Por lo general, son los países con economías capitalistas los que tienen altos índices de cultura de consumo masivo, pero en años recientes los movimientos del anticonsumismo o anticapitalismo se han alzado, han prestado su voz y visión anticapitalista para crear conciencia sobre el problema que representa el consumo excesivo. A continuación, en esta entrada hacemos un repaso por la génesis y los principios del anticonsumismo.
Sobreconsumo:
Qué es, causas, consecuencias, ejemplos y soluciones frente al consumo excesivo
Cuando se habla de qué es el anticonsumo o anticonsumismo, se refiere a una oposición o resistencia a la cultura o forma de vida que enfatiza la compra y uso de bienes de consumo, lo que se conoce como consumismo; es decir, va contra de la cultura del consumismo, que sostiene que el consumo acelerado de bienes es económicamente deseable y viable.
Por ejemplo, esto también se asocia con el anticapitalismo, porque son las economías capitalistas las que relacionan mayor producción como mayor consumo y, a su vez, eso se traduce en un buen mercado y clientes más felices. En este caso, el movimiento del anticonsumismo se estableció para condenar ese estilo de vida, y se enfoca en los motivos por los cuales los consumidores compran los diferentes bienes; además, se centra en un problema social que está ligado a la expansión del consumismo.
Por otro lado, anticonsumismo y vida simple es lo que se pretende exponer con esta ideología que ha creado movimientos sociales del anticonsumismo para seguir esparciendo la realidad de la cultura de consumo que conlleva al agotamiento de los recursos y la degradación ambiental, también se traduce en el consumo competitivo, la distribución desigual de la riqueza y contribuye a que aumente la pobreza global.
La cultura del anticonsumismo se nació de The Theory of the Leisure Class (La teoría de la clase de ocio), una investigación que expandió Thorstein Veblen en 1899, que habla sobre “el consumo conspicuo”, que se refiere a las prácticas de consumo competitivas y extravagantes, así como a las actividades de ocio que apuntan a un grupo de clase social determinado que, en este caso, es la clase alta o superior.
Desde esa teoría se puede observar el papel que tienen las grandes marcas, las cuales son símbolos de estatus y presencia; genera relevancia en las relaciones importantes y hace que exista una “movilidad social ascendente” que se da por medio de las opciones de consumo, pero no visto desde la necesidad, sino desde la vanidad y del deseo de estar al corriente con las novedades del mercado.
Veblen, que fue un economista y sociólogo, se interesó en esta relación que existe entre la economía, la sociedad, la cultura y en los antecedentes del consumismo, y con su análisis logró crear un argumento que sostiene que las personas hacían compras para “señalar su estatus económico y sus logros a los demás”; es decir, es una cuestión de cómo te ven los demás, y la necesidad de proyectarse como alguien “pudiente” e importante.
Es por ello que su teoría se estableció como una crítica a los hábitos de consumo de los ricos y cuestionó sus valores. Además, creó términos como “despilfarro conspicuo” y “emulación pecuniaria”, que significa hacer un esfuerzo por igualar o superar el estado financiero de otra persona.
Partiendo de las ideas de Veblen empezó a reforzar el movimiento anticonsumo y el del altermundismo, para hacer una campaña masiva contra la forma desmedida de “consume hasta morir”.
Como hemos dicho al principio, los principios del anticonsumismo se basan en cómo y por qué las personas se vuelven consumistas. Por ejemplo, una de las frases del anticonsumismo que más resuena es la del filósofo y lógico británico, Bertrand Russell, quien dijo: “Es la preocupación por las posesiones, más que cualquier otra cosa, lo que nos impide vivir de forma libre y noble”.
Por otro lado, dicen los expertos que el anticonsumismo está asociado a un “profundo discurso activista y político”, y han advertido que es un área de estudio amplia que necesita la comprensión del movimiento antiglobalización en el ámbito del anticonsumo, así como sus características, componentes y sus límites.
Entonces, la cultura del anticapitalismo y anticonsumo es un contraste ante el materialismo, pero a su vez es una fuente de resistencia contra la su contraparte, la cultura del consumo, y contra la comercialización; es un acto de conciencia voluntaria en el que el individuo debe entender las razones para ir contra este mal social, sin que se entienda como una resistencia al éxito y estancamiento económico.
Asimismo, como ejemplos de anticonsumismo, se puede elegir a qué gama de productos y servicios se opone, o si será un caso con productos específicos para limitar el consumo. La idea es buscar que se establezca un consumo sostenible y consciente. También estas las Razones Anti-Consumismo, las cuales son:
Ahora bien anticonsumo está constituido por las 4R, que son reducir, recuperar, reutilizar y reparar. Para ampliar un poco más las características de movimientos del anticonsumo y de esa cultura, definimos las cuatro R a continuación:
Como lo indica su nombre, la primera R del anticonsumismo busca reducir el consumo de bienes que pueden ser descartables. Además, se enfoca en la disminución de la compra de bienes que gasten recursos no renovables.
Por medio del reciclaje, la segunda R se enfoca en recuperar cualquier cosa o bien, mientras sea posible. En este caso, se trata de usar elementos que sean reciclables para crear cosas nuevas o para reparar.
Otra forma de recuperar los bienes para evitar la contaminación ambiental creando más desechos, es mediante la reutilización. La tercera R busca que los grupos en contra del consumismo se enfoquen en reutilizar, ya sea comprando productos usados (ropa, zapatos, mobiliario, etc.), y dejando de seguir las modas cambiantes.
Finalmente, la cuarta R habla de la reparación de objetos que se han roto, pero que aún tienen vida útil a ser reparados. De este modo, se busca crear conciencia sobre el desperdicio y entender que algunas cosas pueden perdurar más si se cuidan bien y, a su vez, no se hacen gastos innecesarios.
La cultura del anticonsumismo, que generalmente se ve como anticapitalismo, tiene ciertos efectos y repercusiones en distintas áreas, y lo explicamos en esta sección.
En el aspecto ecológico, los movimientos anticonsumistas buscan crear conciencia sobre el daño que está sufriendo el medio ambiente por el consumo excesivo de bienes y recursos no renovables.
El consumo de masas se traduce en mayor consumo eléctrico, en más desechos en áreas verdes, y así se añaden otras formas de afectar la biodiversidad de la tierra. Es por ello que el anticonsumismo se enfoca en que se implemente un consumo sustentable, sostenible y amigable con el medioambiente.
En el área de la economía el anticonsumismo se puede evidenciar de dos formas: el boicot y el consumo crítico. La primera forma tiene que ver con la interrupción planeada y temporal del consumo de bienes y servicios específicos; es decir, el usuario fija una posición para que pueda ser repetida por la sociedad y, de esta forma, los productores se ven en la obligación de abandonar los comportamientos dañinos o puede verse afectado seriamente a nivel económico.
Por otro lado, la segunda forma tiene que ver con la elección concreta de los productos que se van a comprar. Es decir, las personas que son anticonsumistas evalúan bien el origen del producto, su precio, calidad, y también se basan en sus criterios para no adquirir bienes que, por ejemplo, fueron probados en animales o no son amigables con el medio ambiente. Este tipo de pensamiento ha hecho que muchas empresas cuestionen sus valores, principios y la forma en la que venden sus productos y servicios.
Siguiendo la misma línea de pensamiento, el marketing o el área de la mercadotecnia se ve afectado de una forma que podría ser buena o mala, pues cuando hablamos de publicidad y de transmitir un mensaje, este es uno de los medios más efectivos. De este modo, es más fácil crear conciencia sobre los beneficios de un consumo más crítico y responsable, que apoyar campañas que refuercen la idea de que el consumismo es la única forma de vida que existe.
Entonces, las empresas no solo se verán afectadas en su línea económica, sino también en su línea de pensamiento. Por supuesto, no es que todas las empresas de publicidad estarán al tanto de lo que dicen los movimientos anticonsumo, pero cada vez más están cayendo en cuenta de lo que se puede lograr con pensamientos aplicados a las 4R.
El anticonsumismo puede estar conformado por pequeños grupos de personas que promueven la ideología o por grandes movimientos que se encargan de expandir la verdad sobre las consecuencias del consumismo para la sociedad y el medio ambiente.
El médico y autor canadiense Serge Mongeau es el cofundador de la Red de Quebec para la Simplicidad Voluntaria, que se creó en 1978, y por eso Mongeau es considerado el padre de este movimiento en Canadá. Con respecto a su visión de llevar una vida simple, dijo que se inspiró en la vida de crisis que vivió su madre en los años 30 y en el escultismo, “que me enseñó a sacar más con menos”. Asimismo, argumentó:
«No experimentamos ningún sentimiento de privación en la simplicidad voluntaria. No elegimos tener menos dinero, sino necesitar menos dinero (…) No es la posesión de bienes lo que da sentido a la vida. Cuando revises tu vida, no dirás: ‘¡Oh, yo tenía la mejor cortadora de césped del vecindario!’»
Asimismo, Mongeau advierte que un sistema que se basa en el consumo sin fin “conduce con precisión matemática a la destrucción del medio ambiente, el nuestro”.
Uno de los principales logros del anticonsumismo es Buy Nothing Day o El día de no comprar nada, el cual se celebró por primera vez en septiembre de 1992, gracias al artista canadiense, Ted Dave. Esta es una fiesta internacional de protesta, una resistencia global contra el Black Friday (Viernes Negro) y también es una forma de crear conciencia, para recordar que es imperatco reconocer el impacto devastador del consumismo en nuestro planeta.
El Buy Nothing Day fue fundado en Vancouver, Canadá, y se celebra el viernes después del Día de Acción de Gracia estadounidense; es un día para visualizar el problema social que representa el consumismo sin medidas. Tras la creación del Buy Nothing Day, más de 65 países se sumaron a la causa y comenzaron a aparecer campañas para tener un día de reflexión similar en el Reino Unido, Israel, Austria, Alemania, Nueva Zelanda, Japón, los Países Bajos, Francia, Noruega y también en los Estados Unidos.
Este movimiento internacional, que se traduce como Proyecto para no comprar nada, inició en 2013 en Estados Unidos, de la mano de Rebeca Rockefeller y Liesl Clark, dos amigas que crearon un grupo en Bainbridge Island, Washington, donde las personas podían encontrarse para intercambiar cosas sin dinero de por medio.
La idea se expandió por redes sociales como Facebook y cada vez más se fueron sumando más participantes (más de 1,5 millones) al movimiento que se basa en la “economía gratuita” y se empiezan a aplicar las 4R del anticonsumismo, puesto que la gente puede reutilizar, intercambiar y darle una vida útil a sus bienes. De acuerdo a Rebeca y Liesl, la idea de no comprar nada nuevo (o usado) “se ha transformado en un estilo de vida”.
Otra forma de coincidir con esta ideología es hacer eco de su forma de funcionar. En este caso, No Logo es un libro que fue escrito por la periodista Naomi Klein en el año 2000, el cual arroja luces sobre prácticas insidiosas y los efectos del marketing, del poder de las multinacionales y habla de cómo el consumismo incrementaría su presencia en el curso del siglo XXI.
El libro es una crítica cultural que investiga cómo se mueve dinero, el movimiento anticorporativo, el marketing y como abre los caminos para que las personas caigan en el consumo masivo como estilo de vida, proveedor de la felicidad y de estatus social.
Para finalizar, aunque se han sentado las bases sobre las razones para apoyar al anticonsumismo, más que todo como una forma de anticapitalismo, los expertos en el tema sugieren que es necesario que se sigan estudiando, tanto desde el punto de vista de la política pública como la social, para poder ilustrar mejor los efectos del materialismo y del consumo excesivo. Comprender las implicaciones y las propuestas del anticonsumo debería traducirse en el bienestar colectivo.