La llamada columna fantasma, o columna Uribarri, había sido fundada por el capitán de la Guardia Civil don Manuel Uribarri Barutell en los primeros días de agosto, pocos días después de declararse la sublevación militar contra el legítimo gobierno de la Segunda República, y estaba compuesta por una mezcla de guardias civiles, carabineros y elementos de los guardias de asalto, junto a anarquistas valencianos.
La razón de aglutinar estos elementos en una sola columna era reforzar el contingente de milicianos que, formado en Barcelona, tenía como objetivo reconquistar Mallorca, Ibiza y Formentera, que habían caído el 19 de julio en manos de los sublevados.
La columna sale de Valencia el 7 de agosto y se dirige a conquistar Formentera e Ibiza. El resto de la expedición, mandada por el capitán de aviación don Alberto Bayo Giroud, se encamina a la mayor de las islas, Mallorca, en donde habrían de reunirse con la columna valenciana que se ha hecho con las otras dos islas.
Es difícil concretar si es por mal planteamiento de la operación o por las disputas existentes entre Uribarri y Bayo, el caso es que, éste último decide regresar a Valencia, acusando a Bayo de obrar en nombre de la Generalitat de Catalunya.
Pero Uribarri, está inquieto. Él es un hombre de acción y pronto reúne a sus hombres y se decide a partir en busca de nuevos objetivos. Y el más apetecible, en ese momento, es Madrid.
En la capital se teme la llegada de cuatro columnas enemigas, y es necesario reforzar un ejército de milicias, que no parece preparado para hacerlas frente. Y Uribarri y su columna fantasma, se ponen en camino.
Los andenes de la estación de Valencia se van llenando de gente que aplaude y anima enfervorecida a esos guerreros que acuden en ayuda de sus camaradas. Un miliciano, desde la ventanilla de un vagón grita: “¡Viva nuestra sangre libertadora!”, e inmediatamente el grito es coreado por la muchedumbre.
La vieja estación se llena de humo, al buscar los maquinistas la máxima potencia que les permita partir. Las ruedas patinas en los raíles y, poco a poco, el tren va cogiendo velocidad. La gente ruge de alegría mientras suenan los acordes de una marcha militar. Allá va la columna fantasma.
En uno de los vagones se ha instalado la Plana Mayor del capitán Palacios, que no quiere desvelar el destino de la columna pero, a medida que va desapareciendo la noche, va amaneciendo y se llega al convencimiento de que el destino es Madrid. La gente hace planes para los días que estén en la capital: ver a familiares y amigos.
Alguien grita:
—“Mirad, mirad, es Madrid; estamos llegando”
Pero el tren no entra en Madrid, es desviado a El Escorial, y, como siempre pasa, surgen los rumores de que en Madrid ya no quedan fascistas, que los que había han huido a la Sierra.
—“En la Sierra les daremos caza”—, grita alguien lleno de entusiasmo, mientras otro envalentonado dice:
—“Decirle al maquinista que acelere, que la fantasma tiene ganas de juerga”
Tras desembarcar, la columna fantasma forma ante el Monasterio. Es la Nueva España que desafía a la España de Felipe II.
Pero tampoco permanecerá en El Escorial, es trasladada al sector de Algodor, en el inactivo frente de Toledo. Allí pasaran los meses hasta que, a finales de 1936, la columna sirva de base para la formación de la 46ª Brigada Mixta. Desde entonces la historia de la columna fantasma pasará a ser la de la 46ª Brigada Mixta.