El “almud” es una voz árabe utilizada para designar una unidad de medida que se empleaba en granos y que da nombre al edificio que trataremos hoy.
La escasez de grano, ya fuera trigo u otros, era, sin duda, uno de los mayores problemas con que se podrían encontrar las regidores de los núcleos de población en la Edad Media, por lo que era necesario tener un edificio que fuera lo suficientemente amplio y que, además, reuniera las necesarias condiciones para almacenarlos.
Hasta el siglo XV el Almudín era propiedad Real «L’Almodí del Senyor Rei» pasando, a finales del siglo XV, al «Consell Municipal de la Ciutat» que era el organismo encargado de la custodia y regulación del grano, además de su posterior abastecimiento.
Por este motivo se creó una extensa red de funcionarios encargados llevar a buen término tan importante tarea. El grano, sobre todo el trigo, era fundamental, pues su escasez llevaba consigo la escasez del pan, lo cual conllevaría que se produjeran tumultos.
En la ciudad de Valencia, el Almudín cumplía con estas funciones. El edificio había sido construido en 1307, probablemente en alguna zona del alcázar islámico.
Desde 1261, el Almudín se fue extendiendo en torno a un patio con doce arcos y fue ampliado a lo largo de los siglos XV y XVI. Este almacén no era el único existente en la ciudad, pues hubo otros, tanto en época musulmana como en la cristiana.
El edificio que contemplamos en la actualidad, es el que resultó de la reforma efectuada en el siglo XV. Reforma en la que intervinieron los mejores canteranos de la ciudad.
El edificio es de planta trapezoidal, resultado de la construcción de una única crujía, que vierte al patio central.
Ya en el interior del edificio, vemos que se divide en tres naves: la central, de más altura y amplitud que las laterales, ya que estas están separadas por arcadas de medio punto, que se apoyan en pilares.
Vemos seis arcos de medio punto, en cada uno de sus lados mayores, mientras que en los menores, solo hay dos, apuntados en el arco occidental, lo cual le hace mas complejo, debido a la duplicación de la crujía en el lado oriental, por incorporarse un atrio recayente a la plaza de san Luis Beltrán.
Toda la obra que cubre el edificio esta realizada en madera, teniendo la nave central dos vertientes, mientras que las laterales solo vierten a una.
Debemos recordar que, en su origen, el edificio estaba almenado, disponiendo de su correspondiente camino de ronda. Aún hoy, se pueden ver restos de las almenas, aunque muy distorsionadas por las reformas posteriores. El edificio contaba con dos entradas:
Una que recaía a la actual calle Almudín, en uno de los laterales, y que contaba con un porche. De esta entrada solo podemos ver, en la actualidad, un gran portalón con arcada de medio punto, formado por unas grandes dovelas de cantería.
Y la entrada principal, formada por un porche constituido por arcos entre dinteles. Es decir, este porche lo forman tres arcos de medio punto apoyados en pilares, separados por espacios rectos, con grandes vanos entre ellos. Sobre cada uno de los arcos podemos ver, el escudo con las barras de Aragón. Este porche, data de mediados del siglo XVI.
El perímetro exterior del edificio está formado por muros realizados con la técnica conocida de «tapia valenciana» y reforzados con sillares de piedra en las esquinas.
Los elementos de sustentación de los arcos y los propios arcos están realizados en cantería, mientras que los elementos que los cubren son de madera.
En 1417 da comienzo la remodelación del primitivo edificio. Intervienen en dichos trabajos, los maestros de obras del Palacio del Real, Guillem Just y Miquel Navarro, siendo estos los encargados de realizar el frente y los arcos que recaen a la calle del Almudín.
En 1455, una vez acabada la remodelación del edificio, se decide acometer una ampliación del mismo. Se encargan las obras a los Mestres Francesc Baldomar, Vicente Gallent y Jaume Lombart.
Ayudándoles en esta ampliación participa también Pere Compte que, con posterioridad, será el responsable de la construcción de la Lonja de los Mercaderes.
Estos trabajos se extienden hasta 1460. Durante ese periodo se reforma el interior del edificio y se construye el porche recayente a la calle Almudín, que no podemos observar en la actualidad por haber desaparecido.
Este porche lo formaban dos columnas que sustentaban una techumbre de madera. Fue derruido en el siglo XIX, quedando únicamente el portalón.
El porche principal fue realizado en la primera mitad del siglo XVI. El espacio central del edificio, hasta el siglo XVII, era un patio descubierto, acometiéndose por esas fechas la tarea de cubrirlo, quedando tal y como ahora lo podemos contemplar.
Una vez terminado el edificio, adopta la forma típica, de las basílicas romanas, que como sabemos son edificios diáfanos, formados por tres naves separadas por columnas, aunque en este caso, lo sea por pilares, con techumbre de madera y pórtico.
Hubo reformas posteriores, aunque no alteraron la fisonomía original del edificio. En 1571 se coloca un nuevo pavimento con el escudo de la ciudad. Y ya, a lo largo del siglo XVII, se agregan las pinturas al temple que, decoran tres de los cuatro muros interiores.
Estas pinturas hacen referencia a la entrada del trigo con los respectivos patrones de todos los gremios que intervienen, tanto en el funcionamiento como la organización del Almudín; además de imágenes populares, sociales y religiosas de los siglos XVII y XVIII.
Estas pinturas están realizadas en tonos grisáceos bicromas. En ellas también podemos ver imágenes de la Virgen de los Desamparados, San José, San Juan Bautista, San Antonio de Padua y San Pascual Bailón.
En el siglo XIX se eliminará el porche de la calle Almudín y se cegará el principal de la plaza de San Lluis Bertrán, porche que en la reforma efectuada en el siglo XX se ha vuelto a descubrir.
Entre 1993 y 1996 se procedió a la restauración total del edificio con objeto de devolverle su configuración original y convertirlo en museo.
En la actualidad, el edificio, de propiedad municipal, está dedicado a Sala Municipal de Exposiciones temporales.