En 1963, un herrero británico descubrió un enorme pavimento de mosaico romano casi completo en Hinton St Mary, en la región de Dorset; ese se consideraba único, hasta hace poco, cuando se desenterró un segundo mosaico en el sitio. Los investigadores ahora proponen que cumplió un propósito religioso para la pequeña comunidad cristiana de la región, como alojamiento monástico o un santuario.
El segundo mosaico se encontró en un edificio romano durante una nueva ronda de excavaciones encargadas por el Museo Británico. La obra destaca por sus teselas negras, blancas y rojas, aunque es evidente que el diseño ha sufrido mucho por siglos de arar las tierras de cultivo.
Tanto este mosaico como el descubierto anteriormente datan del siglo IV, durante la ocupación romana tardía. Se han atribuido a un taller en Durnovaria, en lo que ahora es la ciudad de Dorchester. Por otro lado, los expertos británicos también desenterraron miles de objetos cotidianos del sitio, como joyas, monedas, tejas y ladrillos refractarios para hornos.
El último y ambicioso plan de los científicos japoneses se llama ‘The Glass’, que será una enorme estructura de al menos 400 metros que rotará cada 20 segundos para alcanzar la «gravedad normal» y, por lo tanto, replicar las condiciones de vida en la Tierra.
También hay otros planes para incorporar bosques y costas para imitar la biodiversidad de la Tierra, junto con un sistema de transporte llamado ‘Sistema Hexagon Space Track’. Pero en el caso de la estructura, los científicos expresaron que “no existe un plan como este en los planes de desarrollo espacial de otros países”
“La humanidad ahora está pasando de una era de ‘permanecer’ en el espacio exterior a una era de ‘vivir’ en la luna y Marte (…) Al vivir en esta instalación, los seres humanos pueden tener hijos con tranquilidad y mantener un cuerpo que puede regresar a la tierra en cualquier momento”, explicaron, dando a entender que la vida en la Luna está en la visión de Japón.
Cuando los bebés amamantan, reciben un refuerzo inmunológico que los ayuda a combatir las enfermedades infecciosas, según una investigación de la Universidad de Binghamton. Katherine Wander, la autora principal del estudio titulado Las compensaciones en la inmunidad de la leche afectan el riesgo de enfermedades infecciosas infantiles, sostiene que “el sistema inmunitario de la leche es un sistema completo, capaz de generar respuestas inmunitarias”, dijo Wander.
“La mayoría de las veces escuchas sobre el sistema inmunitario de la leche en términos de transferir anticuerpos maternos a los bebés a través de la leche, lo que probablemente sea muy importante, pero parece que también hay mucho más (…) Recién estamos comenzando a comprender el alcance total y el papel del sistema inmunológico de la leche”, explicó.
Aunque aún queda mucho más por conocer, Wander argumentó que la leche materna contiene todo lo necesario para generar respuestas inmunitarias, “desde anticuerpos hasta múltiples tipos de células inmunitarias y más”. Si bien se originan en el sistema inmunitario de la madre, estos componentes de la leche parecen curarse en lugar de seleccionarse al azar de la sangre de la madre.
Tras años oscuros, exactamente entre 1904 y 1976, tiempo en el que las ballenas de aleta parecían condenadas debido a los asesinatos, el presente muestra un repunte en las especies, y eso es una buena noticia. Los expertos detallaron que 2018 y 2019, pudieron constatar que sus poblaciones se están recuperando y regresan a sus lugares de alimentación ancestrales.
La nueva investigación también registró agregaciones de hasta 150 ballenas individuales alimentándose frente a la costa de la Antártida, un fenómeno que no había sido registrado antes. Estos rorcuales comunes son la segunda especie más grande de ballenas en la Tierra, justo detrás de la gigantesca ballena azul.
“Aunque todavía no sepamos el número total de rorcuales comunes en la Antártida (…) casi 50 años después de la prohibición de la caza comercial de ballenas, la población de rorcuales comunes en la Antártida se está recuperando”, dijeron los expertos.
En el slang del inglés norteamericano, la palabra “hangry” es muy común, puesto que puede expresar que una persona está hambrienta (hungry) y enojada (angry) al mismo tiempo; y de hecho, un nuevo estudio en el mundo real, en Europa, pudo encontrar que el hambre se asocia con un mayor nivel de ira e irritabilidad y menos sentimientos placenteros.
Según los expertos, estos vínculos fueron significativos sobre las diferencias de edad, sexo, índice de masa corporal, comportamiento dietético y rasgos de personalidad. En otras palabras, “lo bien alimentados que estamos parece tener una influencia notable en nuestros sentimientos de ira”.
“Muchos de nosotros somos conscientes de que tener hambre puede influir en nuestras emociones (…) La investigación sugiere que poder etiquetar una emoción puede ayudar a las personas a regularla, por ejemplo, reconociendo que nos sentimos enojados simplemente porque tenemos hambre”, indicaron.