¿Quién no ha oído hablar de la Divina Comedia? Todo el mundo la conoce, aunque no son tantos los que se han sumergido en sus tenebrosas profundidades, porque, vaya por delante, que no es una obra sencilla de leer.
Fue escrita en el siglo catorce por Dante Alighieri (1265-1321) y su título original era simplemente “Commedia”. El complemento de “Divina” llegaría después, fue un añadido de Giovanni Boccaccio, un reconocimiento que se le otorgará eternamente.
La obra se compone de tres partes perfectamente caracterizadas: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cada una de ellas tiene treinta y tres cantos en los cuales se describe el viaje del autor por esos lugares acompañado de la atenta mirada de un guía iniciático.
La elección del número treinta y tres no fue casual, está cargado de simbolismo: el número de vértebras del ser humano, los grados masónicos y la edad a la que la tradición atribuye la muerte de Jesucristo.
De igual forma la división de la obra en tres partes también tiene su paralelismo: la trinidad sagrada –Padre, Hijo y Espíritu Santo–, el número con el que algunas culturas simbolizan el equilibrio y los lados de un triángulo, representación de la estabilidad.
También tres son los personajes principales de la obra: Dante –personificación del hombre–, Beatriz –la fe– y Virgilio –la razón–. Ella es Beatriz Portinari, la mujer a la que conoció el autor con nueve años y que le marcó toda su vida.
Dante estuvo un día en el infierno –el Viernes Santo del año 1300– y lo describe como un cono invertido con nueve círculos o niveles decrecientes. En cada uno de ellos se sitúan los pecadores, los más cercanos al fondo son los que mayores pecados cometieron a lo largo de su vida, ya que en el centro es donde habita el mismísimo Lucifer.
Cuando Dante escribió el poema se produjo un cambio climático en Europa, con la aparición de bajas temperaturas e intensas lluvias. Muy posiblemente esto sirvió de fuente de inspiración para algunos de sus pasajes: los pecadores de la gula son castigados con una lluvia incesante.
El segundo de los escenarios a los que viaja el poeta es al purgatorio. Virgilio le muestra las siete terrazas de las que consta y que se corresponde con los siete pecados capitales (soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria). Si el infierno se basaba en acciones, la filosofía del purgatorio son los motivos.
Los pecados más graves se sitúan en los primeros giros, mientras que los más cercanos a la cima son para los pecadores más baladíes.
El autor distingue tres lugares diferentes: el Antepurgatorio, el Purgatorio y el Paraíso terrestre. En el primero esperan todas las almas dependiendo de los años en que hayan vivido, que hayan sido excomulgados o arrepentidos de forma tardía para poder entrar en el purgatorio. Al final, en la cima del purgatorio, se encuentra el Jardín del Edén.
En el tercer canto Virgilio abandona el papel de guía y deja paso a Beatriz. Metafóricamente, la fe sustituye a la razón. En otras palabras, es imposible –según Dante– llegar a Dios sólo con la razón.
Mientras que el Infierno y el Purgatorio eran lugares terrestres, el Paraíso es un escenario inmaterial que se encuentra dividido en nueve cielos. Los primeros siete llevan el nombre de los cuerpos celestes del sistema solar –en su orden– y los dos últimos corresponden a las estrellas fijas y el primer móvil. Dante sitúa a los buenos gobernantes en la sexta esfera –Júpiter– y a los sabios en la cuarta –Marte–.
Desde el último cielo se asciende a una región que se encuentra más allá de la existencia física –el Empíreo– que es la residencia de Dios.