En un mundo laboral cada vez más competitivo, las organizaciones buscan constantemente estrategias innovadoras para fomentar la productividad, la colaboración y el éxito colectivo.
Una de estas estrategias ampliamente adoptadas son los sistemas de recompensa basados en equipos, diseñados para incentivar el trabajo en equipo y el rendimiento conjunto. Sin embargo, un reciente estudio publicado en el Journal of Business Ethics y ratificado por la University of BATH revela un efecto secundario insidioso e involuntario de esta práctica, despertando inquietudes éticas en el seno empresarial.
Los incentivos colectivos fomentan el encubrimiento de conductas inapropiadas dentro de los equipos, ya que todos los miembros se benefician de ellas.
El estudio realizado por los profesores Hajo Adam, Qiongjing Hu, Shenjiang Mo y Sreedhari Desai, demuestra que los empleados recompensados conjuntamente tienen una mayor tendencia a permanecer en silencio ante comportamientos poco éticos de sus compañeros de equipo. Esta conducta, aunque inconsciente, puede derivar en graves consecuencias para las organizaciones, fomentando una cultura de complicidad y encubrimiento de prácticas inapropiadas.
En contraste con los sistemas de recompensa individual, donde los trabajadores tienen incentivos para denunciar irregularidades que puedan perjudicar su desempeño personal, los equipos recompensados colectivamente tienden a minimizar o ignorar las transgresiones de sus miembros. Esta dinámica responde a la percepción de que el mal comportamiento de uno de los integrantes puede resultar ventajoso para todo el equipo, lo que inhibe la denuncia de tales acciones.
Según el profesor Adam:
«Con incentivos basados en equipos, los comportamientos poco éticos se vuelven relativamente ventajosos para todos los miembros del equipo, suprimiendo así la probabilidad de que se denuncien dichas transgresiones. Esto puede convertirse en un problema para los directivos, que corren el riesgo de subestimar la prevalencia de comportamientos indeseables».
Además, los sistemas de recompensa en equipo suelen fomentar un clima de trabajo positivo y colaborativo, lo que paradójicamente puede enmascarar problemas subyacentes y permitir que se agraven. El deseo de preservar el espíritu y el entorno del equipo puede llevar a los trabajadores a ignorar o minimizar conductas inapropiadas, permitiendo que se perpetúen sin control.
Para promover la denuncia de conductas inapropiadas, los gerentes deben fomentar el desarrollo de habilidades emocionales y éticas en los empleados.
Ante esta situación, los investigadores proponen dos soluciones potenciales. En primer lugar, sugieren que los gerentes consideren implementar un sistema de recompensas personalizado, combinando incentivos individuales y en equipo de manera equilibrada según las necesidades específicas de cada industria o sector. La segunda solución apunta a la importancia de cultivar una cultura organizacional que fomente la denuncia de conductas inapropiadas y brinde seguridad a los empleados para expresar su indignación moral sin temor a represalias.
«Los gerentes que quieran alentar a los empleados a denunciar el comportamiento poco ético de sus colegas deberían priorizar la importancia de la intuición moral y las emociones, desarrollando estas llamadas habilidades blandas junto con las habilidades duras convencionales de los negocios», afirmó el profesor Adam.
La integración de sesiones de capacitación sobre inteligencia emocional puede permitir a los empleados reconocer y etiquetar con precisión la ira moral, enfatizando los posibles beneficios organizacionales de actuar sobre tales emociones.
En un mundo empresarial cada vez más complejo y competitivo, es fundamental que las organizaciones sean conscientes de los riesgos éticos asociados a sus prácticas de gestión. Los sistemas de recompensa basados en equipos, aunque eficaces en muchos aspectos, pueden albergar un potencial peligroso si no se implementan con cautela y se complementan con una cultura ética sólida y mecanismos de control adecuados.