En la actualidad, la calle Embajadores tiene su inicio en la Plaza de Cascorro, terminando en la carretera de Villaverde a Vallecas. En el plano de Texeira de 1656, tiene su nacimiento en la calle del Estudio, calle que, en el de Espinosa de los Monteros de 1769, tiene el nombre de calle de San Dámaso. Y un final que, fue variando a medida que crecía la ciudad y por lo tanto sus calles.
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Hay antecedentes de construcciones desde el año 1664, aunque en las afueras del portillo de Embajadores comenzaron a edificarse en 1783. Tanto en el plano de Texeira como en el de Espinosa aparece ya con este nombre.
Por qué se llama calle de Embajadores
Dicho nombre se debe a una tradición que paso a relatar. Durante el reinado de Juan II de Castilla, Madrid sufrió una peste. Los embajadores de las cortes extranjeras, a fin de evitar el contagio, se incomunicaron con el resto de la población, retirándose a quintas y casas de campo existentes en la zona.
Así el embajador de Aragón se retiró a la casa de campo de Santiago el Verde; el de Túnez, a la quinta de San Pedro; y los de Navarra y Francia a otras cercanas. El espacio de campo que quedaba entre unas y otras paso a conocerse como de los Embajadores, quedando con este nombre la calle que fue abierta unos años después.
Edificios emblemáticos en la calle de Embajadores
Iglesia de San Cayetano
En el número 15, con vuelta a la calle del Oso, encontramos la iglesia de San Cayetano, cuyo convento, llamado de Nuestra Señora del Favor, fue fundado en 1644 como casa de seglares de San Cayetano, y ocupado sucesivamente por los frailes Teatinos y los de San Gil.
Fue iniciada su construcción a partir de 1669 por el arquitecto Marcos López y continuada por los arquitectos don José Churriguera y don Pedro Rivera, aunque con diseños llegados de Roma, pertenece al siglo XVIII.
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El edificio es suntuoso y despejado en su planta interior y magnífico en su fachada, aunque recargado en adornos, muy del gusto de los arquitectos.
La iglesia fue incendiada el 19 de julio de 1936. Fue un pavoroso incendio que solo dejó en pie la fachada, gracias a los trabajos realizados durante la Guerra Civil por Fernando Chueca Goitia. Así llego el templo hasta el año 1960, en que una comisión integrada, entre otros, por la entonces duquesa de Alba, aprueba la reconstrucción, siendo reabierto al culto el 6 de agosto de 1962.
Fábrica de Tabacos
Además de la Inclusa y el Colegio de la Paz, ya mencionados en la publicación dedicada a la calle del Mesón de Paredes, en la Calle de Embajadores, nos encontramos con la Fábrica de Tabacos, que fue inaugurada el 1 de abril de 1809, por orden de José I Bonaparte, en un edificio ya existente puesto que, fue inaugurado en 1790 para la fabricación de aguardientes y licores.
Casino de la reina
Terminado por su derecha, nos adentramos en un precioso jardín, llamado el Casino de la reina, anteriormente conocido como Huerta del clérigo Bayo, que fue adquirido por la Villa de Madrid en 1816 para regalárselo a la reina doña María Isabel de Braganza. Es de destacar la elegante portada de ingreso, con dos columnas dóricas a cada lado.
Hospital de Montserrat
Antes que el Mercado de San Fernando y el Colegio de las Escuelas Pías, estuvo en esta zona el Hospital de Montserrat, fundado por el catalán don Gaspar Pons, quien propuso al rey Felipe III crear un hospital para enfermos de la Corona de Aragón.
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Por este motivo, el año 1616, donó una casa de campo que tenía en la calle de Cabestreros, hoy Mesón de Paredes. El Hospital fue trasladado en 1668 a la plaza de Antón Martín, abriendo sus puertas a partir de entonces a todos los enfermos que acudían a él, fueran o no aragoneses o catalanes.
Reloj de sol de Sombrerete
En la calle Sombrerete, frente al Mercado de San Fernando, en un edificio conocido como Casa de la Vela, hay un reloj de sol que ocupa la totalidad de la fachada, con una pintura de fondo que representa a una mujer asomada a un balcón tendiendo la ropa.
Portillo de Embajadores
En la plaza, frente al jardín, la fábrica de tabacos y la propia calle, se alzaba el portillo del mismo nombre.
El portillo de Embajadores, abierto en 1782, era un postigo menor, integrado en la cerca de Felipe IV, que circundaba la villa. Estaba a mitad de camino entre las puertas de Atocha y Toledo. Al ser derribada la cerca y, consecuentemente, el portillo, el terreno en que se encontraba se convirtió en la actual Glorieta de Embajadores.