Lazzarini Design Studio, una empresa de diseño con sede en Roma, presentó su fabuloso yate volador llamado Air Yacht. Este modelo futurista, que permite volar y navegar, está hecho de fibra de carbono seca, y puede alcanzar los 60 nudos gracias a sus cuatro hélices eléctricas que se recargan con energía solar.
Por otro lado, sus dos dirigibles contienen 400,000 m³ de helio comprimido propulsado por ocho motores contrarrotativos, y cada uno está alimentado por baterías ultraligeras y paneles solares. Air Yacht aún no tiene un costo fijo, pues se trata de un concepto, pero la firma italiana aseguró que está pensando para “propietarios privados”, así que apuntan a las élites del mundo.
“Está concebido para un propietario privado con una visión de la evolución de megayates/aviación”, recalcó, y explicó que la nave/yate tiene cinco suites disponibles para los pasajeros, quienes podrán disfrutar de “impresionantes vistas del cielo” desde las ventanas.
Un estudio llevado a cabo por expertos de la Universidad de Cambridge, encontró que las especies invasoras como las algas, los percebes y los mejillones “hacen autostop” con los barcos de investigación que navegan por los océanos y están amenazando los ecosistemas únicos de la Antártida.
El equipo descubrió que los barcos en la Antártida procedían con mayor frecuencia de América del Sur, el norte de Europa y el Pacífico occidental, y han estado incidiendo en los cambios en el Océano Austral que rodea la Antártida, el cual es el entorno marino más aislado del planeta, por lo que alberga una mezcla única de flora y fauna.
Ese aislamiento se traduce en que el ecosistema no ha desarrollado la capacidad de tolerar a varios grupos de especies que se encuentran en otras partes del mundo. Es por ello que los investigadores hicieron un llamado a que se mejoren los protocolos de bioseguridad para proteger la Antártida.
Después que un grupo activista que rastrea los bienes culturales saqueados de Nepal pidiera al Museo de Arte Rubin (Nueva York) el retorno de dos esculturas de madera después de identificarlas como robadas en septiembre, el centro de arte aseguró que devolvería los artefactos antiguos.
Uno de los objetos, un elemento ornamental que una vez fue parte de un complejo de templos del siglo XVII en Patan, ingresó a la colección del museo en 2010; mientras que el otro es una talla de una deidad femenina que se obtuvo en 2003. Originalmente, formaban parte de la decoración de una ventana en el monasterio de Itum Bahal, en el valle de Katmandú.
La Campaña de Recuperación del Patrimonio de Nepal se encargó de hacer la conexión entre el museo y el cónsul general interino de Nepal, Bishnu Prasad Gautam, quien recibió las piezas, y calificó la repatriación como “proactiva”. Dijo que la cooperación de Rubin contribuyó positivamente “a los esfuerzos nacionales de Nepal para recuperar su propiedad cultural robada”.
Investigadores del Instituto Francis Crick en Londres han hecho sus investigaciones sobre los impactos de la comida rápida (o chatarra) en el cuerpo humano, y han determinado que comer alimentos muy procesados, como hamburguesas y nuggets de pollo, está provocando el incremento de las enfermedades autoinmunes en todo el mundo.
Los expertos creen que las personas están sufriendo porque sus sistemas inmunológicos no pueden diferenciar entre una célula sana y un organismo similar a un virus que invade el cuerpo. Asimismo, indicaron que las dietas de comida rápida “carecen de ingredientes como la fibra, lo que afecta el microbioma de una persona”.
También explicaron que la colección de microorganismos que las personas tienen en el intestino “juegan un papel clave en el control de varias funciones corporales” y esperan determinar cuáles son los factores que hacen que unas personas sean más susceptibles que otras.
Recientemente, el arqueólogo Scott L. Fedick y el fisiólogo de plantas Louis S. Santiago de la Universidad de California, Riverside, hicieron un estudio sobre la dieta maya y su forma de vida, y encontraron que la civilización no sucumbió ante la sequía, como se había creído por mucho tiempo.
Los investigadores explicaron que los mayas tenían acceso a más de 50 plantas resistentes y comestibles (como la yuca) que “habrían sobrevivido a una sequía extrema de varios años a finales del siglo IX”, y también dijeron que más de 400 especies con las cuales coexistían, eran de alguna manera resistentes a la sequía.
Sin embargo, dijeron que no tienen evidencia clara de qué fue lo que sucedió, pero descartan que fuese por hambrunas letales provocadas por las fuertes sequías.