Al año se generan toneladas de desechos tóxicos en todo el planeta, pero poca gente se pregunta qué pasa con ellos. Sabemos que son dañinos para la salud, pero no sabríamos responder a la mayoría de interrogantes que surgen en torno a este tema. En los cementerios nucleares están todas las respuestas.
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Los cementerios nucleares no son otra cosa que los lugares destinados al entierro definitivo de residuos radiactivos producidos en reacciones nucleares, aunque coloquialmente también se utiliza el término para referirse a cualquier sitio de almacenaje de estas sustancias, independientemente de su clase.
Estos desechos radiactivos, que pueden estar en forma líquida, gaseosa o sólida, deben tratarse con extremo cuidado, porque sus átomos son inestables y emiten radiación ionizante peligrosa para la salud humana. Y para eso precisamente existen los cementerios nucleares, donde estos elementos se guardan según su tipo.
Atendiendo a lo anterior, hay que destacar que existen tres tipos de residuos radiactivos: de baja actividad, de media actividad y de alta actividad, cada uno con diferentes periodos de desintegración.
También hay ciertos criterios que se tienen en cuenta al momento de tratar estas sustancias y determinar cuál será el método para su almacenamiento definitivo: su origen, nivel y duración de radiotoxicidad, peligrosidad, estado físico, larga o corta vida de sus isotopos, intensidad de las radiaciones penetrantes y propiedades (compactables o no compactables, incinerables o no incinerables, metálicos).
Según la Unión Europea, estos tipos de residuos nucleares emiten pequeñas cantidades de radiación, no desprenden calor y suelen ser menos contaminantes. Generalmente están conformados por los desechos de hospitales e instalaciones radiactivas de uso médico (aparatos de rayos X y radioterapia).
Son aquellos que se producen de las actividades mineras y en la operación y desmantelamiento de centrales nucleares y de organismos de investigación (básicamente toda la ropa, herramientas y cualquier material utilizado).
Y aunque son menos peligrosos que los residuos de alta, se producen en mayor volumen. Tienen un periodo de semidesintegración igual o menor a los 30 años de vida y su radiactividad decae a niveles prácticamente naturales en aproximadamente unos cientos de años. Se depositan en bidones de acero que luego se solidifican con alquitrán, resina o cemento para su traslado al cementerio nuclear.
Estos son los residuos más peligrosos, porque contienen altas concentraciones de radionucleidos (que genera radiaciones ionizantes) y periodos de semidesintegración superiores a 30 años, con actividad radiactiva de miles o decenas de miles de años. Es decir, tienen una toxicidad muy elevada.
Provienen del combustible gastado de centrales nucleares y desprenden calor por el efecto de la desintegración radiactiva. El almacenamiento de residuos nucleares de alta actividad suele hacerse en bajo tierra, en fosas cavadas a gran profundidad en formaciones geológicas estables.
Tienen que gestionarse muy rigurosamente. Un solo gramo de plutonio, por ejemplo, puede contaminar a gran escala y causar cáncer a 1 millón de personas.
Hasta ahora no se ha inventado ningún procedimiento, ni químico ni mecánico, para destruir los desechos radiactivos. La única forma de «deshacerse» de ellos de forma segura es a través de los almacenes nucleares, donde se guardan dependiendo de su tipo, pues hay ciertas sustancias químicas que tienen mayores periodos de semidesintegración y producen más energía ionizante que otras; por lo tanto, representan un peligro mucho mayor.
Los Almacenes Geológicos Profundos (AGP) son aquellos destinados a aislar bajo cientos de metros de profundidad (entre 100 y 500 metros) residuos nucleares de alta actividad o de semiperiodo largo; es decir, durante miles de años, mientras se desintegran o transmutan sus núcleos.
Esto tiene como objetivo eliminar la toxicidad de la muestra y ponerla lejos de toda actividad humana, pero debe hacerse bajo estrictos protocolos, usando un sistema de barreras múltiples naturales y artificiales en formaciones geológicas estables para asegurarla, ya que una fuga puede ser en extremo perjudicial.
En la actualidad solo existe un AGP con licencia para el almacenamiento seguro y permanente de residuos radiactivos transuránidos, ubicado en Nuevo México, aunque solo se recibe la «basura nuclear» proveniente de la investigación y producción de armamento. Se prevé construir otros en Finlandia, Suecia y Francia.
Un Almacén Temporal Centralizado, o ATC por sus siglas, es una instalación igualmente destinada al almacenamiento de residuos radiactivos a medio y largo plazo.
En estas edificaciones, generalmente dispuestas en la superficie o a pocos metros de profundidad, se guardan residuos radiactivos de alta actividad. Son los más edificados, porque actualmente existe la suficiente tecnología para gestionar estas sustancias de forma segura.
El guardado o aislamiento de la sustancia toxica puede realizarse bajo el agua, en las llamadas piscinas; o en seco, a través de contenedores de acero, cobre, hormigón, silicio o bóvedas de circulación de aire (dependiendo del material).
Probablemente el océano fue el almacén nuclear más usado por la humanidad para deshacerse de todo el material radiactivo.
De hecho, hay una gran cantidad de cementerios nucleares submarinos alrededor del mundo, que son fosas oceánicas donde se vertieron grandes cantidades de bidones llenos de elementos radiactivos a partir de la década de los 50 hasta los 80.
Específicamente entre 1949 y 1982 ocho países europeos lanzaron aproximadamente 223.000 envases con residuos nucleares en el Atlántico, que contenían unas 115.000 toneladas de basura radiactiva.
Actualmente hay de 442 centrales nucleares activas en 29 países, y cada una de ella genera toneladas de desechos al año que deben ser almacenados en algún sitio ante la imposibilidad de destruirlos.
Teniendo en cuenta que los desechos radiactivos del mundo son de media y baja actividad, que emiten energía ionizante por cientos y hasta miles de años, más adelante te nombraremos algunos de los cementerios nucleares más conocidos.
Este cementerio nuclear se ubica a 20 millas al este de Carlsbad, en Nuevo México, Estados Unidos, y se encarga del confinamiento permanente de residuos radiactivos transuránidos provenientes de la investigación y de la producción de armamento nuclear.
Lleva operando desde 1999 y se espera que continúe activo hasta más o menos 2070, año en que se estima su clausura. Pero cuya vigilancia continuaría como mínimo unos 100 años después de eso.
Cuenta con salas ubicadas a 650 metros bajo tierra, específicamente en una formación salina de 600 metros de espesor que lleva unos 200 millones de años estable.
No acepta residuos de alta actividad que vengan de plantas nucleares, porque estos desprenden calor, un proceso que a su vez atrae agua y puede llegar a provocar la corrosión de los contenedores.
El cementerio nuclear de Hanford, que ocupa un área igual de grande que la mitad de Italia (más de 150 mil km2), es considerado el lugar más tóxico de Estados Unidos. Incluso lo conocen como el «Chernóbil de América».
Localizado a 360 kilómetros de Seattle, en el estado de Washington, este almacén nuclear, que lleva más de 50 años inactivo, maneja unos 200.000 metros cúbicos de sustancias radiactivas, dispuestos en 177 tanques subterráneos.
En 2017 el colapso de unos puentes en esta central puso en alerta roja a los habitantes de los condados cercanos.
La Isla de las Orquídeas (Lanyu), ubicada en la costa sureste de Taiwán, es un paraíso turístico famoso por sus peces voladores y su atractivo natural, pero también por su cementerio nuclear.
Parte de sus tierras fueron trasformadas en un depósito para más de 112.000 barriles de basura nuclear de Taipower, la estatal que genera y distribuye electricidad en Taiwán y las islas de la República de China, y otras plantas nucleares. La mayoría son de baja actividad.
Estos desechos están organizados en unas 23 zanjas con un diseño multi-barrera, que además están reforzadas por muros de hormigón armado. No hay negocios ni personas a 5 kilómetros a la redonda, solo los 50 y tanto empleados que se encargan de vigilar y clasificar la basura nuclear, cuyo último lote llegó a mediados de los años 90.
Se trata de un cementerio nuclear exclusivo para desechos radiactivos de bajo nivel. Se localiza en la costa oeste de Cumbria, un condado de Inglaterra, a unos 6 kilómetros al sureste de Sellafield, un sitio de reprocesamiento nuclear en el pueblo Drigg.
Opera desde el año 1959, y tiene licencia para recibir residuos de bajo nivel de todas las categorías, con clientes como el Ministerio de Defensa e importantes centros médicos y de investigación.
En 2015 un informe de la Agencia de Medio Ambiente encendió las alertas del LLWR, ya que establecía que la erosión e inundaciones, producto del cambio climático, podrían afectar la zona en los años venideros.
El año 1949, hasta aproximadamente 1982, fue el periodo de tiempo en que más se han arrojado desechos tóxicos en el océano Atlántico.
Se conoce como la Fosa Atlántica y alberga toneladas de basura industrial radiactiva. A tan solo 400 kilómetros de la costa gallega, y a unos 200 km de la de Asturias, reposan alrededor de 140.000 toneladas de desechos radiactivos a más de 4 mil metros de profundidad.
Ocho países europeos vertieron sus desechos tóxicos en la Fosa Atlántica, siendo Reino Unido el que arrojó mayor volumen (2.500 toneladas). Actualmente se desconoce el estado de los bidones metálicos (reforzados con hormigón y con betún), ya que no han sido vigilados en más de 20 años.
Al hablar de cementerios nucleares, inmediatamente surge la siguiente pregunta: ¿cuántas centrales nucleares hay en España?
Actualmente se mantienen en funcionamiento siete centrales nucleares en España, la mayoría con permiso hasta 2020-2021: Almaraz I y II, en Cáceres; Ascó I y II, en Tarragona; Cofrentes, en Valencia; Trillo, en Guadalajara; y Vandellos II, en Tarragona.
Aunque en este país europeo no existe ningún terreno declarado como contaminado por radiación, el CNS (Consejo de Seguridad Nuclear) ha admitido que mantiene bajo vigilancia algunas zonas.
El mapa de radioactividad en España se reduce a seis localidades: Madrid, Toledo, Tarragona, Huelva, Murcia y Almería.
Hay que recordar que los residuos radiactivos en España (y todo el mundo) deben ser tratados bajo estrictos protocolos de seguridad, para evitar fugas u otros inconvenientes que puedan dañar a las personas.
Sin embargo, para algunos pudiera parecer que, teniendo en cuenta que alberga siete centrales activas y una cantidad considerable de productores de residuos radiactivos, los cementerios nucleares en España son relativamente escasos.
En el mapa de las centrales nucleares en España se puede observar que existen unos ocho reactores de agua repartidos en todas estas instalaciones, que por supuesto generan basura nuclear que debe ser trasladada a algún lugar.
No es un secreto que la gran mayoría de los residuos nucleares en España son almacenados definitivamente en el cementerio nuclear El Cabril, localizado en una finca de la Sierra de Albarrana.
La historia de este cementerio nuclear en Córdoba comienza en 1961 con la introducción clandestina de residuos radiactivos en una mina de uranio abandonada. Ya para 1975 recibe la primera autorización legal y para 1985 se transfiere a manos de ENRESA. No fue sino hasta 1992 que se inauguraron las instalaciones actuales, que cuentan con más de 1.100 hectáreas, de las cuáles se mantienen ocupadas 20.
Es el único cementerio nuclear en España de su tipo, donde se almacenan residuos de baja y media actividad (con periodos de desintegración de hasta 300 años) en gigantescas naves construidas en la superficie, llenas de contenedores revestidos de hormigón, que incluso pueden resistir terremotos.
Hoy en día El Cabril recibe más de 3.000 bidones con basura radiactiva al año, y su espacio de almacenamiento se ha ido reduciendo. Por eso, se estima que la vida útil de este cementerio llegue hasta 2030, máximo 2040.
El depósito de desechos localizado en la zona de Zorita, Guadalajara, no figura en la escasa lista de cementerios nucleares en España, pero no puede dejar de mencionarse.
Es parte del mapa de radioactividad en España precisamente porque, tras el desmantelamiento de la Central Nuclear José Cabrera, se construyó un cementerio nuclear justo al lado para resguardar toda la basura radiactiva que se produjo tras el cese de operaciones de esta central nuclear en España.
Se estima que las centrales nucleares de España seguirán operando hasta 2030, por eso los expertos siguen tratando de encontrar nuevas formas para tratar estos componentes y reducir el impacto que tienen sobre las personas y el medio ambiente.
Los residuos radiactivos todavía hoy son parte inherente a nuestro estilo de vida. La importancia de los cementerios nucleares pasa desapercibida, pero son esenciales para mantener estas sustancias lejos de toda actividad humana, pues la exposición a estos elementos puede tener graves consecuencias para la salud.