Williamsburg, Brooklyn (Enzo Ticà, Unsplash).
Bienvenidos a Williamsburg, Brooklyn, donde los hasídicos y los hipsters han encontrado una manera peculiar de compartir las aceras.
Si alguna vez te has preguntado cómo se ve la convivencia entre hombres con sombreros negros de fieltro y jóvenes con gorros de lana artesanales, has venido al lugar correcto.
Williamsburg no siempre fue el epicentro de la barba facial artística y los cafés de especialidad. Todo comenzó en los años 40 y 50 cuando los supervivientes de la shoah, particularmente los seguidores del Rabino Joel Teitelbaum, fundador de la dinastía Satmar, establecieron aquí su nuevo hogar.
Recreémonos por un momento en la escena: un grupo de judíos hasídicos llegando a lo que entonces era un barrio industrial en decadencia, decididos a reconstruir el mundo que habían perdido en Europa.
Williamsburg está dividido en dos mundos que coexisten como el bagel y el lox: perfectamente complementarios pero distintos. Al sur de Division Avenue -el nombre es bastante literal- encontramos la comunidad hasídica, mientras que al norte está el reino de los hipsters. Es como si alguien hubiera dibujado una línea y dijera: “aquí los sombreros negros, allá los gorros de lana”.
Los Satmar son uno de los grupos hasídicos más grandes del mundo y han convertido South Williamsburg en su Jerusalén particular.
Algunas curiosidades que probablemente no sabías:
Cada viernes al atardecer algo mágico ocurre en South Williamsburg: las tiendas cierran, los teléfonos se apagan, y las calles se llenan del sonido de familias caminando hacia la sinagoga. Los temporizadores automáticos (relojes Shabat) se encargan de las luces, y sí, hay ascensores que se desconectan en cada piso automáticamente (elevadores Shabat). Es como si alguien pusiera el barrio en modo avión.
La comida kosher en Williamsburg es una experiencia en sí misma. El restaurante Gottlieb’s ha estado sirviendo delicatessen kosher desde 1962 y su cholent (guiso de Shabat) tiene tantos fans como el concierto de Taylor Swift.
Las panaderías kosher producen jalá (pan trenzado) que haría llorar al gourmet más exigente; también existe algo llamado “comida kosher hípster”, porque incluso el tofu orgánico necesita certificación rabínica.
En los años 90, cuando los artistas comenzaron a mudarse al norte de Williamsburg, nadie imaginaba que crearían uno de los barrios más trendy del mundo. La coexistencia entre hasídicos e hipsters ha producido algunas situaciones curiosas: tiendas de bicicletas vintage junto a tiendas de pelucas kosher, cervecerías artesanales al lado de panaderías de jalá, food trucks gourmet compartiendo calle con restaurantes glatt kosher o grafitis artísticos junto a carteles en yiddish.
Y es que mientras los niños hipster aprenden sobre agricultura orgánica en escuelas Montessori, los niños hasídicos estudian en yeshivas tradicionales. Las escuelas hasídicas (jeder para niños y beis yaakov para niñas) mantienen viva una tradición educativa milenaria. Y sí, probablemente, son los únicos niños en Brooklyn que no están pegados todo el día a un iPad.
A pesar de las diferencias evidentes, hasídicos e hipsters comparten más de lo que parece: ambos grupos son muy particulares sobre su vestimenta, los dos valoran la autenticidad y la tradición, lucen barbas impresionantes por razones muy distintas y los dos grupos son expertos en gentrificar (aunque los hasídicos lo llevan haciendo desde antes que fuera cool).
En definitiva, Williamsburg es la prueba viviente de que la diversidad funciona, incluso cuando parece improbable. Si visitas este barrio recuerda que estás presenciando uno de los experimentos sociales más fascinantes de Nueva York. Y puedes tomar fotos, pero sé respetuoso: nadie quiere ser tratado como una exhibición de museo, ya sea que lleves un streimel (sombrero de piel hasídico) o unos auriculares vintage.