Vivimos en el siglo XXI, en una nueva era en la que es protagonista la transformación tecnológica que ha reorganizado nuestro contexto, nuestra sociedad y nuestra forma de relacionarnos. Podemos acceder rápidamente a una gran cantidad de información, difuminando distancias y fronteras. Somos ciudadanos del mundo.
Estamos caminando hacia una Cuarta Revolución Industrial en la que predominarán nanotecnologías, inteligencias artificiales, neurotecnologías, drones… La evolución digital y las innovaciones nos obligarán a afrontar nuevos desafíos. El mundo que hoy conocemos cambiará, probablemente se perderán muchos de los puestos de trabajo que conocemos hoy, aunque también habrá otros nuevos.
Para este desafiante futuro, repleto de cambios, transformaciones y retos, el valor en alza está, sin lugar a duda alguna, en el talento y la creatividad. Es decir, en la preparación y cultivo de las mentes, del conocimiento humano. No es una casualidad que cada vez más empresas recurran al coaching para optimizar sus recursos humanos.
Y por eso vamos a centrarnos en el autoconocimiento, ya que para ser dueño del propio destino, es necesario saber quién es uno mismo, de otro modo, no parece posible orientar la vida propia.
Conocerse a sí mismo es uno de los pilares de la reflexión de todos los tiempos: “Nosce te ipsum” era ya una frase inscrita en el Templo de Apolo en el Oráculo de Delfos de la Antigua Grecia, por lo que se puede afirmar que sigue estando absolutamente vigente después de más de 2.500 años.
Tenemos una gran cantidad de información, pero necesitamos comprendernos a nosotros mismos y aceptarnos, y la prueba de ello es la gran cantidad de libros, artículos y estudios de autoayuda existentes hoy.
En la Grecia antigua, esta frase (o consejo) tenía más bien connotaciones de futuro, pues invitaba a conocer el comportamiento de uno mismo, a fin de analizarlo y poder actuar mejor, poder mejorar lo que se hacía. Alguien que se conoce, tiene las riendas de su vida en su mano, y quien puede mandar en sí mismo, puede gobernar a otros.
Es decir, que conviene analizar las cualidades y defectos, los objetivos y/o metas a conseguir, y la incidencia o importancia que tienen en la vida de uno. Saber lo que está bloqueando, o paralizando, un crecimiento personal, permite concentrarse en esas áreas y mejorarlas, lo que además lleva a una mejor visión de uno mismo para afrontar lo que depare la vida. En una palabra: seguridad.
Hay muchas técnicas, dinámicas y recursos para realizar estas evaluaciones, incluso con un enfoque exclusivamente profesional, a fin de mejorar aspectos muy concretos, como el trabajo en equipo, o las habilidades comunicativas, organizativas, etc.
Incluso se podría afirmar que la consecuencia de esta inquietud por conocerse ha originado alguno de los movimientos que han tenido lugar en medios de comunicación, por ejemplo, hubo un programa producido por Comedy Central en Estados Unidos que llevaba a personas famosas para ser “criticados” en tono cómico por otros también muy conocidos.
Esto ha desembocado finalmente en un desafío que ha inundado las redes desde el verano pasado: el Roast Yourself (traducción literal: quémate a ti mismo), que consiste en contestar con humor los comentarios y opiniones negativas, restándoles importancia, sin tener que asumirlos ni negarlos.
La comunicación es global y rápida, y ha dado lugar a nuevas figuras como los influencers o los youtubers, que deben mostrar una parte de sus vidas teniendo que soportar comentarios y críticas muy negativos, lo que podríamos decir que a veces llega a ser una especie de bullying online, y con el roast yourself se consigue darles la vuelta, con humor, y evitar tomarlos como algo personal, restándole importancia.
Por eso el autoconocimiento es una pieza fundamental para estar presentes en el mundo de internet y las redes sociales. La aceptación, la valoración y el conocimiento de uno mismo, es el eje vertebral que conduce al propio respeto. Conocer las capacidades reales y las actitudes propias genera seguridad y refuerza la autoestima.
Otro ejemplo podría ser el hashtag #10yearchallenge, que podríamos decir que es otra forma de revisar nuestro pasado, como algo que nos ha llevado a nuestro presente y, por ende, a los logros alcanzados.
Lo cierto es que el ser humano tiende a ser social y a comunicarse. Necesita sentirse conectado compartiendo contenido, ideas, consejos, humor…, y por ello el éxito de las redes sociales. Solo Instagram y WhatsApp alcanzan más de 250 millones de usuarios diarios en el mundo.
Pero estar presente en el mundo online puede conllevar encontrarse con lo peor del ser humano: la crítica negativa escondida muchas veces tras el anonimato. Por eso conviene tener recursos que ayuden a recordar quién eres y minimicen los efectos de burlas y/o críticas.
Cuando se comparte contenido, normalmente se tiene una experiencia gratificante. Hay experimentos que demuestran que se activan dos regiones concretas del cerebro al compartir información: una es el pensamiento sobre uno mismo y otra es la que trabaja para entender en qué pueden estar pensando los demás.
Parece ser que quien comparte una noticia predice las posibles reacciones de su audiencia. Es decir, analiza lo que los demás van a pensar tanto de la información compartida como de quien la ha compartido. Se hace creyendo, prejuzgando, que les gustará y que ello reforzará las relaciones con esas personas. Emily Falk asegura que:
“Quienes publican comparten cosas que pueden mejorar sus relaciones, hacer que parezcan inteligentes o empáticos, o mostrarles bajo una luz positiva”
Parece que, por eso, cuando un contenido produce alegría, empatía o admiración, la tendencia es compartirlo, e incluso esa sensación puede ser común a miles de personas, llegando a ser viral.
Las personas intentan proyectar en las redes cómo les gustaría ser percibidos (divertidos, cool, estilosos, etc.). Les gusta compartir preocupaciones y compartir opiniones también, porque les hace sentirse aceptados. Es la razón por la que produce satisfacción enviar información que se considera útil y/o práctica a los amigos y a la familia.
El mundo ha cambiado, vivimos en el siglo XXI y en una nueva era, caminando hacia la Cuarta Revolución Industrial. Es decir, se presenta un futuro lleno de innovaciones que transformará nuestra sociedad y nos invitará a afrontar retos y desafíos que son difíciles de imaginar ahora.
Pero el ser humano cuenta con un elemento muy poderoso que le permitirá adaptarse a todo lo que venga: el talento y la creatividad.
Es preciso saber quién es uno mismo para ser el dueño de su propia vida. Conocerse a sí mismo es una máxima que está vigente desde hace más de 2.500 años, porque permite reforzar debilidades y cultivar fortalezas. Así es desde la antigua Grecia, y seguirá siendo en el mundo de las redes sociales del siglo XXI.
Cambia nuestro entorno, el escenario tiende a ser global y la información desmesurada y veloz; tenemos que estar preparados, cuidando nuestra mente que es nuestra tecnología principal.