El medio ambiente y el ser humano debían ser uno o, al menos, cuidarse uno al otro… Quizás no tenga sentido a simple vista, pero la realidad es que la humanidad, a través de los años (y en la actualidad también), ha obtenido las bondades de la madre Tierra para curarse, sentirse vivo y conectar con el alma y el cuerpo en busca de la sanación, y Edward Bach sabía mucho de eso.
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Cada 24 de septiembre se conmemora el nacimiento de Edward Bach (1886 – 1936) y se recuerda y enaltece el conocimiento. Bach fue un gran homeópata, bacteriólogo y médico cirujano inglés que se encargó de pavimentar todo un camino de conocimientos sobre la medicina natural y la conexión que existe sobre cómo las personas se mantienen sanas si logran escuchar a sus almas para llegar a experimentar la armonía de vivir en paz, siendo feliz con lo que aman hacer.
La naturaleza para Bach fue el lugar predilecto, un escape de la ruidosa civilización, donde profundizó sus pensamientos, la espiritualidad, y estudió cómo el medio ambiente era parte de un todo y el espacio en el cual se puede hallar la cura para el cuerpo (enfermedad física), al tiempo que se elevan los niveles de conciencia humana.
En 1928 Bach estudió las primeras flores: Impatiens, Mimulus y Clematis, enfocándose en las emociones y la personalidad, y evidenció que crecían en sitios soleados y con una energía palpable.
Además, documentó, de forma muy ingeniosa, sus 38 remedios (curanderos y ayudantes) en el libro Los Viajeros (1933, 1934, 1935), donde cuenta cómo Agrimony, Mimulus, Gorse, Oak, Scleranthus y Rock Rose, y otros 10 viajeros más, se adentraron en el bosque perdiendo el rumbo y se enfrentaron a emociones como el miedo, pánico, impaciencia, depresión, pero también tomaron el camino de la esperanza, la tranquilidad, la alegría. Al final lograron salir del bosque llevando consigo aprendizajes para aplicar en la vida.
Por ejemplo, en un fragmento del libro habla de la historia de Oak (remedio para la tristeza), en la cual un hombre descubrió que podía escuchar hablar a un viejo y robusto roble, quien decía envidiar la libertad de las vacas que disfrutan del pasto y de la naturaleza mientras él, como árbol que es, solo tiene sus raíces fijadas al suelo, que sostenía toda aquella belleza.
Sin embargo, este hombre se dio cuenta de que las flores de ese viejo árbol servían para curar a los enfermos y hacer sentir bien a los demás. Tiempo después, cuando volvió al mismo lugar, el roble ya no sentía envidia y ahora estaba feliz de poder disfrutar la vista y de sanar personas en “los cuatro puntos del mundo”.
Luego está la historia de Walnut, el remedio indicado para los cambios en la vida, la pubertad y la toma de decisiones importantes “(…) brindará alivio y ayudará a abolir las reacciones físicas” que se generen al dar un giro significativo, “ya sea un paso adelante de naturaleza mental o física”.
Edward Bach supo cómo crear toda una historia llena de analogías sutiles para hablar de las flores y los sentimientos. Cada una de ellas está enlazada a una emoción –como la preocupación, el miedo, la incertidumbre…– y ofrece una cura orientada a la misma, ya sea en busca de conocimientos nuevos, de la certeza, la esperanza o el positivismo.
Este gran médico inglés, hasta el final de sus días, mantuvo la idea de que la medicina moderna fracasa porque solo se enfoca en el resultado y el materialismo, y no en las causas. Al final la enfermedad puede extender sus estragos porque “no ha sido atacada en su origen”. Pero Bach tenía una concepción de salud y enfermedad muy diferentes, que van más allá del sentido obvio, y se enfocaba en la espiritualidad.
En palabras de Edward Bach, la enfermedad es “el resultado del conflicto entre el alma y la mente” y, por lo tanto, la única forma de hallar la sanación es por medio de un esfuerzo conjunto entre la mente y lo espiritual.
En síntesis, esta combinación es necesaria para ayudar a erradicar enfermedades que resultan ser una “interferencia” en la “misión divina” de poder gozar de todo el medio ambiente y del mundo que nos rodea.
Ahora bien, a la salud la define como “la herencia” propia, el triángulo que hacen el cuerpo, el alma y la mente. Este es un enlace natural que, a juicio de Bach, “muchos de nosotros pasamos por alto”. Además, afirma que gozar de buena salud va a depender de que las personas estén en armonía con sus almas.
“Nuestras almas nos guiarán, si tan solo las escuchásemos en cualquier circunstancia, en cualquier dificultad; y, así guiados, la mente y el cuerpo pasarán por la vida irradiando felicidad y salud perfecta (…)” – Extracto de “Libérate a ti mismo”.
Pese a que Bach habla de que todos somos “hijos del creador” (Dios), y que él nos dio el dominio “sobre todas las cosas”, se enfoca en que es a nuestra alma a quien debemos escuchar, pero bajo ningún concepto desestima la fe o habla de las distintas religiones existentes.
Asimismo, resalta la capacidad de cada individuo de ser un sanador, porque el amor es lo que mueve a las personas, la compasión; y ser de ayuda para los semejantes también es una clave de la sanación.
Es importante remarcar que Bach creía que no solo bastaba con lograr el equilibro espiritual para acabar con el sufrimiento, sino que también era necesario ayudar a los demás a alcanzar esa luz en su vida.
La sanación se basa en la espiritualidad del cuerpo mismo, lo que también se refleja en la alegría y el goce de la vida. Pero sanar de la mano de la naturaleza también es un proceso de iluminación, es saber comprender qué nos está causando el mal para hallar una hierba que nos pueda ayudar.
Bien dijo Bach que nada en la naturaleza puede dañarnos “cuando somos felices y estamos en armonía”, ya que toda planta y hierba está puesta en nuestro camino para nuestro “uso y disfrute”.
No es tan difícil comprender la admiración de Bach por la naturaleza y el medio ambiente, pues en ellas existe un gran poder sanador, y hay que aprender a aprovecharlo y cuidarlo.
Y no es que se deje de lado a la medicina, que ha logrado grandes avances, pues es posible que coexista con la espiritualidad y la naturaleza. Si lo vemos de cerca, podremos notar que conectar con nuestra alma, con el mundo y con lo que nos hace felices es el camino correcto hacia la sanación. Es momento de avanzar hacia lo positivo.