Tras aprobarse la ley de la Memoria Histórica, los “políticos“ de nuestro país se lanzaron, cual jauría hambrienta, a atacarla con el objetivo de perjudicar al partido de gobierno que la había propuesto. Cambiado el gobierno en las siguientes elecciones, sin abandonar ese primer objetivo de desestabilización, las urgencias ante la crisis eran otras.
Paseo del Prado:
Historia y lugares emblemáticos del bulevar de Madrid patrimonio de la humanidad
Era necesario acortar el gasto, y al no interesar políticamente meter mucho la mano en los bolsillos de los españoles en forma de nuevos impuestos, era mejor recortar de donde fuese apretando, cuál garrote vil de la injusticia.
Más es ese un tema al que habrá quien dedique sus esfuerzos en otros foros. No seré yo quien lo haga, pues mi tema es comentar un hecho histórico que se viene sucediendo, cada vez que se produce un cambio político.
Quiero centrarme en la ciudad de Valencia, durante el cambio de Monarquía a Republica, a partir del 14 de abril de 1931, cuando fue proclamada esta, se hace necesario emprender acciones encaminadas a demostrar que algo ha cambiado. Es entonces cuando comienzan a cambiarse los nombres de calles y plazas de la ciudad.
El sentimiento republicano, no encaja nada bien con la monarquía y con la iglesia, y en ese movimiento de cambiar los nombres de calles y plazas, las primeras en sufrirlo fueron las que hacían referencia a alguno de estos dos casos, o las que chocaban con el espíritu republicano.
Durante la capitalidad republicana de la ciudad, esa fiebre de cambiar los nombres llegó, incluso, al Presidente de la República, don Manuel Azaña, que hace el siguiente comentario en sus diarios:
“Inocente manía que parece responder a la ilusión de borrar el pasado hasta en sus vestigios más anodinos y apoderarse del presente y del mañana (…) En Valencia han aparecido una plaza “de los derechos del Niño”. Y la antigua calle de la Cultura se llama “de las Milicias de las Juventudes Socialistas Unificadas”. Comisión telegráfica. Una mística (…) reemplazada por otra”.
Con ser muchas las que cambiaron de titularidad, para nada puede compararse con las que lo serían a partir del 31 de marzo de 1939, tras el final de la Guerra Civil, y la desaparición total de la Segunda República Española, sustituida por el régimen totalitario y dictatorial de los vencedores. Este cambio no pretende cambiar la simbología anterior, es el cambio del rencor, del miedo, de la venganza.
Algunos de estos casos:
Así podríamos seguir hasta enumerar las más de 400 calles y plazas que cambiaron de nombre. En vista de estos antecedentes, no creo que sea lo más adecuado poner, en la actualidad, el grito en el cielo.