“La esperanza no es lo mismo que el optimismo. No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte. ” – Vaclav Havel
Vamos a mirar al cielo. Olvidemos por un momento todas las circunstancias que nos preocupan y nos paralizan. No miremos al frente, no miremos atrás. Busquemos allá donde hay paz, felicidad, amor, donde no llega la maldad del hombre. Miremos las estrellas, la luna, el sol, porque donde está nuestra idea, está nuestro futuro.
Sí. Así, sin miedo, vamos, ya no mas silencio. Gritemos fuerte, hagámonos oír, que las estrellas nos escuchen, retemos a la montaña que hemos de mover. Y cuando nuestra molestia haya cesado y nos hayamos calmado, cuando nuestra alma haya soltado su última gota de dolor y de molestia, entonces calmemonos, y escuchemos. Es nuestra alma la que habla por esos labios que no son capaces de abrirse. Escuchemos bien. Porque lo que sintamos en ese instante, será nuestra vida, será nuestro futuro.
Nada fácil es vivir y saber vivir. Ser auténtico y no ser despreciado por ello. Arriesgarse a vivir, ganando o perdiendo, salir de la batalla y seguir vivo, y salir sonriendo. No hemos luchado una vida para ser auténticos. Ese ha sido quizás el mas dañino de los convencionalismos sociales. Nos han obligado a vivir con modismos sociales que no son los nuestros, y hemos asumido una forma de vida falsa, una forma de vivir, una forma de morir. Y es ahí, en soledad, que crecemos ya que quien de verdad siente, vive y ama, es el primero que pierde, es el primero que llora porque cree que fracasó. Y el que llora una vez piensa que perdió, el que llora dos veces o se levanta o sigue llorando, y el que llora tres veces, o pierde, o llorará mil veces o se levanta y lucha hasta encontrar su felicidad.
No estamos solos. Parece fácil de decir. No estamos solo. Son tres palabras y apenas si las separa un profundo dolor que solo conoce el alma. No estamos solos. Si hemos dudado de nuestra capacidad por un instante, estoy seguro que el corazón ha lanzado un grito de rebeldía. No estamos solos. Y si aún luchamos, si aún suspiramos por un sueño, es que en el fondo esa esperanza que creíamos inexistente todavía vive en el fondo de nuestra alma. Y se quiere mostrar. Y robarle al miedo a esa sonrisa perdida, ese deseo entre nuestros sueños. No estamos solos.
“Si quieres volar, deja ir todo lo que te sujeta.” Buddha
Llegó el momento, caminemos juntos, no estamos solos. El mundo se mueve a un ritmo y nosotros a otro. Y hasta que no aprendamos, el mundo será un reto, en el que sólo se moverán los mas motivados, buscando oxígeno, aprisionados por paredes que en realidad no son más que convencionalismos sociales. Por eso sufrimos, porque sabemos que los muros son sólo eso, pero no nos atrevemos a cruzarlos.
¿Qué es la valentía sino un toque de locura en un mundo de racionales? ¿Y qué es la felicidad sino la alegría del que escapa de la muerte? Las malas circunstancias son simples excusas para no luchar. Porque si afinamos el oído, si dejamos volar nuestra mente, entonces descubriremos que la locura no es más que un punto de vista de un tercero, y que el éxito siempre estará mil veces más cerca del que lucha y se arriesga por sus metas que del que se deja caer por la derrota.
Seamos locos, luchemos contra la sociedad. Un hombre intranquilo es un ser que ha renunciado a la esperanza, que no acepta la idea de volver a llorar. Pobre vida, la del hombre que no se atreve a llorar, porque jamás conseguirá reír. Para vivir hemos de morir. Morir a la ira, al dolor, a la tristeza. Renacer en la felicidad como antes hemos andado en las sombras. Todo es atreverse a vivir, a sentir, a ser uno mismo y a quererse como tal.
Quien se arriesga a irse no se marcha. La vida no termina con la pérdida, continua en la vida de los que luchan y la vida de los que van llegando. Y quien lucha de verdad, no ha de llorar las derrotas, sino reír de las experiencias que la vida le ha hecho posible. Llorar después de la derrota, es traicionar a la vida que tanto nos ha dado. Por eso lloremos, con todo. Pero despuésvamos a reir el triple, para que nunca olvidemos el tamaño de nuestro reto.
«El agua no ofrece resistencia. El agua fluye. Siempre va a donde quiere, y al final nada puede oponerse a ella. Las gotas de agua pueden erosionar la piedra. Recuerda que eres mitad agua. Si no puedes atravesar un obstáculo, rodéalo. Es lo que hace el agua». – Margaret Atwood.