Albacete debe su nombre a una antigua ciudad árabe llamada Al-Basit, un término que puede ser traducido por llanura o llano, en clara alusión a su planicie geográfica.
Su escudo es un símbolo cargado de historia y misterio: sobre un fondo blanco -plata en términos heráldicos- se levantan tres torres almenadas coronadas por un murciélago. El significado exacto de cada elemento y la historia que se esconde detrás siguen siendo un enigma, algunos estudiosos han querido ver en el murciélago una metáfora de la oscuridad y lo desconocido.
La burguesía albaceteña que vivió entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial se enriqueció con la venta de trigo a uno y otro bando, lo cual le permitió disponer del suficiente poder adquisitivo como para monumentalizar la ciudad. Una de las calles que se construyeron en aquella época es la conocida como Pasaje de Lodares, en alusión al apellido de uno de los arquitectos que participó en el proyecto.
Esta calle, pasaje comercial y residencial, es una de las joyas arquitectónicas no solo de la ciudad, sino también de España. Un claro ejemplo de la arquitectura modernista capaz de conjugar los espacios con la luz natural.
Una de las entradas del Pasaje de Lodares, la de la calle Mayor, está presidida por un clavo mágico, un elemento en el que algunos han tratado de adivinar la presencia de la masonería y las fuerzas telúricas. Este clavo se encuentra situado en el suelo, junto a una de las columnatas de entrada, y su aspecto, aparentemente pulido, se debe a que sobre él los lugareños frotan sus pertenencias personales en busca de la buena suerte.
a catedral de San Juan Bautista es de estilo neogótico y entre sus muros guarda algunos secretos que despiertan la curiosidad de los turistas avisados. Uno de ellos es la presencia de un hongo atómico en uno de los frescos. Algunos lo han interpretado como una advertencia ante los peligros de la ciencia y la tecnología, especialmente tras los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki.
En los frescos de la catedral también es posible apreciar figuras de hombres ataviados con vestimentas que recuerdan a los científicos de épocas pasadas, algunos de los cuales portan instrumentos que aluden de forma directa a la investigación y al conocimiento. Su presencia en un espacio religioso es una forma de plantear interrogantes sobre la relación entre fe y razón.
Más adelante, al fondo de la catedral, en la zona del ábside, es posible descubrir la imagen de un demonio oculto labrado en el sitial del obispo, lo cual simboliza la lucha constante entre el bien y el mal. De alguna forma, el obispo, como representante de la Iglesia y autoridad moral, se enfrenta a las tentaciones y a las fuerzas oscuras que buscan corromperlo. El demonio recordaría a los fieles la humildad y la fragilidad humana.
Albacete, una ciudad que hoy en día respira paz y tradición, guarda en su memoria colectiva una de las páginas más oscuras de su historia: los bombardeos de la Legión Cóndor. Aunque el paso del tiempo y la reconstrucción han borrado gran parte de las huellas físicas de estos ataques, aún es posible encontrar algunos vestigios que nos recuerdan este doloroso episodio de nuestra historia. Uno de esos lugares es la verja del Palacio Provincial, en donde todavía es posible observar los impactos de las metrallas que quedaron incrustadas.
Y ya que hablamos de la Alemania nazi. En una de las aceras próximas a la estación de ferrocarril es posible contemplar una stolpersteine, una piedra del tropiezo. Se trata de una pequeña placa de latón –del tamaño de un adoquín- que sirve para recordar a una de las víctimas de la barbarie. En este caso se recuerda la memoria de José Ocaña García que fue deportado al campo de concentración de Mauthausen.
Imaginemos por un momento una criatura mitad toro, mitad humano y con una expresión casi enigmática. Esa es la Bicha de Balazote, una escultura íbera de hace más de 2.500 años. Fue encontrada en la localidad de Balazote, en la provincia de Albacete, y hoy en día es una de las piezas más valiosas del Museo Arqueológico Nacional de España.
La Bicha de Balazote representa al dios Aqueloo, divinidad de los ríos y la fertilidad en la mitología griega. Y es que los íberos, pueblo que habitó la Península Ibérica antes de la llegada de los romanos, adoptaron y adaptaron muchas de las creencias y dioses de los griegos.
Una copia de la original se encuentra en la plaza de Altozano, a escasos metros de la oficina de turismo de Albacete, debajo de la cual se esconde un tesoro histórico: el refugio antiaéreo de Altozano. Un testimonio de un pasado convulso y un lugar que nos permite conectar con la historia de una manera muy tangible.
No muy lejos de allí, en los aledaños de la catedral también es posible admirar una copia de la Dama Oferente, una escultura femenina que representa una de las figuras más destacadas de la aristocracia ibérica. Su descubrimiento a mediados del siglo XIX supuso un hito en el estudio de esta antigua civilización.
Esta escultura destaca por su realismo y el cuidado en los detalles. Su rostro, con ojos grandes y párpados marcados, refleja una belleza serena y majestuosa. En sus manos porta un vaso en los que se colocaban sustancias con propiedades terapéuticas.
El edificio de la Fábrica de Harinas, situado en el Paseo de la Cuba, encierra una de las leyendas más conocidas de la ciudad. Se cuenta que dos ladrones entraron a robar grano y que cuando estaban a punto de huir un ángel se les apareció. Trataron de justificarse explicando que el hurto había sido fruto de la necesidad, por lo que el ángel se apiadó de ellos y decidió perdonarles su acción.
Uno de los ladrones decidió vender el botín y especular con él, mientras que el otro lo utilizó para sembrarlo y alimentar a su familia. Pero como todo tiene un final, al cabo de un tiempo decidieron regresar a la fábrica para cometer un segundo robo. Nuevamente el ángel les sorprendió, pero lejos de ser tan comprensivo como la primera vez, los convirtió en dos grandes leones, los cuales, con un rostro humanoide, todavía pueden ser contemplados.
El ladrón que utilizó el grano para alimentar a su familia mira hacia el este, para que cada día pueda ver la salida del sol, mientras que el otro, el que especuló con el robo mira hacia el oeste, privado de esa maravilla de la naturaleza.