La presencia femenina en el deporte se remonta a la época minoica.
Diferentes fuentes arqueológicas dan fe de la participación de mujeres en pruebas deportivas durante ese periodo, algunas relacionadas con el culto a la Gran Madre Cretense, con ceremonias como El salto del toro, y con rituales de iniciación.
Es especialmente en Esparta donde las mujeres dedican más tiempo al deporte, ya que la educación espartana daba más importancia al entrenamiento físico que al intelectual.
Según Plutarco, la preparación física de las mujeres jóvenes era fundamental para que fueran más resistentes al parto y trajeran hijos sanos y robustos. También la fama y belleza de las espartanas se debía, según se dice, a su buen estado físico.
Nuestra heroína, Cinisca de Esparta (440 a.C.), era hija del rey Arquídamo II y de la reina Eupoleia.
Entre los diferentes deportes que se practican en los Juegos Olímpicos, era muy popular la carrera de cuádrigas, carros ligeros tirados por cuatro caballos y conducidos por un hombre al que denominaban auriga.
Las mujeres no tenían permitido participar como aurigas, pero si como propietarias de caballos. En estas pruebas, el vencedor no era el auriga sino el propietario, por lo que una mujer con buenos recursos económicos, que fuera dueña de una cuadra y cuyos caballos ganaran la competición podía ver su nombre inscrito en la lista de ganadores.
Así fue como Cinisca se convirtió en el año 396 a.C. en la primera mujer campeona de la historia.
Tras los juegos, encargó orgullosa una estatua suya hecha en bronce para el Templo de Zeus, con una inscripción que rezaba:
Σπάρτας μὲν [Βασιλῆες ἐμοὶ] πατέρες καὶ ἀδελφοί · [ἅρματι δ´ ὠκυπόδων ἵππων] νικῶσα Κυνίσκα εἰκόνα τάνδ´ ἔ[στασα ·] μόναν δ᾿ἐμέ φαμὶ γυναικῶν ῾Ελλάδος ἐκ πάσας τό[ν]δε λαβεῖν στέφανον.
“Mis padres y hermanos fueron Reyes de Esparta. Yo, Cinisca, vencedora con un carro de veloces corceles, erijo esta estatua. Y afirmo que, de todas las mujeres de Grecia, soy la única en haber ganado esta corona.”
Plutarco nos cuenta que el hermano de Cinisca, Agesilao, la animó a participar para demostrar que el triunfo de una prueba hípica solo tenía valor monetario, ya que incluso una mujer podía obtener la victoria (Agesilao 20.1).
Ese desprecio por los logros de los participantes no impidió que Cinisca repitiera el triunfo en el año 392 a.C.
Otras mujeres que también vencieron en esta prueba fueron Eurileónide de Esparta, en el año 368 a.C., Belistica de Macedonia, en 268 y 264 a.C., y las hermanas Timareta y Teódota de Élide en el 84 a.C., entre otras.