Si bien los registros fílmicos de las pruebas aeronáuticas realizadas por los hermanos Wright son evidencia irrefutable de una máquina voladora totalmente funcional, existían muchos otros diseños de aeroplanos que incluso lograron emprender vuelo exitosamente.
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En el mundo de la aviación y la ingeniería aeronáutica también existen las controversias y tópicos polémicos, y uno de los debates más intensos en este sentido es sobre el monoplano Ader Éole III, considerado por muchos expertos como el primer avión de la historia.
Clement Ader, un hombre muy adelantado a su época
Clement Ader fue un ingeniero e inventor de origen francés que es considerado por muchos como uno de los padres de la aviación moderna.
Después de haber trabajado durante muchos años en la industria de la telefonía, entre 1882 y 1890 decidió abandonar su puesto de trabajo en una importante compañía de comunicaciones para dedicarse por completo al estudio e investigación aeronáutica.
Al igual que como muchos otros inventores e ingenieros aeronáuticos, el sueño de la infancia de Clement Ader había sido encontrar la forma de poder volar. Esta fantasía fue lo que lo llevó a sentirse particularmente atraído por los planos y diseños de máquinas voladoras rudimentarias de inventores de la antigüedad como George Cayley, Alphonse Pénaud y Leonardo da Vinci.
Tomando dichas ilustraciones como referencia, Ader comenzó con la fabricación de un avión de un solo tripulante cuya estructura estaba hecha con un armazón de madera de bambú y recubierto con seda con alas que asemejaban a las de un murciélago y una gran hélice central.
El propio Ader había inventado un motor a vapor de dos cilindros especialmente diseñado parar el primer prototipo del monoplaza bautizado como Éole, nombre del dios griego del viento.
El primer vuelo del Éole
Apenas el motor y el resto de la estructura del aeroplano fueron terminados, Ader se dispuso a buscar la locación adecuada para probar su monoplano.
La locación seleccionada fue el parque Château d’Armainvilliers al sureste de la ciudad de París. El día 9 de octubre del año 1890 fue el vuelo de prueba del Éole de Ader, esto pese a que las condiciones climáticas no fueron las más adecuadas la aeronave fue capaz de alcanzar una altura de unos 20 cm del suelo. Si bien esto pudiese parecer algo no muy impresionante en comparación los vuelos realizados por los hermanos Wright, para la época resultó ser una auténtica hazaña.
Toda la publicidad generada por este suceso, reforzada por los relatos de algunos testigos oculares, bastaron para llamar la atención de los militares franceses. El Ministerio de Defensa de Francia no tardó en ponerse en contacto con Ader y financiar la fabricación de otros modelos de aviones.
Los días 12 y 14 de octubre de 1897, la tercera versión de Éole de Ader fue llevado una vez más a campo abierto para una exhibición frente a una directiva de militares de alto rango. La finalidad de dicha prueba era mostrar la eficiencia del monoplano y su posible uso como vehículo bélico.
Pero tristemente este plan no pudo ser concretado, pues las condiciones climáticas y algunos problemas de diseño hicieron que el nuevo modelo del Éole fuese más difícil y complicado de controlar.
Los problemas del Éole de Ader
Como generalmente ocurre con los inventos, el primero prototipo del Éole de Clement Ader contaba con algunas fallos de diseño importantes. Obviamente las mismas fueron las que pusieron fin a la corta trayectoria del Éole dentro del mundo de la aviación moderna.
Muchos expertos señalan que uno de los problemas más importantes dentro de este aeroplano era la mala distribución del peso. La primera versión del Éole pesaba un total de 246 Kg y una parte importante dentro de ese peso era del motor a vapor diseñado por Ader. Aunque ese motor de dos cilindros le permitía alcanzar unos 20 caballos de fuerza, su enorme tamaño hacía que fuera realmente complicado para el avión conseguir la velocidad necesaria para poder despegar del suelo.
Otro detalle importante del Éole de Ader era lo precario de los comandos que el inventor había diseñado para pilotar la nave. Quien tomaba en control de este vehículo únicamente podía sobrevolar cortas distancias, a poca altura y sin ninguna posibilidad de controlar la velocidad al momento de descender. Además, sus controles estáticos solamente le permitían al operario poder desplazarse en línea recta.
Este problema resultó un enorme inconveniente durante el vuelo de exhibición del Éole III, el cual terminó precipitándose hacia el suelo después de sobrevolar una distancia de 300 m a una altura que no superaba los 20 cm.
Su estructura de madera hacía que el Éole resultara extremadamente susceptible a las condiciones climáticas, aunque muchos expertos coinciden en que el diseño curvo de las alas le daban una clara ventaja a este aeroplano a la hora de aprovechar las corrientes de aire.
Pero uno de los errores claves que no fue capaz de prevenir Clement Ader era la importancia de la relación proporción-peso de los vehículos usados para el transporte aéreo. Como su nave estaba destinada a ser utilizada por el ejército francés, la prioridad de Ader era hacer que la nave fuese mucho más grande para así pudiese ser usada para transportar tropas y suministros.
El resultado de esa adaptación fue un modelo Éole III con una estructura de madera demasiado ancha con un motor a vapor que pesaba tres veces más que el primero que diseño que fabricó. Por lo tanto era un avión extremadamente complicado de maniobrar y excesivamente vulnerable a los elementos.
Un hito para la historia de la aviación
Al no conseguir el éxito esperado por su creador durante las pruebas de 1897, el Éole de Ader fue exhibido posteriormente en la Feria Mundial de París en 1990 como un avance importante dentro del mundo de los vehículos aéreos motorizados.
Posteriormente, el monoplano fue trasladado al Museo de Artes y Oficios de la ciudad de París en donde se encuentra desde 1902.
Si bien existen muchos expertos que consideran que ni siquiera debería incluirse al Éole de Clement Ader en los libros de historia de la aviación moderna, otro grupo lo considera una parte crucial para conocer más sobre los principios de la ingeniería aeronáutica.
Está claro que el intento de llevar este aeroplano a los campos de batalla resulto un fracaso, pero no se puede negar que el Éole de Ader debe ser considerado el primer vehículo motorizado capaz de emprender vuelo, pues, aunque solo se despegó del suelo por unos cuantos centímetros, este avión primitivo logró algo que hasta la época solamente era posible realizar con un globo aerostático.
Muchos de los principios de la aviación moderna están fundamentados en las investigaciones de Clement Ader y su primer prototipo del Eóle.
Por lo tanto no sería errado afirmar que el Éole de Ader fue un vehículo capaz de alzar vuelo, aunque fuera por un trayecto corto, 18 años antes que el primer avión de Oliver y Wilbur Wright.