Los avances de la inteligencia artificial hacen que esta combinación de algoritmos tenga un futuro prometedor, siempre y cuando se maneje con cordura. La invención de cerebros artificiales, a través de la computación neuromórfica, minimiza los errores humanos instintivos y favorece la cesión de las labores peligrosas para el hombre.
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El memristor: un cerebro portátil neuromórfico
El memristor es un dispositivo electrónico que imita el funcionamiento del cerebro humano con sinapsis. Se trata de un chip portátil que incluye resistencia-memoria y que ha logrado adelantos en el área de la computación neuromórfica debido a los estudios realizados por ingenieros del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).
Este pequeño dispositivo semiconductor es capaz de cerrar, abrir o amplificar una señal para crear bits, copiando la conexión o comunicación neuronal mediante el uso de la inteligencia artificial. El memristor, puede reconocer o recordar imágenes almacenadas en su base de datos, sin que sea necesaria la conexión a internet.
De acuerdo a los estudios científicos de investigadores de la Universidad de Lille (Francia) los memristores son resistencias sintonizables no volátiles de tamaño nanométrico. El estado de resistencia de estos dispositivos varía en voltaje o corriente.
¿Hasta dónde puede llegar la inteligencia artificial?
El uso de la inteligencia ejecutada por máquinas, que imitan la capacidad cognitiva del ser humano tiene ventajas y desventajas. Si bien es cierto que la inteligencia artificial implica grandes progresos tecnológicos, tampoco es menos cierto que, su utilización indiscriminada e irresponsable entraña eventuales riesgos para la humanidad.
La inteligencia artificial (IA) puede llegar hasta donde lo permita la responsabilidad humana aplicando la ciberseguridad. Los defensores del transhumanismo abogan por familiarizarse con el uso de la tecnología, para mejorar las capacidades humanas.
Poner a disposición del hombre la tecnología, y no al revés, parece ser la clave para prevenir los riesgos de la revolución de las máquinas. Los accidentes por el mal manejo de la inteligencia artificial y la amenaza de una carrera armamentística siguen latentes.
Si la IA la desarrolla un país mediante la compra de un hardware importado, existirá una alarma para su seguridad nacional. Y no se puede descartar que la IA supere en capacidades cognitivas al ser humano, pero en situaciones de cambio que requieran habilidades creativas, se supone que el hombre debería ser más eficiente.
La computación neuromórfica y su prometedor potencial
La computación neuromórfica surgió en 1980. Fue descubierta por el informático teórico norteamericano Carver Mead. Denominada también ingeniería neuromórfica, la cual permite que los chips –entre ellos los memristores– puedan procesar información de forma similar a los circuitos de las células del sistema nervioso humano.
Hoy por hoy, los adelantos de la computación neuromórfica son innegables. La creación de neuronas artificiales es un gran avance. Pese a su nivel de complejidad, es una ciencia caracterizada por la interdisciplinariedad, valiéndose de la IA, la microelectrónica, la física, la biología, la informática, las matemáticas y la biomimética.
El prometedor potencial de la ingeniería neuromórfica se refleja en la capacidad que tiene un memristor de solucionar problemas con una velocidad mil veces más vertiginosa que un microprocesador tradicional.
La tecnología de la IA ejerce mayor influencia sobre la computación neuromórfica y su apuesta más ambiciosa en este momento, es desarrollar máquinas capaces de experimentar sentimientos y emociones, mediante prótesis futuristas compuestas de piel electrónica, capaz de sentir dolor artificial y reaccionar ante ello.
Hasta el momento, la Robótica Memristor ha creado robots mejorados con capacidad de hacer cálculos, de comunicación, de detección táctil y de visión adaptada al entorno, entre otras. Es quimérico que la gestión de las emociones naturales, así como la sensibilidad artística, puedan ponerse de manifiesto en robos humanoides.
Aunque parezca ciencia ficción, el género humano ha de ser prudente con el uso de la IA que ha creado, pues de no hacerlo, las máquinas podrían rebelarse contra sus creadores. A esto se le conoce como la rebelión de las máquinas.
Aunque la IA puede eventualmente simular emociones, mediante el uso de la ingeniería neuromórfica, es osado vaticinar que esta ciencia consiga eliminar las diferencias entre los humanos y los androides, sobre todo porque la capacidad artificial sintiente de los robots, nunca podrá igualarse en profundidad a la psique del hombre.
La inteligencia artificial y la revolución de las máquinas
La repercusión la IA y de la computación neuromórfica en todos los ámbitos de la vida cotidiana, en un mundo donde casi todo lo que rodea al hombre es tecnología, dependerá de cada individuo hacerse responsable de su usanza.
El automatismo es lo predecible si no se toma consciencia al respecto. El uso indeterminado de la IA se trata de una osadía ante situaciones imprevistas e inesperadas.
Así pues, visto que el cambio es lo único permanente en la vida planetaria, hay que admitir que la actual era tecnológica implica un drástico cambio que, de afrontarse con consciencia, puede reportar grandes progresos para la humanidad. De lo contrario, podría representar la involución del hombre con efectos catastróficos irreversibles.
Aunque la computación neuromórfica se halla en una fase temprana, no hay que subestimar su enorme potencial. Actualmente los debates científicos se centran en como la IA puede deshumanizar al individuo, por ello, su utilización consciente y solidaria, será el secreto de su éxito en la mayoría de las esferas de la vida cotidiana.
Aunque las comparaciones sean incómodas, resulta incuestionable que el mundo es un lugar cada vez más competitivo. Por ello, se concluye que la IA difícilmente podrá igualar las múltiples inteligencias del ser humano y sobre todo, el verdadero valor de una persona: su alma; cuyo funcionamiento no depende del coeficiente intelectual.