Miles de veces hemos oído aquello de que «la vida es hoy y, por tanto, hay que vivir el presente», recomendación que tiene mucho sentido, pero, aún así, los humanos solemos tener siempre alguna expectativa.
Es como si permanentemente se anhelara que ocurra algo en un futuro y desde nuestras expectativas solemos confiar en que existan posibilidades razonables para que eso suceda.
Así somos generalmente, abrigamos sentimientos cargados de esperanzas, con ilusiones vivimos ansiando que ocurra aquello que tenemos en mente, ya se trate de objetivos a cumplir, o que aparezca alguien a quien llevamos tiempo esperando, o que la suerte cambie…
Con la vida misma pasa igual, se habla de las «expectativas de vida» desde estudios en los que se mide la media por poblaciones en cierto período para saber si ha crecido la cantidad de personas que llegan a determinadas edades.
La pregunta es si todas las personas vivimos con expectativas y, en ese punto, habría que observar las conductas de quienes viven un presente mágico que les colma de felicidad, quizás ellos no llegan a explorar otras opciones para el futuro, por tanto, tal vez no lleguen a avivar expectativas.
Tampoco los que, por razones de haber pasado por todas las etapas de la vida, comprueban que va llegando el final porque en cualquier momento los helados brazos de la muerte los transportarán a ese inerte estado.
Si bien es cierto que no todas las personas toman conciencia de que llegará su propio final, existen variantes entre unos y otros de quienes sí consideran su finitud: quizás los más escépticos vean frustradas sus expectativas cuando palpan el final que se avecina, incluso a pesar de que les queden pendientes algunos sueños por cumplir.
Otros, en cambio, movidos por la fe, podrían sentirse expectantes en relación a lo sobrenatural que pudiera llegar luego. Dicen que la fe mueve montañas, y quienes gozan de sus beneficios sí que morirán con expectativas. Porque, como decía Robert Boyd:
«Una creencia no es simplemente una idea que la mente posee, sino una idea que posee a la mente».
Tener o no tener expectativas es lo que hace que la vida pueda resultar de una manera o de otra, ambas opuestas, ya que, como decía García Lorca:
«El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza muerta».
¿Entiende el lector la importancia de poseer expectativas? Sin ellas la vida sería un inmenso vacío casi imposible de soportar sin dolor.