Tras el famoso ataque japonés a la base naval estadounidense de Pearl Harbor, que provocó la entrada del gigante norteamericano en la Segunda Guerra Mundial, se sucedieron cinco meses de victorias contundentes del ejército, aviación y armada del Imperio del Sol Naciente que amenazaba expandirse por todo Asía.
Mundo bipolar:
Qué es, causas, características y cómo fue el fin del sistema bipolar de la Guerra Fría
Pero la victoria estadounidense, en mayo de 1942, en la batalla del Mar del Coral puso freno a ese fulgurante avance nipón y frustró su idea de atacar Australia y de aniquilar la flota estadounidense en el Pacífico. La pesadilla japonesa continuaría cuando un mes después sufren una nueva derrota, esta vez en Midway. Parecía que la diosa fortuna dejaba de sonreír a los japoneses.
A la par, desde abril, aviones estadounidenses habían comenzado bombardear Japón. El alto mando japonés estaba perplejo de cómo estaba cambiando el rumbo de la guerra y ante esta nueva situación recibieron una propuesta, a priori sorprendente, ¿por qué no bombardeaba Japón el corazón de los mismos Estados Unidos? No una isla como Hawaii, donde estaba la base naval de Pearl Harbor.
Bombardeo en Oregón como réplica
Nobuo Fujita, piloto de la armada japonesa ideó un arriesgado plan de ataque. Analizado por el alto mando nipón consistía en un bombardeo del canal de Panamá, centro neurálgico del comercio marítimo.
Cuál fue su sorpresa cuando es citado a una comparecencia secreta con el alto mando, reunión que estaba presidida, nada más y nada menos que por el hermano menor del mismísimo emperador, el príncipe Takamatsu. Fujita iba de sorpresa en sorpresa porque su original plan había cambiado, el objetivo no sería el canal, sino tierra continental estadounidense.
Y una fecha marcada en el calendario para poner en marcha el operativo, el 9 de septiembre. Esa misma mañana un submarino I-25 emergió a la superficie, estaba a 80 kilómetros de la cosa. De una forma ingeniosa el submarino transportaba un pequeño hidroavión Yokosuka E14Y plegado en uno de sus hangares. En muy poco tiempo los marineros japoneses instalaron una rampa de lanzamiento y colocaron el hidroavión preparado para su despegue.
Nobuo Fujita no iba solo, le acompañaba Shoji Okuda. El hidroavión portaba una carga de seis bombas incendiarias de 76 kg, con una ametralladora de calibre 7,7 mm por toda defensa.
Con una autonomía de cinco horas y una velocidad de crucero de 135 km/h el pequeño avión se dirigía a darle a su enemigo de la misma medicina. Aquella mañana voló aprovechando una neblina hasta situarse sobre los espesos bosques de un parque nacional en Oregón, donde Fujita descargaría su arsenal de bombas. Lanzó 520 bolas incendiarias entre el frondoso arbolado que podrían haber provocado un incendio considerable, como los japoneses pretendían, sin embargo, la reciente lluvia caída hacía que el bosque estuviera húmedo y las llamas pudieron ser rápidamente sofocadas por la guardia forestal.
La lluvia hace fracasar la operación
Ante el fracaso de esta primera intentona, Fujita volvió a repetir la expedición de bombardeo unas semanas después pero el resultado volvió a ser el mismo, por lo que se dio por finalizada la operación y el submarino se alejó de la costa para abordar otros objetivos de reconocimiento sobre costas lejanas, volando ciudades como Sidney, Auckland o Melbourne.
La guerra acabo siendo benévola con Fujita ya que sobrevivió y se dedicó a trabajar en una ferretería que había abierto. No tuvo tanta suerte Okuda que cayó en combate.
Toda esta historia podría ser una mera anécdota como muchas que tuvieron lugar durante la guerra, pero se prolongó terminada esta. Casi veinte años después llega una invitación a la casa de Fujita, y llega desde los Estados Unidos, más concretamente desde Brookings, el pueblo que se encuentra cerca del bosque que había intentado incendiar años atrás.
La invitación, lógicamente, le pareció sospechosa y temió que fuese una trampa y acabara detenido y juzgado como criminal de guerra. Pero la curiosidad puedo más que la razón y acabó aceptándola. Eso sí, por si acaso, se llevó la espada que siempre llevaba en la cabina de su avión con la decisión de suicidarse en el caso de que sus sospechas se hicieran realidad.
Ciudadano honorario del pueblo que intentó bombardear
Estaba claro que la vida de nuestro protagonista era una caja de sorpresas. Cuál sería su cara cuando al aterrizar encuentra una comisión de ciudadanos de Brookings que le recibieron encantados. No dejaba de formar parte de la historia de la ciudad que indudablemente contaba con muy pocos acontecimientos para el recuerdo.
Como su espada no tenía que ser utilizada la regaló al ayuntamiento para ser expuesta. Acabó siendo nombrado ciudadano honorario y volvió varias veces allí. En uno de estos viajes volvió a volar sobre el bosque, antaño su objetivo militar y ahora causa de su reconciliación. Tuvo el honor de plantar una pequeña secuoya en el mismo lugar donde había caído una de sus bombas.
En 1997 Nobuo Fujita falleció. Su hija Yokiro tuvo el detalle de homenajearle esparciendo parte de sus cenizas en el bosque que por fortuna no fue dañado por sus bombas.