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El silencio: el arte de comunicar sin decir nada

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No responder el WhatsApp o un correo electrónico. No ponerse al teléfono. No participar en una conversación. Ocultar datos. Generar suspense. Podría decirse que, en plena era de la información, el silencio sería un estado casi proscrito y antinatural en nuestro comportamiento, ya que la comunicación es una necesidad básica.

Sin embargo, no es así. Con el silencio se abren muchas lecturas, respuestas y actitudes. Y no me refiero a la comunicación no verbal puesto que en ella hay gestos, miradas y posturas que pueden analizarse. Tras el silencio se esconde, en la mayoría de los casos, una estrategia.

Tipos de silencio

Ya en la escuela nos enseñan que, para intercambiar información, necesitamos un emisor y un receptor, un canal y un mensaje. Cuando el silencio se interpone en ese flujo, genera desfase. Alguien está encubriendo datos como el que esconde la carta definitiva en un juego de naipes.

Pero el silencio también supone confirmación o negación. Podemos hablar de toda una tipología de silencios asociada a la relación personal o profesional entre los participantes de la comunicación.

Silencio afirmativo

Está vinculado a un suceso ya ocurrido, a una realidad que pretendemos avalar. Normalmente tiene significado pesimista, trágico o de culpabilidad. Su lema sería: “El que calla, otorga”. Supone una declaración seria y solemne. No es lógico que, si estamos felices o queremos anunciar algo alegre, nos quedemos callados, mirando fijamente a la otra persona o, aún peor, bajando los ojos. Este silencio comparte información, para mal, en la mayoría de los casos.

Silencio de ocultación

Lo usamos para esconder una realidad que, aun conociéndola, no queremos transmitir. Nos posiciona en situación de “superioridad” frente a nuestro receptor, al manejar información y no compartirla, bien por no hacer daño, por hipocresía o, casi siempre, como juego de poder.

Silencio compartido

Cuando ambos, emisor y receptor, desconocen algo que hay a su alrededor. Un futuro incierto. Una duda que conlleva desasosiego y frustración. Es un silencio de gran alcance. Se corresponde con la herramienta utilizada, en el ámbito literario y cinematográfico, para generar “suspense”, ya que posiciona al lector o al espectador en el mismo nivel informativo que al personaje de ficción.

El arte de decir sin contar

En el siglo XXI existen tantas posibilidades de comunicarse que, el no hacerlo, encierra un motivo directo. Antiguamente, la culpa siempre era del del mensajero, años después del servicio de correos y, casi siempre, del mal tiempo. Pero cuando las modernas tecnologías de la comunicación llegaron hasta nuestras casas para cambiar el mundo, el silencio se convirtió en el rostro moderno de un viejo y maquiavélico arte: decir cosas sin contar nada. Veamos algunas de estas técnicas.

La callada por respuesta

Cuando no respondemos a un e mail, a una publicación en Facebook o en Twitter. Al no contestar, estamos también comunicando. Hay una información para el receptor implícita, con cierto matiz de desprecio, de querer marcar distancias con él, al no responderle. Incluso existe el llamado “silencio administrativo” que sirve como respuesta negativa por parte de un organismo oficial a una solicitud efectuada por el ciudadano.

No estoy para nadie

Deberíamos ser conscientes de que, “gracias” a la tecnología, vamos dejando huellas de nuestra navegación por Internet, las redes sociales y las aplicaciones. Como el que entra en un ciberespacio embarrado, sin dejar mensajes ni palabras: solo huellas. Facebook puede señalar con un “visto” el mensaje que alguien nos envió. Y esa misma persona puede saber cuándo y a qué hora hemos leído su e mail, su WhatsApp, su SMS. Pero no estamos para nadie y así se lo demostramos. En el fondo equivaldría a sentarnos, en una cafetería, en la misma mesa que un conocido y escucharle sin levantar la vista del periódico, bien calladitos. No nos interesan ni él ni su mensaje y se lo queremos demostrar.

Efectos del silencio

Ya hemos visto cómo podemos no contestar, ocultar, marcar distancias o desaparecer. Pero qué otros efectos colaterales e interesantes lograremos con el silencio.

Generar suspense

“Vales más por lo que callas que por lo que cuentas”. Otra frase lapidaria. Según estemos situados en el juego de la información y la veracidad de nuestras fuentes, podemos permitirnos el lujo de dosificar argumentos, sondear la opinión de nuestros receptores, adelantarnos a cualquier iniciativa y quitar el disfraz a quienes “van de farol”. Dosificar el canal comunicativo es lo más importante, al tiempo que atraemos la atención hacia nosotros. Manejar el suspense, como alumnos aventajados de Alfred Hitchcock, combinando silencios e información, nos situará en un pedestal privilegiado con vistas al poder. Un suspense que puede durar minutos, horas, días o toda una vida.

Provocar tensión

Cuando el silencio rompe la secuencia lógica de las cosas, se genera un alto grado de tensión. Una acción que no consigue la reacción esperada. Imaginemos a una estrella de la música en las últimas notas de su mejor canción. Y, sin embargo, ese público que se suponía entregado, no aplaude. Tampoco hay murmullos de desaprobación.  O ese teléfono que no suena a la espera de un ascenso. La decisión final del miembro de una pareja al borde de la ruptura. En la vida nos enfrentaremos a situaciones desconocida que escapan a nuestra voluntad. Cuando nos falte información permaneceremos siempre en posición de debilidad, lo que conlleva alta tensión.

Ganar tiempo

Es un efecto emparentado con la técnica que antes denominamos la “callada por respuesta”. Más que provocar suspense o tensión, genera desconcierto. Un negocio redondo pendiente de cerrarse. Un plazo que se alarga sin explicación. Un silencio que, en la mayoría de los casos, precede a una acción inesperada que lanza la pelota al tejado contrario. No hay una respuesta clara porque la información va subterránea por otro canal. Manejamos el silencio como técnica de distracción y de alejamiento emocional.

Toque de atención y subrayado

Lo vamos a ver muy claro con dos ejemplos donde el silencio busca atrapar de forma rápida la atención del receptor.

Caso 1. Un profesor explica la lección en clase, pero hay dos alumnos que no dejan de hablar. El maestro opta por cortar su exposición. Primero generará sorpresa en los que siguen su explicación. Y luego, inmediatamente, la atención se desviará a los que están interrumpiendo la clase. Al final todos callarán y, después de un gran silencio, el profesor continuará tras ese mudo toque de atención.

Caso 2. Un buen subrayado puede producirse en un programa de radio. El locutor está en plena argumentación de algo importante y llega a un punto clave. Un punto que quiere subrayar buscando la máxima atención y reflexión del oyente. Nada mejor para conseguirlo que dejar unos segundos de silencio radiofónico después de lanzar esa idea. En la radio, que es el reino del sonido, el silencio genera terremotos.

El silencio también es voz

Cuando el cine mudo terminaba su andadura, coincidiendo con el crack bursátil de 1929, los “felices años 20” agonizaban dejando sin aliento y sin voz a los inversores de todo el planeta. Sin embargo, el cine se fue llenando, película a película, de sonido y palabras donde antes solo había, como mucho, notas de piano.

De algún modo es una paradoja semejante a los cambios que experimentamos con el nuevo siglo. Muchos usuarios de Internet, ante el exceso de información y de noticias falsas, abogan por valorar su privacidad, por desconectar incluso.

Frente al ruido mediático, amplificado por las redes sociales, el silencio se presenta como una alternativa casi terapéutica. Pero no olvidemos que el silencio también es voz, transmite y comunica muchas sensaciones. No siempre positivas, tampoco éticas. Cómo utilizar nuestros silencios acabará siendo otra carta de presentación de nosotros mismos.

Luis Illana es licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. Locutor de podcast, guionista y escritor. No me dejan dormir: la comunicación, la criminología, la literatura fantástica y el rock. “Apnea” es mi primer libro. Facebook | Twitter | Ivoox | Web

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