Conocido por ser un deporte que combina el fútbol con el rugby y las artes marciales mixtas, el Calcio Fiorentino nació durante el Siglo XVI en Florencia, Italia, para los aristócratas, quienes lo jugaban todas las noches entre la Epifanía y la Cuaresma. De hecho, los papas Clemente VII, León XI y Urbano VIII lo practicaban.
Aunque algunos afirmen lo contrario, no solo era una celebración por el Carnaval. Tras permanecer durante dos siglos en el olvido, resucitó en el siglo XX para disputarse tres veces al año, durante la tercera semana de junio en la Plaza Santa Cruz, y convertirse en una de las disciplinas más violentas que se hayan conocido.
El torneo está conformado por cuatro equipos que representan a los barrios más antiguos de Florencia por sus colores: Santa Croce o Azzurri (azules), Santa Maria Novella o Rossi (rojos), Santo Spirito o Bianchi (blancos) y San Giovanni o Verdi (verdes).
Se practica con dos conjuntos de 27 jugadores (cuatro son porteros, tres defensas, cinco centrocampistas y 15 delanteros) con la libertad de emplear codazos, puñetazos, cabezazos y de estrangular al oponente, aunque están prohibidos golpes bajos y patadas en la cabeza.
El objetivo del Calcio Fiorentino no es hacerle daño al contrario, sino usar manos y pies para marcar cacce (goles) dentro de uno de los agujeros de la red, ubicado en los extremos de la plaza que posee medidas parecidas a las de un campo de fútbol, con la diferencia de que está cubierto de arena.
La antesala consiste en un desfile por el centro de la ciudad. Cada encuentro dura 50 minutos, con ocho colegiados entre jueces de línea y maestros de campo, quienes cuentan los cacce de las escuadras que cambiaban de lado tras cada anotación. No está permitido realizar sustituciones por los jugadores heridos o expulsados.
El equipo que resulta ganador recibe como premio una cena. Anteriormente, los jugadores eran condecorados con una Chianina, que es un tipo de ganado.