La sombra del bardo es muy alargada. A pesar del tiempo transcurrido, muchos de sus personajes han resistido formidablemente el paso de los años y se han convertido en sinónimo de pasiones y sentimientos.
Probablemente, el mejor ejemplo sea Hamlet, el melancólico príncipe de Dinamarca y una de las criaturas más complejas del universo shakespeareano. ¿Quién no conoce el famoso «to be or no to be«?
Una obra con final trágico, ya que casi todos los personajes son asesinados: el padre de Hamlet, Polonio, la madre de Hamlet, el mismo Hamlet… La protagonista femenina, la inolvidable Ofelia –la hija de Polonio–, pierde la vida pero de una forma muy distinta, ahogándose en un lago. Un suicidio que sirvió de inspiración a los pintores románticos.
De celos infundados a femme fatal
Un final muy desigual, en la forma pero no en el contenido, es el que reservó el cálamo de Shakespeare para Desdémona, la joven veneciana que se casó con Otelo. Lo hizo en secreto para no apenar más a su padre, ya que su esposo no solo era mayor que ella, sino que pertenecía a otra raza.
Esta aristócrata viajó con su consorte hasta Chipre, cuando lideraba la guerra de los ejércitos venecianos contra los turcos. Allí, uno de los subordinados de Otelo –el proceloso Yago– sembró los celos utilizando al joven Casio, y haciendo creer a su jefe que había sido víctima de un amancebamiento. En un incontrolado ataque de celos, Otelo puso fin a la vida de Desdémona estrangulándola.
Lady Macbeth es uno de los personajes femeninos más infames de la obra de Shakespeare, y su papel será fundamental tanto en el desarrollo como en el desenlace de la trama, puesto que será la instigadora principal del asesinato del rey.
Otros personajes clave de esta obra son las tres brujas y sus profecías. Ellas son quienes auguran que Macbeth se convertirá en barón de Cawdor, que los hijos de Banquo se sentarán en el trono, que Macbeth nunca será asesinado por una persona “nacida de mujer” y que nada cambiará en su vida hasta que el bosque de Birnam “eche a andar”. ¡Cuánto mensaje encriptado!
También sabía escribir «happy end»
La amistad, el engaño y las desdichas, salpimentado con un broche cómico son los ingredientes que llevarán a enamorarse a Beatriz y Benedicto, los protagonistas de “Mucho ruido y pocas nueces”.
Titania, la reina de las hadas, comparte gobierno con su marido Oberón. A través de un bebedizo que le proporciona el travieso Puck, por orden del rey. La pócima provoca que Titania se enamore febrilmente de un joven con cabeza de asno. Al final, un Oberón arrepentido hará desaparecer el hechizo y, por una vez, los amantes de la literatura shakespearana disfrutaremos de un final feliz.
Un final que ya les hubiera gustado reservarse para sí a Romeo y Julieta, jóvenes pertenecientes a dos familias enfrentadas, los Montesco y los Capuleto. Tras una trama enmarañada Romeo acabará suicidándose al creer que su amada yace en el lecho de muerte, cuando en realidad está sumida en un profundo sueño. Cuando Julieta despierta de su letargo y advierte lo sucedido tampoco duda en clavarse una espada que convierta en eterno su amor por Romeo.
Cobrándose en carne
Una de las frases más célebres de “El mercader de Venecia” es la que articula Shylock, el usurero judío que defiende su raza frente a los prejuicios de los venecianos:
“Si nos pinchan, ¿acaso no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿acaso no reímos? Si nos envenenan, ¿acaso no morimos? Y si nos agravian, ¿no debemos vengarnos? Si nos parecemos en todo lo demás, nos pareceremos también en eso”.
Shylock es un personaje ruin y despreciable que no flaquea en prestar tres mil ducados a Antonio, un rico mercader, eso sí con una exclusiva prerrogativa. Si la suma no es devuelta en la fecha estipulada el comerciante deberá pagar con una libra de su propia carne y de la región anatómica que elija Shylock.