Con sólo 16 meses de edad, Talia Rosko no llevaba una vida normal. Después de nacer fue diagnosticada con una rara enfermedad del hígado potencialmente mortal llamada “atresia de vías biliares”.
Esta afección causa que la bilis del hígado se acumule provocando daños irremediables. Su esperanza de vida no iba más allá de los dos años y su salvación pasaba irremediablemente por encontrar un donante de hígado compatible de manera urgente.
De niñera a ángel de la guarda
Kiersten Miles era una joven estudiante de 22 años que, en el verano de 2016, fue contratada por George y Farra Rosko como niñera para cuidar a la pequeña Talia y a sus dos hermanos mayores en su hogar de Jackson, Nueva Jersey.
En ese momento, nadie pudo imaginar que habían contratado no solo a una niñera, sino a un ángel guardián que le daría a Talia aquello que tanto necesitaba.
Un vez que se familiarizó con la enfermedad de la pequeña Talia, investigó por su cuenta la manera en poder ayudarla. Pronto se percató de que podía ser una candidata perfecta para el trasplante, pues sabía que su tipo de sangre era 0, compatible universal.
«Siendo un bebé que ni siquiera podía pedir ayuda, nunca lo vi como un gran sacrificio. Y menos aún pensando que este gesto podía salvarle la vida», explicó Kiersten a una entrevista al Washigton Post.
El regalo de la vida
Tras documentarse, la joven, decidida a donar parte de su riñón, habló con los padres de la pequeña Talia.
«Esto es una cosa seria. ¿Estás segura? Esto no es como una donación de sangre», contó sorprendida Farra al Huffington Post.
Farra nunca pudo imaginar que la recién llegada fuese tan generosa.
“Ella es un ángel en la Tierra, sé que suena tonto, pero realmente lo es.»
Fue en el Hospital Universitario de Pensilvania donde Kiersten Miles se sometió a una extracción de parte de su hígado mientras Talia esperaba su trasplante en el Hospital Infantil de Filadelfia, ambos procedimientos se efectuaron el pasado 11 de enero.
Farra Rosko relató que, tras de la cirugía, Talia se despertó y lo primero que dijo fue “mamá”. En Pensilvania, Kiersten también se recuperaba favorablemente de su intervención.
«Fue como un milagro.»
Dos días después Kiersten y Talia se reencontraron. La donante relató que, al ver a la pequeña «simplemente me acordé de por qué hice todo esto».
Gracias al generoso gesto de la joven estudiante, Talia podrá disminuir la cantidad de medicación en el próximo año, aunque cabe la posibilidad de que, para evitar el rechazo al trasplante, tenga que seguir con ella el resto de su vida. Lo importante es que ahora la niña tiene un lago camino que recorrer.