Se cae en una reiteración cuando se dice que éste es el combate o batalla naval más importante de nuestra Armada a lo largo del siglo XIX. Pero, a pesar de ello, hay que reconocer que es una realidad incuestionable.
Ríos de tinta han se han publicado al respecto. Grandes autores como Galdós han escrito sobre él, cubriendo con su trabajo los estantes de millares de bibliotecas.
Hoy queremos aportar nuestro breve granito de arena a este hecho que supuso, en menos casos de los que consideraríamos necesarios, el reconocimiento del valor y, sobre todo, del bien hacer de más de un millar de hombres de las tres Armadas que intervinieron.
En mayo de 1803, franceses e ingleses, habían vuelto a enfrentarse. El afán de conseguir la primacía en el mar y el interés de poder desembarcar en Inglaterra, por parte de los franceses, había hecho que llegaran a esta nueva rotura de hostilidades.
Para los franceses se planteaba un problema: la superioridad de los ingleses era determinante. Francia era más poderosa en sus ejércitos de tierra, pero de nada valía si no podía situarlos en territorio inglés, además de la necesidad de estrangular la llegada de suministros a Inglaterra.
Es por eso que la diplomacia de Napoleón instó al gobierno español para que se sumara a su proyecto.
Como medida de presión, Napoleón mandó un cuerpo de ejército a Bayona, en una actitud bastante amenazadora, dada la precaria situación del ejército español.
El gobierno español consiguió de Napoleón imponer nuestra neutralidad mediante una importante compensación económica, además del compromiso de acoger y reparar cualquier barco francés que llegara a puertos españoles.
Pero tampoco acababa la cosa en eso, debía destituir a los gobernadores de Cádiz y Málaga, así como al comandante de Algeciras, todos ellos acusados de haber ofendido al gobierno francés.
Godoy, a pesar de la mala situación de la Hacienda, tuvo que firmar el tratado el 19 de octubre de 1803, en París. Enterados los ingleses, se dispusieron a poner todos los medios para conseguir que España no ejecutara dicho tratado. Una vez más sin declaración de guerra. ¡Fea costumbre de los ingleses, en aquella época!
Como los incidentes seguían produciéndose, el gobierno español se decidió, declarando la guerra a Inglaterra el 12 de diciembre de 1804, y, días después, el 4 de enero de 1805, se firmaba, con Napoleón, un tratado de alianza.
A pesar de la insistencia de Napoleón para realizar su deseada invasión de Inglaterra, esta era imposible, puesto que las escuadras francesas se encontraban en sus bases bloqueadas por los ingleses.
Napoleón quería que la escuadra saliera de Tolón el 2 de julio de 1804 para, a continuación, desbloquear la que se encontraba en Brest y, juntas, permitir el paso del convoy, que debía desembarcar en Inglaterra.
Pero este plan era inviable, los medios no eran suficientes para enfrentarse a los ingleses. Se hacía necesaria una acción que dispersara algunos medios ingleses.
El plan aprobado consistía en atraer a los ingleses hacia el Caribe pero, una vez más, al comandante francés Villeneuve le abandonó la suerte y un fuerte temporal desmanteló a parte de su flota.
La reunión con Missiessy falló, puesto que este se canso de esperar a Villeneuve, zarpando de regreso hacia Francia. Enterado Napoleón, montó en cólera y preparó otra complicada acción:
Villeneuve zarparía hacia El Ferrol, desde allí, junto a los navíos españoles y franceses que allí se encontraban, dirigirse a Brest, para hacer lo mismo, y así, con una considerable fuerza, reunirse con Napoleón y su ejército de desembarco.
Pero algo había de cambiar los planes, ya que, el 22 de julio, Calder y Villeneuve se avistaron desembocando en el combate de Finisterre. Este combate frustró, una vez más los planes de Napoleón de invadir Inglaterra.
Tras todo lo ocurrido, Napoleón perdió la confianza depositada en Villeneuve. Este, tras el combate de Finisterre, entraba en Cádiz el 20 de agosto, esperando instrucciones. Instrucciones que llegaron el 14 de septiembre, con su relevo por parte del almirante Rosily y la orden de volver a Francia para Lauriston y Reille, los dos generales embarcados.
Pero la escuadra no podía salir de Cádiz debido al bloqueo al que le sometía Collingwood, ahora reforzado por Calder, el 30 de agosto, y Nelson, el 28 de septiembre, que tomaría el mando al tener que regresar a Inglaterra Calder, debido al juicio por su conducta en Finisterre.
Entretanto, los españoles en Cádiz habían podido reparar las averías del Santísima Trinidad, Glorioso, San Leandro, Bahama y Castilla, y estaban casi a punto, solo faltos de tripulaciones, el Rayo, Santa Ana y San Justo.
Para poder realizar estas acciones, hubo que desmantelar los Terrible y San Fulgencio. Mientras que en Cartagena, la escuadra mandada por don José Justo Salcedo fue bloqueada por la división británica de Bickerton.
Gravina, en una reunión con Godoy, le transmitió su negativa opinión sobre Villeneuve, pero Godoy, no queriendo contrariar a Napoleón, no hizo nada, con lo que Gravina se encontraba con la dolorosa situación de tener que obedecer las ordenes de un inepto, a pesar de no ser partidario de efectuar una salida, como tampoco lo era don Cosme Churruca.
Sorprendentemente, Villeneuve decidió prepararse para salir el 7 de octubre, pero, aunque esperaba los impedimentos por parte de Gravina, estos no se produjeron y decidió convocar a los contralmirantes Magnon y Dumanoir, y los capitanes de navío, Villegris, Maistral, Prigny y Cosman, por parte francesa, mientras que, por parte española acudían los tenientes generales Gravina y Álava, Cisneros y Escaño, como jefes de escuadra y Alcalá Galiano y Churruca, como brigadieres,
Escaño, expuso la conveniencia de permanecer en Cádiz. Hubo un fuerte enfrentamiento entre Magnon y Alcalá Galiano, en el que llegaron a hablar de batirse. Gravina puso orden, y pidió una votación. La votación fue favorable a la propuesta de Escaso, posponiéndose la salida.
Decrés avisó a Villeneuve de la presencia en Madrid de Rosily, que, como sabemos, venía a sustituirle. Entonces Villeneuve decide que salgan cuatro navíos franceses, tres españoles y la fragata Hermione, para dar conocimiento de la situación de la escuadra inglesa de bloqueo, que estaba al mando del almirante Magon.
Una vez conocido el informe, se dieron las órdenes oportunas para prepararse todos a dar la vela.
Al amanecer del día 19, con la Escuadra de Observación a la cabeza y un viento flojo, la flota combinada va abandonando la protección del puerto de Cádiz.
Federico Gravina enarbola su insignia en el Principe de Asturias, como jefe de la Primera División (3 españoles y 3 franceses) y acompañado del San Juan Nepomuceno, mandado por Cosme Churruca; en el último navío de la Segunda División (3 españoles y 3 franceses) se encuentra don Dionisio Alcalá Galiano.
A estas les sigue el Cuerpo Fuerte o Línea de Batalla, tras la Segunda Escuadra o Vanguardia (3 españoles y 5 franceses), va la Primera Escuadra o Centro (3 españoles y 4 franceses), en donde se encuentra el Bucentaure, con la insignia de Villeneuve, Comandante de la Escuadra, y el Santísima Trinidad, con el Jefe de Escuadra Hidalgo de Cisneros.
Por último navega la Tercera Escuadra o Retaguardia (3 españoles y 5 franceses), comandada por el contralmirante Dumanoir.
El bando contrario, comandado por Nelson, estaba compuesto por: Columna de Nelson o Weather (Barlovento), con 12 navíos, entre los que estaba el Victory, buque insignia, y el Britannia, con la insignia del contralmirante Northesk.
A continuación la Columna de Collingwood o Lee (Sotavento), con 15 navíos, entre ellos el Royal Sovereing.
Nelson había dividido su fuerza en dos columnas, más una escuadra avanzada, que podía reforzar en caso de necesidad a cualquiera de las columnas.
Eran las 06:30h cuando Villeneuve dio la señal para darse a la vela toda la flota, en cinco columnas: tres del Cuerpo Fuerte a sotavento y dos de la Escuadra de Observación a barlovento, todos proa al Estrecho de Gibraltar.
Gravina, al divisar 18 velas enemigas, lo comunicó a Villeneuve, que ordenó formar la línea de batalla mura estribor. Era esta una maniobra en exceso complicada, pues había que pasar de cinco líneas a una, tardándose alrededor de doce horas.
La Escuadra de Observación perdía así su mejor virtud: poder acudir en auxilio de cualquier punto que lo necesitara, además de hacer una larguísima formación.
El día 21, la flota combinada, mura a estribor, con una línea mal formada y con los jefes fuera de sus puestos en ella, se encontró con la flota enemiga, formada en dos líneas y a barlovento.
Es el momento en que Villeneuve toma la segunda y más desastrosa decisión: virar en redondo todos a la vez, arribando para quedar mura a babor, con el único fin de tener el viento a favor. Por si necesitaba regresar a Cádiz.
Ni que decir tiene que la maniobra fue un fracaso total, con un apelotonamiento de navíos dispuestos a abordarse entre ellos. Visto lo visto, los ingleses se lanzaron dispuestos a atravesar la línea por los innumerables huecos que había dejado la torpe maniobra.
Villeneuve con su “genialidad”, había servido una oportunidad de oro a la flota enemiga y había contribuido a aumentar la fama de Nelson.
Nelson puso rumbo a la Primera División del Cuerpo Fuerte, donde estaba Villeneuve a bordo del Bucentaure con cuatro navíos, ya que, debido a la desastrosa maniobra, tres habían quedado a sotavento y no participaron en la batalla.
Estos navíos eran: Bucentaure, Redoutable, Santísima Trinidad y San Agustín, que tenían que enfrentarse a 13 ingleses. Al frente de la formación inglesa iba el Victory, que pronto empezó a recibir andanadas.
Es en este momento cuando Nelson recibió el disparo mortal, que efectuó un tirador francés desde una cofia. Estaba la dotación del Bucentaure, preparada para abordar el Victory cuando apareció el Temeraire para sacar del atolladero al navío de Nelson.
Villeneuve, al ver la desigualdad del combate, hizo señales a Dumanoir quién, debido al viraje de la flota combinada, no tenía enemigo cerca. Vió las señales efectuadas por su jefe pero optó por no hacer nada.
El Bucentaure no tardó en caer, arriando el almirante en jefe su bandera. Mientras, el Santísima Trinidad y el San Agustín resistían en penosas condiciones, aunque la división de Dumanoir, por fin, acudía en auxilio del centro, aunque se limitó a hacer una pasada a los que atacaban al Santísima Trinidad y al San Agustín poniendo, a continuación, rumbo al Atlántico, acabando así su combate.
Solo el Neptune de Cayetano Valdés se separó de los navíos que huían, cayendo herido Valdés en el combate siguiente.
Trece navíos británicos lucharon contra cinco de la flota combinada. Resultó heroica la resistencia del Santísima Trinidad junto al Redoutable y al San Agustín.
Cerca de allí, la columna de Collingwood, compuesta por 15 navíos, luchaba contra 17 navíos aliados. La columna de Collingwood, con el Royal Sovereing a la cabeza, arribó en paralelo a la desastrosa “formación” combinada, cortándola por varios puntos.
Cada buque inglés se dirigió a la popa de un aliado, tras efectuar la descarga, el buque orzaba y atacaba por sotavento, cañonearlo por aletas y amuras.
Queremos destacar en este relato el comportamiento del San Juan Nepomuceno de Churruca, que tuvo que hacer frente a varios buques enemigos. Churruca demostró aquí, su valor, pericia y determinación, llegando incluso a disparar alguna pieza.
Estando en ello, fue mortalmente herido, al tiempo que su segundo, Capitán de Fragata, don Francisco Mayna, por lo que tuvo que tomar el mando el jefe de una de las baterías, el teniente de navío Joaquín Núñez, al que no le quedó más remedio que rendirse, siendo admirado por sus enemigos.
También fallecieron en esta jornada, Dionisio Alcalá Galiano, al mando del Bahama, y el contralmirante Magon. Fueron heridos Gravina y Escaño. Llama la atención que, muerto Nelson, trasbordado a una fragata Collingwood y prisionero Villeneuve, el único mando principal que mantenía su insignia en su buque fuera Gravina.
Tras la carnicería, al amanecer del 22, se presentó el temporal. Dumanoir en el Atlántico, parte de la flota aliada fondeada en Cádiz y los británicos custodiando sus 17 presas.
Gravina y Escaño convocaron consejo de guerra en el Príncipe de Asturias y ordenaron salir para rescatar las presas. Pero, debido al temporal, hubo que aplazar la salida al día 23.
Salida mandada por el francés Cosmao, compuesta por siete navíos (3 españoles y 4 franceses), tenían enfrente a los 27 navíos ingleses, pero Collingwood interpretó que la fuerza que le atacaba era superior, por lo que dio orden de soltar algunas presas, incluidas las dotaciones inglesas de presa.
Los ingleses evacuaron el Santísima Trinidad, excepto los agonizantes, que se fueron al fondo del mar con el navío. Otro tanto pasó con Argonauta y Redoutable. Es de imaginar el desastre con los barcos estrellándose contra los arrecifes. Los habitantes de la costa estuvieron recogiendo náufragos.
El día 27, Collingwood pactó con el gobernador de Cádiz, general marqués de la Solana, desembarcar a los heridos, ya que no podía atenderlos. Tanto Gravina como el marqués accedieron, quedando libres los ingleses de las dotaciones de presa.
En todo combate naval hay un capítulo en el que hay que hacer un balance de los resultados, lo cual lleva consigo, aunque sea someramente, enumerar las pérdidas y ganancias obtenidas por cada bando. Así toca afrontar el tema.
Por parte de la columna mandada por Nelson, se declararon 158 muertos, entre los que se contaba el propio almirante, y 431 heridos. Con lo que respecta a la de Collingwood, fueron 289 los muertos y 831 los heridos. Entre los fallecidos en combate hubo que registrar las muertes de 6 comandantes.
Los franceses tuvieron 8 navíos apresados, aunque recuperaron 3, además de otros 4 que naufragaron. Hubo 4 que tuvieron el “meritorio honor” de huir con Dumanoir. En cuanto a personal, se contabilizaron 3.312 muertos y 869 heridos.
Respecto a los barcos españoles, 10 fueron apresados, recuperando 2 en la acción final de rescate, y 5 naufragaron. Con respecto a las bajas, las fuerzas de los españoles tuvieron 1.022 muertos y 1.383 heridos.
Si nos detenemos en saber qué es lo que fue de los mandos que intervinieron en Trafalgar, Nelson murió mientras de desarrollaba la batalla, siendo enterrado, a su regreso a Inglaterra, en la catedral de San Pablo con grandes honores.
Gravina no llegó a recuperarse de su herida, muriendo el 3 de marzo de 1806 en Cádiz y siendo enterrado en la iglesia del Carmen.
Posteriormente, en 1869, sus restos fueron acogidos en el Panteón de Españoles Ilustres que se preveía hacer en la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid y, desde 1883, en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando. Fue ascendido, a título honorífico, a capitán general de la Armada.
Villeneuve, que, como vimos fue hecho prisionero, fue liberado, en el transcurso de su viaje a París, donde había de enfrentarse a un consejo de guerra a causa de su penosa actuación. Se detuvo en Rennes, donde apareció muerto el 22 de abril de 1806 con cinco puñaladas en el pecho.
Collingwood murió de enfermedad frente a Mahón a bordo de su buque insignia en 1810.