Un grupo de investigadores ha descubierto que los pequeños tiburones blancos, carentes del cuidado materno tras su nacimiento, buscan refugio en las denominadas “guarderías”, agrupaciones de escualos juveniles cercanas a la orilla.
Un innovador estudio realizado en Padaro Beach, Santa Bárbara, California, ha revelado que estos especímenes de entre uno y seis años de edad seleccionan meticulosamente las áreas en las que residir temporalmente.
Durante los años 2020 y 2021, un equipo de investigadores de la Universidad de California State liderado por el doctor Christopher Lowe marcó con sensores a 22 juveniles, machos y hembras, para monitorizar su comportamiento.
Los transmisores acústicos rastrearon sus movimientos en un área de 5,5 kilómetros cuadrados frente a la costa, enviando datos en tiempo real sobre su ubicación, la temperatura y la profundidad del agua circundante.
Esta metodología fue aprobada por el Comité de Uso y Cuidado de Animales de la universidad y el Departamento de Pesca y Vida Silvestre de California.
El análisis reveló patrones claros en las preferencias de hábitat de estos jóvenes escualos.
En las horas centrales del día, cuando el sol calienta la superficie marina, los tiburones se mantenían a una profundidad de entre 0 y 4 metros, posiblemente para regular su temperatura corporal.
Sin embargo, al amanecer y anochecer, se sumergían más en busca de alimento, conformado principalmente por rayas y pequeños cardúmenes de peces óseos que suelen habitar cerca del fondo marino.
Emily Spurgeon, quien colaboró en la investigación, indicó que los juveniles modificaron su posición en la columna de agua para mantenerse dentro de un rango de temperatura de entre 16 y 22 °C, prefiriendo idealmente entre 20 y 22 °C, lo que parecía ser la temperatura óptima para mejorar el crecimiento en el vivero.
Esta preferencia térmica podría estar relacionada con un metabolismo más eficiente y un mayor aprovechamiento de los nutrientes durante esta etapa crítica de desarrollo.
La distribución tridimensional de la temperatura en la zona analizada condicionaba enormemente los movimientos horizontales de los escualos, que se desplazaban a mayores profundidades cuando el fondo marino estaba más cálido y se acercaban a la superficie en aguas más frías.
Este comportamiento evidencia su capacidad de adaptación constante para mantenerse en su intervalo térmico ideal, seleccionando las capas de agua más adecuadas en cada momento.
Si bien la temperatura parece jugar un papel fundamental en la elección del hábitat, los investigadores reconocen que existen otros factores aún por dilucidar.
«Hay muchos lugares a lo largo de la costa de California que comparten condiciones ambientales similares, por lo que la temperatura no es toda la historia. Los experimentos futuros analizarán las relaciones individuales, por ejemplo, para ver si algunos individuos se mueven entre los viveros en tándem», afirmó Spurgeon.
Otro aspecto a considerar es la posible influencia de las corrientes marinas y los patrones de circulación en la distribución de los juveniles. Estos movimientos de agua podrían facilitar el transporte de nutrientes y presas potenciales, atrayendo a los tiburones a determinadas zonas más productivas.
Asimismo, los investigadores planean estudiar si existen jerarquías sociales o comportamientos cooperativos dentro de estas guarderías. Algunos expertos sugieren que la agrupación podría conferir beneficios adicionales, como una mayor protección frente a depredadores o un aprendizaje más eficiente de técnicas de caza y supervivencia.