De los dieciséis premios que concede la Academia Sueca, el más prestigioso es, probablemente, el de literatura. El descubridor de la dinamita dejó recogido en su testamento que anualmente se debería premiar al “autor de la obra literaria más sobresaliente de inspiración idealista”. En otras palabras, con este galardón se premia una trayectoria literaria, no una obra.
Para elegir al laureado cada año la institución recibe trescientas cincuenta propuestas de académicos, organizaciones y profesionales relacionados con el ámbito literario. Para que sean válidas las candidaturas deben renovarse anualmente y deben recibirlas antes del día uno de febrero.
En el año 2017, en pleno movimiento #MeToo, la academia sueca se vio salpicada por un escándalo sexual. Dieciocho mujeres, entre ellas algunas académicas, acusaban de agresión sexual, acoso y violación al francés Jean-Claude Arnault, el dueño de un club literario financiado por la institución.
Para salir al paso se decidió anular el premio Nobel del año 2018. Una acción que se había repetido con anterioridad en siete ocasiones, en todas ellas coincidiendo con las guerras mundiales.
Para compensar esta acción, en el año 2019 la Academia Sueca concedió una doble distinción, era la quinta vez que se producía el doblete en toda su historia.
En cuanto al idioma predominante de los laureados por el Nobel de Literatura, el primer lugar lo ocupa el inglés, seguido a gran distancia del francés y del alemán. Sin embargo, y esto también es curioso, por países Francia se sitúa a la cabeza, seguida de Estados Unidos.
En cuanto al sexo de los galardonados, las escritoras no llegan a la veintena, una apabullante minoría en relación con los varones. La edad media de los premiados se encuentra en la séptima década de la vida, con dos extremos, el de Rudyard Kipling –tenía 41 años cuando fue galardonado en 1907– y el de Doris Lessing, que ya había cumplido los 88 años cuando fue laureada (2007).
En cuanto al género, si nos proponemos ganar el Nobel conviene que nos centremos en la prosa, ya que la mayoría de los premiados están dentro de esta categoría, seguidos por aquellos que escriben poesía.
Alfred Nobel no contempló que un escritor pudiese renunciar a tan prestigioso galardón, pero la realidad es que así no ha sido. Se produjo por vez primera en 1958 cuando Boris Pasternak -el escritor mundialmente conocido por “Doctor Zhivago”- se vio obligado a rechazarlo ante las intensas coacciones que recibió del gobierno ruso.
Seis años después la historia se repetiría por motivos diferentes. En esta ocasión fue el filósofo francés Jean-Paul Sartre el que lo rechazó porque, según él, un escritor “no debe permitirse ser convertido en una institución”. Cuestión de principios.
Una última curiosidad, la medalla del Nobel de Literatura fue diseñada por el escultor y grabador sueco Erik Kindberg y representa a un hombre sentado bajo un árbol de laurel, que escucha y escribe la canción que le dicta Calíope, la Musa de la Literatura.