donde murió en 1947.
De Raimon no se sabe nada. Seguramente muriera en el penal de África. Y su amigo Josep murió siendo viudo en 1932.