¿Cómo evitar las discusiones de pareja y prevenir dolorosas situaciones e incluso rupturas? ¿Realmente existen los matrimonios o noviazgos donde las peleas de pareja no existen? ¿Cómo se puede conseguir la felicidad plena en pareja?
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En esta guía te mostraremos qué dicen los expertos sobre cómo mantener una actitud conciliadora y proactiva en tu vida de pareja. Te contaremos cómo identificar y prevenir situaciones que provocan que tu relación amorosa se convierta en todo lo contrario de lo que en realidad debe ser.
Antes de seguir, es importante explicar qué es discusión de parejas. Los terapeutas matrimoniales las definen como los desacuerdos sobre temas rutinarios, superficiales o más profundos en una relación de dos.
Los especialistas coinciden en que cuando te peleas con tu novio o cónyuge estos desentendidos no tienen por qué ser siempre perjudiciales ni llevar a terrenos irreconciliables.
Para los investigadores del comportamiento humano, que una pareja discuta es saludable y hasta necesario, mientras responda a una comunicación y expresión genuina de los sentimientos.
¿Qué razones llevan a las parejas a discutir más seguido? El consenso establece, al menos, una lista de 15 motivos que causan las discusiones de pareja más comunes.
Aunque la convivencia sea lejos del hogar de origen, las parejas, especialmente si están comenzando la relación, suelen enfrentar una gran prueba de fuego cuando se preguntan “por qué peleamos tanto al incluir a nuestras familias” en las decisiones y actividades a compartir.
Temas como dónde pasar las Navidades y el Año Nuevo, con cuál de las familias, qué regalos y comidas llevar y hasta cómo vestirse para el encuentro familiar pueden desatar estrés, ansiedad y peleas de matrimonios.
“Tu familia quiere que pasemos Navidad con ellos, pero yo no. Decide tú qué vas a hacer”.
“Siempre prefieres celebrar en casa de tu familia y gastarte todo para complacerlos”.
“No me vestiré así para agradar a tu gente”.
Una dosis pequeña de celos puede ser normal y hasta sana, pero cuando se vuelven enfermizos o exagerados pueden dar al traste con cualquier relación.
¿En qué casos son saludables? Cuando ponen en evidencia un genuino interés hacia el otro, sin afectar la capacidad de escucharse, el diálogo con respeto y el deseo de cuidar a esa persona que se considera valiosa e importante.
“Si no quieres que te cele, dame todas tus contraseñas (del móvil, laptop, etc). Si me quieres, hazlo”.
“¿Por qué tardas tanto arreglándote? ¿Para quién te arreglas si a mí me gusta verte al natural?”
“Me da celos ver que otras parejas compartan fotos juntos en las redes ¿Por qué no haces los mismo?”
Discutir por el dinero o el uso que se le da es una historia que se repite en la mayoría de las relaciones que recién comienzan o que ya llevan tiempo de convivencia.
El no ponerse de acuerdo sobre el mantener las cuentas juntas o separadas ni la forma cómo se gasta, puede llevar a constantes e irritantes peleas.
“Siempre te gastas todo el dinero en tonterías. Malgastas, no ahorras.”
“¿Otra vez me estás pidiendo dinero? ¿Acaso no ganas lo suficiente?”
“Necesito que devuelvas el dinero que cogiste sin consultarme”.
Discutir por el lavado de los platos, por el baño sucio o recoger el desorden de los niños suele ser causa de malestar, ansiedad y fatiga en la relación.
Reprimir la incomodidad hasta estallar, reprochar o hacer sentir mal al otro es causante de más peleas maritales de las que podemos imaginar.
“¿Con quién me junté que no puede ni lavar lo que ensucia?
“Hoy hice los oficios domésticos. Mañana ve a ver quién te ayuda”
“Esta casa está vuelta una porquería. Parece un manicomio”.
Hay quienes prefieren dedicar buena parte de su tiempo libre a sí mismos. Y esto puede ser punto de partida de grandes diferencias y molestias.
Hundirse en el trabajo y las ocupaciones y no pasar tiempo de ocio y de descanso con sus parejas, puede alterar con frecuencia la paz en el hogar.
“¿Otra vez saldrás con tus amistades? ¿Cuándo me dedicarás tu tiempo libre a mí? “.
“No paras en casa y cuando estás libre te tiras en el sofá sin hacer nada”.
“Me cansé de que no apartes tiempo libre para unas vacaciones en familia”.
Las exigencias laborales, las aspiraciones personales y el invertir mucho tiempo en una carrera profesional pueden volverse una pesadilla conyugal.
Más allá de los ingresos por trabajo, la mayoría de los altercados pueden desencadenarse por las demandas de una posición más importante para sostener a la familia, por el peso de las horas de trabajo o estudio y las obligaciones en casa.
“Trabajo hasta la saciedad para darte todas las comodidades y así me lo agradeces”.
“Yo mantengo esta casa. No me reclames por el tiempo que dedico a mi profesión”.
“Antepones tu trabajo a nuestra relación”.
Suele ser inevitable como un gran detonante de discusiones en parejas juntas o separadas.
Lograr acuerdos sobre la forma de crianza, educación, límites y permisos exige buena dosis de negociación, cuestión que no siempre es fácil. Aquí influyen los valores, creencias, expectativas y hasta la disponibilidad de dinero o ahorros.
“Sé que esa es la escuela que quieres para los niños, pero no la podemos pagar”.
“No puedes ser tan de mente abierta. Hay que ponerles normas a los chicos”.
“Así te criaron tus padres. Yo no quiero eso para mis hijos”.
¿Por qué elegir a alguien y luego desear que cambie? Hay gente que se compromete en una relación con el pleno convencimiento de que la otra persona es la correcta y que dejará atrás su personalidad, costumbres o forma de actuar por amor.
Los terapeutas refieren que muchos se separan por las mismas razones por las que se enamoran: por ser polos opuestos. Los rasgos diferentes de personalidad pueden resultar fascinantes hasta que se empieza a desear que esa persona cambie.
“Cuando te elegí pensé que dejarías atrás eso que me molesta tanto”.
“Pensé que cambiarías con el tiempo”.
“Tú me conociste con mis defectos. No sé cuál es el problema ahora”.
Cuando las parejas pelean y se molestan por temas triviales y sin importancia, esto es un signo revelador para los especialistas.
Si esto ocurre a menudo, se pone de manifiesto que en la interioridad de la relación existe un conflicto de poder, intolerancia o incapacidad para ser flexibles.
“Otra vez el vaso en la mesa ¿Tengo que pedirte siempre a gritos que lo recojas?”.
“Me sacas de quicio hasta cuando respiras”.
“Te dije que no me gusta ese olor a perfume ¿Te lo pones para molestarme?”.
Cuando uno o ambos integrantes de la pareja se muestran tercos, el resultado es un campo estéril que no permite avanzar.
Esta actitud de un matrimonio peleando puede deberse a comportamientos inmaduros, inseguridad, lucha de poderes, competitividad, creencias retrógradas o deseos de imponerse a toda costa.
“Así han hecho las cosas en mi familia y punto”.
“No me interesa hacerlo de otro modo para complacerte”.
“Porque lo digo yo”.
Las creencias personales, la religión y las ideologías suelen ser temas delicados y susceptibles de encender acaloradas discusiones.
Hay parejas con diferencias marcadas que prefieren no hablar del asunto, hasta que un hecho o situación pone en el tapete la necesidad de fijar postura.
“Tú me conociste con estas creencias. No me digas que ahora te molestan”.
“No comparto tu ideología. No me presiones ni insistas”.
“Puedo entender que otros sigan esa religión, ¿pero tú? No cuadras allí”.
Discutir por una situación que pueda prestarse a ambigüedades o que por problemas de comunicación no se puso antes en evidencia, es muy común entre las parejas.
Una foto en las redes sociales sacada de contexto, las discusiones de pareja por WhatsApp, el comentario de alguna persona externa a la relación o una salida repentina sin avisar pueden disparar dudas.
“Me dijiste que estarías con tus padres, pero te vieron en otra parte ¿A quién le creo?”
“Si ibas a reunirte con tus colegas de la oficina, podías haberme llevado. Así los conozco”.
“Esto no es tuyo ¿Te lo regalaron?”.
Muchas parejas pueden no sentirse preparadas para ser padres. El nuevo escenario puede ser demasiado estresante sino saben cómo lidiar con las responsabilidades.
La llegada de uno o más bebés representa un antes y un después en toda relación. Es algo que trae tantos cambios que muchos no lo soportan, explotan y discuten seguido.
“Antes éramos tu y yo. Ahora es sólo el bebé”.
“Debimos haber esperado más antes de ser papás”.
“Desde que somos padres, ya no me deseas como antes”.
Incluso en las parejas que acostumbran a comunicarse todo, la decisión sobre un tema sin consultar al otro puede encender fuertes discusiones.
También el acostumbrarse a asumir una actitud pasiva, ser ignorado y callar para evitar discusiones resiente toda relación. Puede que la parte afectada despierte de golpe.
“Nunca me consultas sobre este tema. Ya es hora de que eso cambie”,
“Me gustaría que de ahora en adelante me preguntes siempre antes de tomar esa clase de decisiones”.
“Siempre te he dejado eso en tus manos, pero ya no quiero que decidas sin consultarme”.
En parejas consolidadas o no, puede que los cambios de hábitos, horarios o gustos al comer, vestir, socializar o distraerse generen rechazo, sorpresa o molestia de la pareja.
Incluso, pueden interpretarse como situaciones dignas de sospecha o generar celos infundados y preocupaciones.
“Es raro que ahora quieras que todos cambiemos para hacer lo mismo que tú?”
“Ese peinado no va contigo. No eres tú”.
“Si quieres cambiar de gustos, hazlo tú. A mí déjame en paz”.
¿En qué momento las discusiones de pareja llevan a diferencias insalvables y rupturas inminentes? Aunque no existen separaciones iguales, hay varios motivos identificados por los expertos y que suelen desencadenar la ruptura de la relación.
Estas son las 7 situaciones catalogadas como una alerta roja y que pueden detonar la decisión entre las parejas de romper.
Cuando las relaciones íntimas son esporádicas o muy poco apasionadas, muchas parejas se tambalean y discuten con frecuencia. Con un solo encuentro íntimo al año es muy difícil mantener la conexión y el erotismo.
Si la persona que recibe este reclamo no está dispuesta a hacer un esfuerzo para aumentar la pasión, es muy probable que el siguiente paso sea la ruptura.
“Parecemos desconocidos. Ni me abrazas, ni me miras, ni siquiera me tocas como antes”.
“¿Somos colegas de piso o pareja?”.
“Creo que no te gusto ni te excito para nada”.
Esta es una de las situaciones más reveladoras: cuando uno de los dos o ambos miran hacia atrás y este viaje en el tiempo no despierta experiencias agradables ni recuerdos positivos.
Si incluso se desea haber tomado otras decisiones que evitaran la actual existencia en común o se advierte una diferencia de edad, esto es una muy mala señal.
“No debí haber tenido esa primera cita contigo. Me arrepiento”.
“Debí haber continuado con mi vida antes de enredarme contigo”.
“¿Recuerdas cuando se te olvidó recogerme? Me arrepiento de habértelo perdonado ese día”.
Palabras como “siempre” o “nunca” suelen herir y desatar resentimientos y peleas que no llevan a nada.
Los terapeutas matrimoniales advierten qué significa cuando una pareja pelea mucho. Palabras que potencian un círculo vicioso de reclamos y frustraciones suelen relucir cuando peleas con tu pareja y no conducen a la resolución de los conflictos.
“Tú nunca cambiarás. Ni vale la pena que hablemos.”
“Siempre te importan más tus amistades que yo.”
“Nunca has sido capaz de tener un detalle bonito conmigo.”
A veces cuando una pareja pelea mucho es mejor terminar. Pedir disculpas con frecuencia por los sentimientos del otro durante una discusión fuerte puede elevar la tensión e interpretarse como una reacción poco auténtica, sin marcha atrás.
Puede llevar a hacer sentir a la otra persona que vale menos o que sus sentimientos no están siendo comprendidos y que, por el contrario, están siendo minimizados.
“No sabes cuánto lo lamento por ti”.
“Siento que te sientas así en este momento”.
“Disculpa por haberte causado todo esto”.
Cuando alguien de la pareja suele cerrarse, mantenerse en silencio o darse por desentendida durante una discusión, esta actitud evasiva a repetición puede convertirse en una sentencia mortal para toda relación.
El no mostrarse con la intención real de poner punto final a los conflictos, mediante el diálogo, y tampoco involucrarse, hace que las peleas entre parejas solo aumenten en intensidad.
“Antes que me quede hablando sola/a en esta habitación, necesito que aclaremos si me fuiste infiel o no”.
“¿Me estás escuchando? Parece que no”.
“Di algo. Te estoy hablando. Respétame al menos”.
Las parejas que no cooperan en las labores del hogar suelen sentirse menos apasionadas y menos satisfechas. Esto es lo que sostienen varios estudios, entre ellos, el de la Universidad de Alberta, en Canadá, efectuado en 2015.
Según esta investigación, la vida en común implica sentirse valorado y comprendido. Cuando alguien en la relación delega este tipo de responsabilidades en el otro, esta falta de valoración socaba las relaciones íntimas y los cimientos del compromiso en pareja.
“¿Habrá día en que no tenga que estar limpiando tu desastre?”.
“Los platos no se lavan solos. Cada quien que recoja sus trastes”.
“Me vendría bien una mano limpiando antes que te eches en el sofá a hacer nada”.
No hay nada peor para una discusión importante que una de las partes decida irse sin mediar palabra y obvie al otro. Dejar a la pareja con la palabra en la boca durante un diálogo y hacerlo costumbre, es grosero y condena a las relaciones al fracaso.
Es una separación emocional simbólica y reveladora que indica que no le importa lo que tenga que decir el otro y ni se molesta en escucharlo.
(Empezando la conversación): “No quiero discutir».
“Otra vez me dejas hablando solo/a. Vete como siempre”.
“Hablamos en otro momento. Fin”.
Para la reconciliación de pareja y la solución de los conflictos después de una fuerte discusión, los terapeutas de pareja recomiendan entrenar y aprender técnicas de inteligencia emocional y psicología positiva.
En discusiones fuertes por celos, dinero, diferencias en la manera de pensar o en cualquier otra, si la conversación cayó en ideas repetidas y no se llegó a nada, es mejor desconectarse, dar una vuelta o hacer una diligencia.
Luego volver para cerrar la discusión y llegar a algún acuerdo con la cabeza fresca.
Los terapeutas recomiendan dar el primer paso y acercarse a la pareja para limar las asperezas y establecer un reencuentro. Este es el momento de:
Si las parejas tienen prestablecido un protocolo de actuación consensuado para resolver sus peleas de novios y regresar a la normalidad, este es el momento de recordar los principios para gestionar la situación.
Esta es una excelente forma de fijar normas y evitar peleas futuras que se salgan de control.
Después de una pelea de pareja o unos novios discutiendo, los involucrados deben acentuar el poder de introspección y buscar ser más asertivos en su lenguaje corporal, gestual y en su comunicación oral.
Esto abona el camino para una reconciliación. Los pasos para lograrlo son:
Los expertos recomiendan dejar en el pasado las peleas en el noviazgo o las anteriores. Después que las aguas se hayan calmado, es importante recordar los momentos buenos que se han vivido juntos.
Si por ejemplo, la pelea fue por falta de confianza, celos, sospechas de infidelidad o inseguridad, es tiempo de buscar fotos antiguas de algún viaje, de momentos puntuales o celebraciones que brinden un recuerdo optimista y alegre al presente.
¿Existen modos de evitar las discusiones de pareja? Los psicólogos y terapeutas matrimoniales recomiendan estos métodos para discutir de manera constructiva y sin que las emociones desbocadas y las peleas se conviertan en protagonistas.
Al igual que en un juego, las partes deben estar claras en las reglas que se deben seguir para evitar que la ira domine la conversación. Para ello, hay que fijar algunos pasos:
No dejar que la furia salga por la boca. Es importante establecer con antelación que no se puede bajo ningún concepto caer en discusiones de pareja con insultos o decirse malas palabras.
Hacer comparaciones de cómo se resolvían los conflictos con las exparejas resulta ofensivo y no se debe permitir. Tampoco compararse con otras parejas o amistades.
Algo tan básico como el sueño y la necesidad de descansar no deberían ser alteradas por discusiones nocturnas. La pareja puede fijarse como norma no discutir antes de irse a dormir, no acostarse con resentimiento o sin darse un beso de buenas noches.
Los especialistas en terapias de pareja recomiendan escribir las normas, e incluso firmarlas como señal de disposición para respetarlas. Acto seguido, sacarle copia y mantenerlas en lugares visibles para recordarlas todos los días.
Aunque la pareja no discuta, es importante que siempre estén presentes estas reglas.
Si a la pareja o a uno de sus integrantes les cuesta respetar los turnos para hablar, deben fijarse normas sobre tiempo para expresarse. La idea es acostumbrase a charlar de forma constructiva y no a discutir sin saber parar.
Aprender a detenerse cuando el nivel de enfado y de exaltación amenaza con salirse de control es clave. Una pareja feliz se hace responsable de sus acciones y palabras y evita que la furia tome las riendas.
Si a una persona le cuesta dominar la rabia, es momento de buscar ayuda de un especialista en relaciones matrimoniales o noviazgos. Este profesional está capacitado para enseñar herramientas para:
Hay parejas que obvian este detalle y el resultado termina siendo catastrófico. Los expertos recomiendan:
No cerrar la discusión sin antes llegar a un acuerdo o pactar soluciones.
Las parejas que discuten por horas y seguido sobre el mismo tema, sin fijar salidas ni comprometerse a zanjar el problema, terminan perdiendo la confianza y atención plena en el otro.
Las reacciones que despierta una discusión pueden estar asociadas con la frustración, ansiedad, tristeza o sentimientos negativos.
Para identificar qué emociones están involucradas, es importante saberlas identificar para tomar acciones.
Los terapeutas de pareja recomiendan aprender a reconocer qué factores disparan las discusiones. Para ello, es importante:
Hay profesionales que pueden ser de gran ayuda para aprender a manejar las discusiones y realizar test de pareja.
Ellos aportan herramientas para evitar separaciones definitivas, rupturas con secuelas o prevenir la repetición de patrones que llevan al fracaso.
Este especialista aplica herramientas de psicoterapia y mediación, centradas en el reconocimiento y resolución de conflictos para unas relaciones más sanas.
Tienen licenciatura o posgrado en esta área y acreditaciones de asociaciones reconocidas. Generalmente aplican terapias a corto plazo, individuales o no, e incluyen tareas y rutinas que las parejas deben seguir en casa.
Cuando los problemas se enfocan en la cama, en traumas, adicciones, complejidades de la psiquis o dificultades en la función sexual, estos especialistas médicos pueden ser una tabla de salvación para las relaciones.
Son médicos con especializaciones en Psiquiatría y/o relaciones de pareja. Pueden aplicar técnicas de psicoterapia, manejo de la ira, psicoanálisis, análisis transaccional, junto con una evaluación de la salud, tratamiento farmacológico y terapia sexual.
Un psicólogo colegiado posee las herramientas para ayudar a resolver los conflictos en las parejas que no saben cómo manejar sus emociones. Puede tener también la especialización de Terapeuta o Consejero Matrimonial.
Se ocupa de la salud afectiva y mental y de brindar un enfoque clínico. Puede aplicar técnicas de psicoterapia, mediación, roles y sesiones para aprender a dialogar.
Esta es una de las vertientes del trabajo de los “coach de vida” o “entrenadores emocionales”. Son profesionales certificados, procedentes de distintas áreas sociales, de la salud, educación o incluso, del mundo de las finanzas.
Un coaching especializado en parejas y PNL (programación neurolingüística) puede motivar y ayudar a sacar lo mejor de cada quien en la relación. Entusiasma para ganar fortaleza, enfrentar situaciones con positivismo y combatir debilidades.
Cuando las creencias religiosas o espirituales fragmentan las relaciones, un especialista en asesorar a las parejas en este tema puede facilitar tomar decisiones con mayor paz y armonía.
Puede tratarse de un sacerdote, monja, guía, pastor, maestros, psicólogos u otras personas con estudios y reconocimientos en su comunidad. Suelen organizar retiros espirituales o actividades de uno o varios días para ayudar a las parejas.
El estrés y la ansiedad en la vida matrimonial pueden detonar discusiones estériles, frecuentes y acaloradas.
Los terapistas holísticos pueden servir de complemento para bajar toda esta carga emocional con técnicas complementarias para parejas enfocadas en el mindfulness, meditación, terapias energéticas tradicionales, aromaterapia, cábala, etc.
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¿Sabes qué hacer para detener las discusiones con tu pareja? ¿Cómo debes actuar cuando el ambiente se pone tenso entre ambos? Esta guía rápida responde brevemente a estas y otras preguntas para que salgas del atolladero.
Evita convertir los asuntos pasados y el origen de la pelea en el único tema de conversación en las horas y días siguientes. Establece un filtro en la manera como hablas con tu pareja para argumentar tus ideas de forma constructiva, sin señalar culpables ni emitir juicios negativos. Apela a las caricias emocionales.
Discutir con frecuencia puede ser un signo de falta de comunicación, desconfianza o desinterés. La poca comunicación deja a uno de los integrantes sin idea de lo que está pasando en la cabeza de su contraparte. Es importante retomar los canales de diálogo o abrir las compuertas para dar a conocer al compañero/a los temas que le preocupan.
Muchas batallas campales entre parejas comienzan por quejas y críticas que se mezclan con situaciones del pasado y del presente, todo en una misma discusión. Es importante evitar referirse a temas sacados de contexto o buscar excusas en conflictos anteriores como forma de ataque. Estas actitudes no ayudan en nada.
Hay varios motivos que pueden explicar qué ocurre en el mundo de las parejas que discuten de manera recurrente:
Pelearse por nimiedades y terminar alzando la voz con enfado por cualquier cosa es una señal de que existe en el fondo una situación sin resolver y que está molestando a uno o ambos integrantes de la pareja. La solución es identificar el problema de fondo y si no se conoce, buscar qué temas disparan las recriminaciones y la furia al discutir.
La gran parte de las discusiones se inician cuando una de las partes busca imponer su punto de vista sin permitir que la otra persona se exprese o sin dedicarle suficiente atención a lo que está planteando. Es importante escuchar de manera atenta y contar hasta 10,20 o más, antes de responder de manera grosera e hiriente.
Ser sincero y transparente no quiere decir que debas expresar sin filtro todo lo que pasa por tu cabeza. Trata de buscar las palabras correctas al expresarte y dar argumentos, sin hacer suposiciones ni culpar a tu pareja. No emitas juicios negativos ni actúes indiferente para hacer sentir mal al otro después de una discusión.
Quedarse en silencio y no hablar de algo que causa molestias y enfado puede convertirse en una bomba de relojería. Es más saludable decir las cosas en el momento, de la forma más educada y sosegada posible. No es recomendable postergar ni reprimir los sentimientos, ya que pueden causar rencor y una cadena de reclamos.
Los problemas en las parejas no se solucionan involucrando a la familia y amigos para que tomen posturas a favor o en contra. Ventilar las diferencias entre el círculo social puede volver incómodo el abordaje del problema e incluso, complicarlo. Es saludable mantener la intimidad de las parejas lejos del ojo público o las críticas ajenas.
Ahora que conoces qué factores desatan frases de discusiones de pareja y cómo puedes evitarlas y solucionarlas, podrás entender que las peleas de pareja no siempre son un problema. Si transcurren en términos positivos y sin agresiones, son una oportunidad para crecer y ser más asertivo en las relaciones.