Arqueólogos en Turquía hallaron una de las obras de arte narrativo conocidas más antiguas del mundo y en el centro hay un hombre agarrándose el pene. Este panel antiguo de 30 cm de largo, que forma un banco, fue encontrado el año pasado durante la excavación de los restos de una estructura comunal neolítica en el sitio arqueológico de Sayburç en el sureste de Turquía.
De acuerdo a los expertos, la pieza puede tener unos 11,000 años y puede revelar información sin precedentes sobre las antiguas comunidades que una vez llamaron hogar a la región. El líder de la excavación, el arqueólogo Eylem Özdoğan, detalló que el panel de Sayburç parece contar una historia progresista; sus escenas se relacionan entre sí, como las células de una tira de película.
«Esta escena tiene la integridad narrativa tanto de un tema como de una historia y representa la descripción más detallada de una ‘historia’ neolítica encontrada hasta la fecha en el Cercano Oriente, acercándonos a la gente del Neolítico y su mundo”, dijo Özdoğan.
Investigadores del Colegio Imperial de Londres están usando el oro extraído de los desechos electrónicos como catalizadores de reacciones que podrían aplicarse a la fabricación de medicamentos.
Según el equipo, la reutilización del oro de los desechos electrónicos evita que se pierda en los vertederos y además puede utilizarse para la fabricación de medicamentos sin la necesidad de extraer nuevos materiales. Resaltaron que los catalizadores actuales a menudo están hechos de metales raros, que se extraen mediante procesos de minería costosos, intensivos en energía y dañinos.
El método para extraer oro fue desarrollado por investigadores de la Universidad de Cagliari en Italia y el proceso para utilizar el oro recuperado fue desarrollado por investigadores del Imperial College London.
“El enfoque tiene como objetivo reducir los desechos que ya se encuentran dentro de nuestras comunidades y convertirlos en un recurso valioso para nuevos catalizadores, lo que también reduce nuestra dependencia de las prácticas mineras dañinas para el medio ambiente”, señalaron los científicos.
TikTok es un espacio en donde suceden muchas cosas y una de ellas es hablar de teorías conspirativas locas. La usuaria @momllennial_returns y cuyo nombre real, según su perfil de Twitter, es Donna Dickens, publicó por primera vez un vídeo sobre el tema en noviembre de 2021, pero su hipótesis tomó fuerza un año más tarde, para generar consternación en los clasicistas, arqueólogos y, en general, personas educadas.
La teoría conspirativa sugiere que la antigua civilización romana nunca existió y en realidad es un engaño inventado por la iglesia católica en el siglo XVI y mantenido por supremacistas blancos.
“Roma produjo cero cultura material única. Cero documentos primarios. Cero fechas de radiocarbono de famosos monumentos ‘romanos’. Es una homogeneización ficticia de la cultura indígena europea por parte de la iglesia”, escribió Dickens.
Afortunadamente, muchos expertos reales y YouTubers apasionados por la historia se han unido a la refriega para exponer evidencias que contradicen a la TikToker y el vídeo ha tomado fuerza porque hay mucha gente burlándose de su teoría y desacreditando sus palabras.
Una nueva investigación sugiere que la luz verde podría ser una alternativa “simple, segura y económica» para aliviar el dolor. Además, aborda cómo las células oculares y las vías cerebrales que sustentan el alivio del dolor que a veces se siente después de la exposición a la luz verde de baja intensidad.
En una serie de experimentos, los investigadores descubrieron que los conos y bastones, las células oculares que detectan la luz, contribuyeron a los efectos analgésicos de la luz verde.
“Descubrimos que los fotorreceptores del cono de la retina son esenciales para la analgesia de la luz verde, mientras que los bastones desempeñan un papel secundario”, explicaron.
Aunque el alivio del dolor está muy lejos de proyectarse en el caso de los humanos, este estudio logró identificar los circuitos del dolor en el cerebro de los mamíferos que responden a las entradas visuales y, además, ayudó a comprender una manera segura y fácil de mitigarlos.
Se ha comprobado que no es necesario que el teléfono suene para llamar nuestra atención, puesto hay bastante buena evidencia de que la mera presencia del teléfono, silencioso o no, es suficiente para desviar nuestra atención.
Por otro lado, cada vez hay más evidencia de que las notificaciones automáticas están asociadas con “una menor productividad, una menor concentración y una mayor distracción en el trabajo y la escuela”. Entonces, ¿cómo no sucumbir ante el estrés y la distracción?
Los expertos consideran que hay que acostumbrar a nuestro cerebro, poco a poco, para que dejemos a un lado el uso compulsivo del teléfono. Sugieren que cargarlo durante la noche en una habitación diferente a nuestro dormitorio puede ayudar a conciliar mejor el sueño y dejarlo lejos de nuestro sitio de trabajo también ayuda a una mejor concentración.