Saber escuchar es una gran habilidad y, en el mundo empresarial, marca la diferencia entre un buen líder y un simple jefe; o entre una persona empática y una que no lo es tanto.
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Según los expertos en coaching y desarrollo profesional, solo 1 de 4 líderes se esfuerza por escuchar a aquellos que están a su cargo, pero en ese intento muchas veces suelen perder el rumbo al no contar con referencias clave ni técnicas eficientes para ello.
Para lograr escuchar a los demás e inspirar empatía en el entono laboral y personal, hay que tener en cuenta un simple consejo:
«Sé paciente y no te adelantes a los acontecimientos»
Para muchas personas es bastante difícil aprender a escuchar porque sencillamente están más pendientes de lo que van a contestar durante una conversación. Este gran error de intentar anticiparse constantemente y pensar en lo que se va a decir en lugar de prestar la debida atención al planteamiento del otro interlocutor es lo que rompe la comunicación.
Como consecuencia, no hay un procesamiento correcto de las ideas expresadas por el otro y, por ende, no se generan respuestas asertivas. Esto deviene en una conversación poco productiva, donde la otra persona se siente apresurada, discutida y poco escuchada o incomprendida.
Una técnica bastante sencilla, pero que puede dar maravillosos resultados en la escucha activa es la que propone el psicólogo Kenneth E. Miller:
«Antes de responder en una conversación, respira. No tiene que ser un aliento enorme, fuerte y obvio que grite: ‘¡Estoy probando una nueva técnica para escuchar mejor!’ No, solo una respiración normal, simple y ordinaria. Eso es todo. Toda la técnica, ahí mismo”.
Según Miller, esta sencilla pero poderosa técnica permite la profundización de las ideas y pensamientos propios en concordancia con los que la otra persona está expresando. Y también se corre menor riesgo de interrumpir al otro con tanta frecuencia.
Al principio, se puede sentir un poco de ansiedad al practicar esta técnica, pues estamos acostumbrados a mantener conversaciones en piloto automático, donde interrumpimos para terminar la oración de la otra persona, sin llevar la conversación a ningún lugar productivo.
Esta pequeña pausa suele brindarle al otro interlocutor la sensación de que está en confianza y que puede expresar más y mejores ideas y elaborarlas de manera completa. Abre espacio a la reflexión sincera, donde el otro puede valorar sus sentimientos sobre el tema del que se habla. De esta manera, se logra una interacción mucho más enriquecedora.
Con la práctica constante de esta simple técnica, el interlocutor logra adoptar una posición más relajada, en la que siente que sus ideas son valoradas en su justa apreciación, donde no es interrumpido en lo absoluto.
A menudo, el otro puede reaccionar a estos espacios breves de silencio con incomodidad, apresurándose a llenar los mismos con frases apresuradas. Cuando este sea el caso, se puede acortar el momento de respiración, de manera que la pausa sea más breve y menos incómoda.
Pero, en general, esta es una de las técnicas más efectivas para convertirse no solo en un mejor oyente, sino en uno más empático.