Venezuela, como una gran parte de los países de América Latina, constituyó una colonia administrada por la Corona española por más de trescientos años. De ese prolongado lapso de tiempo, hoy en día es posible ver una gran cantidad de piezas, obras, monumentos y patrimonios que forman parte del arte colonial venezolano, que más que ser un ámbito de admiración, relatan a propios y extraños una de las épocas políticas, económicas y sociales más importantes de la hoy república. Si quieres conocer a profundidad qué es el arte colonial venezolano, no te pierdas este interesante artículo, que destaca todo lo relacionado a una de las artes venezolanas más reconocidas en América y el mundo.
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Para iniciar, es importante hacer un recorrido por los rasgos teóricos fundamentales que permiten la contextualización del arte colonial venezolano, ya que éste es uno de los vestigios más notables de la vida de Venezuela como colonia española que aún pueden ser admirados en la actualidad. Descubre a continuación qué es arte colonial venezolano a mayor profundidad.
Se denomina arte colonial venezolano al compendio de piezas artísticas creadas entre los siglos XVI y XVIII en la otrora Capitanía General de Venezuela, administrada en esa época por la Corona española. La marcada influencia europea es una de las principales características del arte colonial venezolano, estilo que surgió como manifestación social, económica y política de una sociedad que buscaba adaptarse a los elementos propios del viejo continente, rasgo preponderante sobre todo en las clases sociales más acomodadas de la población de la Colonia.
Las artes venezolanas durante la época colonial resultan ser una notoria expresión de los acontecimientos más importantes en el ámbito político, económico y social de la entonces colonia española. Para conocer en detalle lo resaltante de esta época artística, haremos énfasis en los factores que condicionaron el origen del arte colonial venezolano y su adaptación dentro de la sociedad de aquel entonces.
Durante la época colonial, la formación social en Venezuela sufrió considerables cambios, luego del complejo proceso de conquista llevado a cabo en el siglo XVI por colonizadores españoles y, en menor proporción, alemanes. La población aborigen, habitante originaria del territorio que hoy comprende el país, fue rápidamente dominada por los descubridores, quienes fomentaron en los indígenas un paulatino proceso de conversión al catolicismo. En ese contexto, se llevaron a cabo destacados intercambios étnicos que, luego de la incorporación de la mano de obra africana al ámbito económico, concretaron el mestizaje que sigue predominando en suelo venezolano.
Para los siglos siguientes, la población aborigen y de color ejercía labores de esclavitud al servicio de sus propietarios y de mano de obra en las fuertes faenas del campo. La sociedad venezolana, determinada por la posición económica y política, estaba liderada por los llamados blancos peninsulares, grupo compuesto por personalidades de importancia, enviadas directamente de la Península para ocupar cargos administrativos y políticos.
En segundo lugar, se encontraban los descendientes de los hombres que concretaron la conquista del territorio, denominados blancos criollos o mantuanos, quienes heredaron significativas propiedades (bienes muebles, inmuebles y esclavos) y se hicieron de un importante dominio en la economía local.
Por otra parte, los blancos de orilla, clase integrada principalmente por personas originarias de las islas Canarias, ejecutaban el comercio al detal y labores de artesanía, trabajos despreciados por los criollos por considerarlos como oficios impropios. Otro grupo étnico que dejó importantes huellas dentro de la artesanía venezolana de esa época fueron los pardos, que no eran más que el producto del mestizaje social vivido durante esos siglos y que conformaban la mayoría de esa sociedad colonial tan diferenciada.
Por su linaje, los criollos eran catalogados la clase culta de esta sociedad, por lo que muchos ámbitos culturales de esa época, como las artes musicales en la Venezuela colonial, fueron impulsados por personajes miembros de este renombrado grupo social. Cabe destacar también que otras formas de recreación y entretenimiento, más que todo inspiradas en la cultura europea, fueron asimiladas por estos grupos poderosos para su disfrute. Un ejemplo de ello son las artes escénicas en la Venezuela colonial.
Muchos de estos mantuanos fueron inmortalizados en varias pinturas del arte colonial venezolano, luciendo algunos sus títulos nobiliarios y reconocimientos propios de su abolengo aristocrático. Otros, por su parte, dieron cuantiosas donaciones monetarias y de terrenos para la construcción de importantes edificaciones, sobre todo para fines residenciales, religiosos y militares, que hoy en día conforman el patrimonio arquitectónico y son clara muestra del arte barroco en Venezuela.
Para comprender mejor qué es la pintura colonial venezolana, solo hay que fijarse en ciertos rasgos particulares en las piezas de arte que datan de la época en cuestión, pasa así notar cuáles eran los gustos e influencias que predominaban en los cuadros de ese contexto y su importancia dentro de las artes venezolanas.
A continuación, reseñamos algunas de las pinturas venezolanas y sus autores, los cuales marcaron un importante precedente dentro de las artes venezolanas en general por sus creaciones magníficas. En el arte colonial venezolano en pintura se encuentra:
Esta pieza pictórica fue realizada por Juan Pedro López, uno de los más reconocidos creadores del arte colonial venezolano, que no solo destacó en la pintura, sino también como escultor y dorador. Este óleo sobre tela, con influencia de la imaginería hispánica y mexicana, es una representación de la advocación mariana de Nuestra Señora de la Merced, adorada durante la colonia venezolana por ser la abogada de los terremotos y de las siembras de cacao, el rubro económico más importante de la provincia de Caracas.
Se trata de un retablo que durante la época colonial reposó en la Catedral Metropolitana para rendir culto a la virgen nacida luego de que Caracas fuera nombrada Ciudad Mariana en 1763 por el obispo de Venezuela Diego Antonio Diez Madroñero.
El retablo muestra a la imagen suspendida en el cielo, divisando a la ciudad, acompañada de Dios y rodeados ambos de tiernos querubines. La autoría de este óleo es adjudicada a la denominada Escuela de los Landaeta, una familia de artistas que pertenecían al grupo social de pardos libres y que crearon innumerables obras.
Como muchos aristócratas de la época, Juan Domingo Mijares de Solórzano y Tovar quedaría retratado para la posteridad. De la mano del pardo José Lorenzo Zurita, el pintor inmortalizó al primer criollo que recibió un título nobiliario en la provincia de Venezuela, lo cual muestra la importancia de esta obra pictórica que sería el antecedente de una serie de piezas coloniales originadas bajo la misma temática de pintar a personajes notables de la sociedad venezolana.
Otra de las disciplinas de las artes venezolanas con huellas del pasado colonial es la arquitectura, que hoy compone uno de los patrimonios monumentales más antiguos del país y que puede seguir admirándose en las principales localidades venezolanas. La arquitectura del arte colonial en Venezuela y Latinoamérica es una de las principales reliquias de ese pasado tan significativo para la región, sobre todo por combinar la transculturización vivida en ese momento histórico. Entre sus características se encuentran:
El arte barroco en Venezuela fue el estilo que predominó en las edificaciones e infraestructuras de la época colonial. Apareció a fines del siglo XVII como expresión de la prosperidad que vivía la Capitanía General producto de las labores de la compañía Guipuzcoana. Lo barroco se manifestó en ornamentaciones recargadas, enormes portales y destacados elementos decorativos.
Las casas residenciales eran construidas siguiendo los patrones españoles, ubicadas alrededor de una plaza mayor y reflejando la importancia de la familia dueña de la vivienda. Así, los principales nobles y propietarios, tenían sus moradas cerca de la catedral. Esta es una de las más destacadas características del arte colonial en Venezuela en el aspecto arquitectónico.
Tanto las casas urbanas como las de campo generalmente, eran construidas de una sola planta, a manera de prevenir los efectos de los movimientos sísmicos que habían sido constantes durante la época. Por su parte, las viviendas ubicadas en la costa y asentamientos rurales contaban con dos pisos, siendo engalanadas con amplios balcones.
Los enormes ventanales de las construcciones civiles van a ser el elemento más destacado de la arquitectura colonial. Contaban con enrejados que se sostenían de repisas y se cubrían con guardapolvos, simulando el estilo andaluz; las rejas eran construidas tanto de hierro forjado como de madera.
Otro de los ornatos más destacados fueron los portales de cada edificación, donde se ponían gran empeño decorativo a partir de diversos materiales. Eran engalanados con el escudo de armas de la familia habitante de la casa.
La arquitectura religiosa va a ser otra de las expresiones más resaltantes de la colonia, con templos compuestos por una planta rectangular, tres naves y erigidos a partir de madera, barro, paja y tejas. Dentro de las iglesias principales, las familias principales contaban con capillas privadas tanto para orar como para sepultar a sus deudos.
Dentro del patrimonio arquitectónico venezolano, resaltan los edificios erigidos durante la época colonial, sobre todo los de carácter civil, religioso y militar. Entre los más importantes se encuentran:
Llamada oficialmente Catedral Metropolitana de Santa Ana, fue erigida a partir de 1665 de la mano de Juan de Medina, para sustituir el anterior templo que fue destruido a causa del terremoto que asoló a la ciudad en 1641. Concluida la construcción en 1674, el templo ha sufrido numerosas modificaciones, como las de su fachada, levantada en 1771 por Francisco Andrés de Meneses y la reducción de su torre luego de otro sismo que dañó significativamente a la iglesia en 1812.
Se trata de una planta basilical de cinco naves, una torre de campanario con cuatro cuerpos y con un reloj que emite sonidos cada hora. Dentro del templo, se encuentran capillas privadas pertenecientes a las antiguas familias principales de la ciudad, como por ejemplo, La Trinidad, perteneciente a la familia del Libertador Simón Bolívar.
Fue concebida en 1796 como una casa de campo para la familia del capitán Juan Javier Mijares de Solórzano, descendiente del primer marqués de Mijares. Se construyó en las entonces riberas del río Anauco, rodeada de hermosos sembradíos de café y otros árboles frutales y ornamentales. Consta de una planta con varios niveles, dos patios internos, pasillo exterior y entrada lateral.
Luego de pasar a ser propiedad de varias figuras renombradas en la sociedad caraqueña, además de ser el último lugar donde se hospedó Simón Bolívar antes de salir de Venezuela en 1827, la quinta es en la actualidad el Museo de Arte Colonial, institución destinada a mostrar a los visitantes el estilo de vida de la época colonial venezolana.
Se localiza en la capital del municipio Torres del estado Lara. Culminada en 1787 a expensas de su creador Juan José Balbuena para dedicarla a la Santa Cruz, consta de una sola nave, con campanario bajo, nudillos de madera tallada y con estilo barroco, el cual se extiende hacia su particular fachada principal, una de las más representativas de Venezuela, por expresar la conciliación de creencias católicas y originarias, como se ve en los ornamentos en forma de cuernos combinados con cruces.
La escultura del arte colonial venezolano muestra al público muchas de las renombradas piezas, en su mayoría religiosas, que hoy siguen permaneciendo en los principales templos del país o bien, se encuentran en resguardo en instituciones públicas y privadas. Las importantes figuras talladas en esa época reflejan el exquisito trabajo hecho por los artesanos de ese entonces. De las más notables características del arte colonial venezolano en escultura tenemos:
La protectora del cacao y abogada de los terremotos fue profundamente venerada en la provincia de Caracas, región que concentraba a la mayor parte de la población venezolana, concretamente la más acaudalada. Por eso, cuando la figura original de la advocación mariana sufrió considerables daños a causa del terremoto de 1766, la ciudad no dudó en sustituirla por una escultura cuya modelo fue nada menos que una de las distinguidas hijas de la localidad. Así, la figura «caraqueña», hoy llamada La Grande, es venerada por los fieles que visitan el templo de Las Mercedes desde tiempos coloniales.
La figura del santo andaluz llegó a Venezuela en 1625 por pedido de los conquistadores del área que hoy ocupa la ciudad de Ocumare del Tuy, a modo de apaciguar a los indígenas quiriquires que moraban la localidad. El fervor por la imagen hizo que se erigiera una iglesia dedicada al santo, que hoy en día es el patrono de la ciudad ya mencionada.
Aunque las variadas imágenes del arte colonial venezolano expresan los más hermosos rasgos estéticos de esa época, lo cierto es que las variadas disciplinas artísticas de ese contexto se vieron condicionadas por la lucha de clases generada dentro de la sociedad de aquel entonces, específicamente llevada a cabo entre peninsulares y mantuanos que disputaban el poder en el territorio. Una población marcada profundamente por la religiosidad y el dominio de las clases altas, son algunas de las manifestaciones que podemos ver en las artes venezolanas resultantes dentro de la colonia y que, en tiempos actuales, forman parte del legado patrimonial, artístico y monumental de la nación por contar, visualmente hablando, el esplendor que se vivió durante ese importante contexto histórico.
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