5.000 metros cuadrados, 300 árboles y 25.000 plantas son las cifras del espectacular oasis verde con el que el aeropuerto de Doha recibe a los viajeros. Un refrescante entorno iluminado con la luz solar que llega a través de una enorme cúpula de cristal y que no deja indiferente a nadie.
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En sus senderos o en sus pasarelas es posible cruzarnos con algún pasajero que ameniza su espera jugueteando con una mashaba entre sus manos. Se trata de una sarta de bolitas unidas por un hilo, similar al rosario cristiano, y que usan los islámicos para llevar la cuenta del número de repeticiones del tasbih. Tradicionalmente tenía noventa y nueve cuentas, que es el número de los nombres o atributos que tiene Alá, pero para hacerla más manejable se han reducido a treinta y tres. Eso sí, con la obligación de repetir tres veces su cuenta.
Pues bien, el viajero advertido descubrirá con enorme facilidad la presencia de una mashaba de tamaño gigante en el aeropuerto de Doha. No muy lejos –en el hall principal- tiene su domicilio desde hace varios años un peluche gigante de color amarillo y con un flexo encima. Es un oso fabricado en bronce y de casi veinte toneladas de peso. Una “enorme” metáfora para recordarnos a todos los que por allí transitan cuáles son los objetos más preciados del hogar.
Otra de las muchas curiosidades que encierra el aeropuerto son las quiets room (habitaciones tranquilas) en las que los viajeros pueden descansar en asientos con forma de cama.
Un zoco inolvidable
Tras abandonar el aeropuerto lo primero que llama la atención es que no todos los ocupantes de los coches tienen el cinturón de seguridad puesto, la explicación es sencilla, en este país tan solo es obligatorio para aquellos que viajan en los asientos delanteros. Por cierto, el nombre de la ciudad procede del término árabe “dohat” que significa redondez, en alusión a la forma de su bahía.
Entre los lugares más populares de Doha se encuentra el Souq Waqif, el zoco tradicional, un laberinto de calles en donde es posible comprar desde telas hasta perfumes, pasando por joyas, muebles y los más diversos productos de artesanía. Su origen se remonta al siglo XIX cuando era lugar de reunión entre beduinos y comerciantes.
En sus bazares encontraremos a mujeres que deambulan con burka, la vestimenta que cubre todo su cuerpo y que tiene una rejilla a la altura de los ojos, con nikab, que solo deja esta parte del cuerpo al descubierto, o con chador, el manto que cubre todo el cuerpo. Por su parte, los hombres, al igual que en otros países del Golfo Pérsico, suelen usar el kandurah, una larga túnica de color blanco que les llega hasta los tobillos, y la kufiyha, un pañuelo de algodón sostenido por un cordón (agal)
Muy próximo al Souq Waqif se encuentra una popular escultura conocida como “El pulgar”, una representación a gran tamaño —seis metros de altura— del primer dedo del escultor, en donde no faltan ni siquiera sus huellas dactilares.
No muy lejos de allí se encuentra un llamativo edificio con una torre en espiral, es el Centro Cultural islámico. Por la noche, y con la iluminación, se acentúa todavía más su belleza arquitectónica.
Un skyline inolvidable
Una de las vistas más espectaculares del skyline se divisa por la noche desde el Corniche, el paseo marítimo de siete kilómetros que discurre junto al mar y que permite obtener la imagen más icónica de Doha. En ese momento del día es posible disfrutar de un verdadero espectáculo de luces en donde destaca la Aspire Tower, el edificio en el que se instaló la antorcha olímpica en el año 2006, con motivo de los Juegos Asiáticos.
Al otro lado del Corniche —hacia el mar— nuestros ojos se detendrán en los dhows, los barcos de pesca qataríes, que hacen las veces de improvisados cruceros para turistas y que parecen mecerse sobre el color verde-azulado del Golfo Arábigo.
Si comenzamos nuestro recorrido por el paseo marítimo en las proximidades del puerto, en pocos minutos habremos llegado al Museo Nacional de Qatar, con un diseño que recuerda al de la rosa del desierto. Más adelante alcanzaremos la Perla de Doha, un archipiélago artificial de lujo ubicado en donde antaño se realizaban los trabajos de recolección de perlas.
Los amantes de las compras están de suerte en Doha, ya que tienen a su disposición una amplia oferta de centros comerciales. El más conocido, sin duda, es el Villagio mall, inspirado en las calles de Venecia, con techos decorados con un cielo pintado que dota al espacio de la sensación de estar al aire libre y en donde es posible realizar un pequeño paseo por góndola antes de reponer fuerzas en alguno de sus múltiples restaurantes. A este centro es posible acceder en una de las tres líneas de metro de la ciudad, desde la estación Azziyah.
Una última curiosidad, en Qatar nunca hay que sentarse con las piernas cruzadas, de tal forma que el pie de una pierna esté apoyado sobre la rodilla contraria, puesto que se es considerado por sus habitantes como un desprecio.