Irlanda es tierra de santos, de nobles, de cerveceros…, pero también de literatos. Por las calles de Dublín, y por sus pubs, han deambulado grandes figuras de la literatura universal.
Su cultura, además, está íntimamente ligada a la música, siendo una de sus señas de identidad; no en balde en su bandera nacional no hay majestuosas águilas, temidos dragones o feroces leones, sino una frágil arpa gaélica.
¿Cómo poder arrinconar en nuestra memoria grupos o intérpretes del panorama internacional como U2, Enya, The Cranberries, The Corrs o Van Morrison, entre otros muchos?
Retornado al aspecto literario. Desde hace varias décadas, cada 16 de junio los dublineses celebran por todo lo alto el conocido Bloomsday, en honor a Leopold Bloom, el protagonista de «Ulises«.
Cientos de entusiastas dublineses intentan comer y cenar lo mismo que el personaje principal de la novela. Entre las delicias gastronómicas no faltan el desayuno con té y tostadas o el sándwich de gorgonzola regado con un buen borgoña en el pub Daby Byrne –en Duke Street–.
La elección de la fecha no fue casual. Un día como ese, pero de 1904, un jovencísimo James Joyce (1882-1941) salió por vez primera a pasear con Nora Barnacle, una camarera de hotel con la que acabaría compartiendo el resto de su vida.
Los dublineses recompensaron su gesto literario levantando una estatua de Joyce en Earl Street, muy próxima a la céntrica y transitada O’Connell Street.
Joyce forma parte de la nutrida nómina de escritores famosos nacidos en Dublín, junto con Abraham “Bram” Stoker (1847-1912) –el creador de «Drácula«– y Oscar Wilde (1854-1900).
Wilde cuenta con una estatua nada convencional –que curiosamente es una de las más fotografiadas de la ciudad– en el parque Merrion Square.
Wilde se pasó dos años en la cárcel por enamorarse del aristócrata, escritor y poeta, Alfred Douglas. Entre rejas escribió sus inolvidables «De profundis» y «La balada de la cárcel de Reading«, que subscribió empleando su número de preso : C.33.
También nacieron en Dublín el clérigo Jonathan Swift (1667-1745), George Bernard Shaw (1856-1950), el poeta WB Yeats (1865-1939) y Samuel Beckett (1906-1989).
«Los viajes de Gulliver«, de Jonathan Swift, es uno de los clásicos en lengua inglesa. Vio la luz en 1726 y, además de ser un libro de viajes, es una sátira sobre la naturaleza humana.
Fue tal la acogida por parte de los lectores dieciochescos, que el mismo año de su publicación se escribió:
“Es universalmente leído, desde el Gabinete del Consejo hasta la guardería”.
En el año 2009 se inauguró, en honor a Samuel Beckett –uno de los creadores del teatro de lo absurdo–, un puente atirantado sobre el río Liffey, obra del español Santiago Calatrava.
El punte se encuentra situado a escasos metros de The Famine, las esculturas de bronce que conmemoran la gran hambruna irlandesa del siglo diecinueve.
De todas estas celebridades literarias tan solo dos han sido galardonados con el Premio Nobel de Literatura: George Bernard Shaw y Samuel Beckett.
Una buena forma de introducirse en la literatura irlandesa es comenzar la lectura de «Ulises«, con el sobradamente conocido “Introibo ad altare Dei”. ¿Qué mejor forma que hacerlo en The Brazen Head, el bar más antiguo de Dublín, acompañado de una Guinness?