La historia es más enrevesada que el propio hecho en sí. En aquellos días se vivían en la antigua Unión Soviética momentos de cambio y reformas, aunque continuaba siendo una potencia militar de primer orden. Lo que hace más sorprendente que aquella avioneta lograse esquivar las poderosas defensas aéreas del gigante soviético en plena Guerra Fría.
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Un poco de contexto
Para tomar consciencia de lo delicado de la situación, el 1 de septiembre 1983 un caza soviético había derribado un avión civil comercial de Corea del Sur que había entrado por error en su espacio aéreo cuando realizaba una ruta entre Nueva York y Seúl, con un saldo de 269 fallecidos. Vamos, que no les temblaba el pulso a la hora de defender su territorio.
Como si se tratara de una película de acción, la avioneta aterrizó sin grandes problemas y de su cabina saltó un joven de tan solo 19 años con toda la tranquilidad del mundo. En ese momento nadie le conocía, pero pocas horas después su nombre saltó a la fama. Mathias Rust, un joven alemán, había desafiado las defensas militares antiaéreas soviéticas y había llegado hasta el mismo corazón de Moscú, su foto fue portada de todos los periódicos occidentales.
Eran las 19:00 horas cuando saltó de la cabina y se puso a saludar a la gente que comenzaba a rodear la avioneta con caras de estupor. «Estoy aquí en una misión de paz de Alemania», y la sorpresa aumentó cuando se enteraron de que no era de la Alemania «amiga», si no de la otra, de la República Federal Alemana.
Momento biográfico
La pregunta que se hacía todo el mundo, bueno, las preguntas, iban desde ¿quién es Mathias Rust? ¿qué pretendía? ¿había puesto en jaque la seguridad mundial? ¿cómo lo pudo hacer?
Mathias, con muy poca experiencia de vuelo, despegó unos días antes de un aeródromo cercano a Hamburgo rumbo a Islandia. La siguiente etapa de vuelo le llevó a sobrevolar Noruega y Finlandia, y de ahí pasar a cielo soviético sin ningún problema camino de Moscú. Su pequeña avioneta voló 750 kms sobre territorio de la URSS.
Era muy difícil que aviones soviéticos, los temibles MIG, no salieran a su encuentro, como de hecho así fue y el mismo reconoció. Vio de forma nítida a los dos pilotos y la gran estrella roja identificativa de uno de ellos que se situó muy cerca de él. No había duda, le habían reconocido y su final estaba cercano.
Lo raro es que no le interceptaran, pero en un viaje de este calibre la suerte tiene que estar de tu lado, y le confundieron con otra avioneta que estaba realizando una operación de rescate en la misma zona, por lo que a los pocos minutos el MIG se retiró de su vista y pudo continuar el vuelo sin incidentes reseñables. Hablamos de suerte, pero es que Rust la tuvo toda, porque para llegar a su destino hubo una cascada de errores humanos increíbles.
Según dijo en el juicio una vez detenido por las autoridades soviéticas, venía en una misión de paz, quería tender un puente imaginario de diálogo entre las dos grandes potencias del momento, entre los dos grandes bloques que lideraban las relaciones internacionales. Desde el principio se dudó de sus verdaderas intenciones.
Años después ya en su Alemania natal, sus problemas de salud mental, con un intento de suicidio y delitos de agresión, robo y fraude, saltaron a la palestra y sembraron de dudas a los que antes le consideraban un héroe. Y aparecieron teorías conspiratorias respecto a su verdadera intención, situando en primer lugar la idea de que en realidad quería estrellar su avioneta contra el propio Kremlin.
Final
Como decíamos antes, la URSS vivía a finales de la década de los 80 un momento de cambio liderado por el reformista Mijaíl Gorbachov quien aprovechó el incidente para apuntalar sus políticas. Despidió de forma instantánea, entre otros, al Ministro de Defensa y al Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea soviética, ambos contrarios a sus reformas, y fueron sustituidos por personas de su plena confianza. Y la limpia no quedó ahí, se calcula que mas de 150 funcionarios soviéticos perdieron su empleo.
Mathias Rust fue detenido al poco tiempo de su aterrizaje y el 2 de septiembre de ese mismo año fue juzgado y condenado a cuatro años de cárcel, que no llegó a cumplir, en la cárcel de Lefortovo, volviendo a casa el 3 de agosto de 1988. La suerte siguió de su lado, si hubiera sucedido todo esto diez o quince años antes, seguramente no hubiéramos vuelto a saber nada de Mathias Rust, es más, no creo que hubiera llegado tan lejos en su temerario viaje, pero a finales de la década de los 80 Gorbachov y sus reformas en Moscú le permitiría salir airoso de este embrollo.
Recibido como un héroe rápidamente se vio envuelto en problemas con la justicia como ya hemos comentado. Vuelta a prisión, aunque esta vez se benefició del estado de su salud mental, como argumentó su abogado defensor, secuela de su estancia en Lefortovo, que le acortó el tiempo de condena. Eso sí, perdió el favor del gran público y cayó en el ostracismo.
Años después no se arrepiente de nada y se considera protagonista del derrumbe de la URSS. «Estoy convencido de que le permití (a Gorbachov) llevar a cabo su perestroika y glasnost con mucha mayor rapidez de lo que lo habría hecho sin mí».
Y la avioneta, ¿qué pasó con la famosa Cessna? Ahora está expuesta en el Museum fuer Verkehr und Technik de Berlín
Comentan que la razón tal de su aventura fue pedir la llevaron de Rudolf Hess, el último prisionero de la cárcel de Spandau… En todo caso un hecho inaudito e increíble