Posiblemente no hay una muerte más literaria que la provocada tras batirse en un duelo, una forma de ventilar ofensas entre caballeros y restaurar el honor perdido. La dinámica solía ser siempre muy parecida, lo que cambiaba era el método, unos preferían la pistola y otros se decantaban por el acero.
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Alexander Pushkin es el escritor más célebre de la literatura universidad fallecido en un duelo. El suceso tuvo lugar en 1837 cuando el militar Georges d´Anthés, un noble francés al servicio de Rusia, se insinuó en repetidas ocasiones a Natalia Goncharova, la esposa del escritor. La situación se hizo insoportable cuando el poeta recibió un anónimo con el siguiente mensaje: “Patente para obtener el título de cornudo”.
De mutuo acuerdo decidieron solucionar el problema batiéndose en un duelo a las afueras de San Petersburgo, en donde el francés demostró ser mucho más hábil con las armas terminando para siempre con una de las más grandes plumas de la historia de la literatura.
La congoja por la muerte de Pushkin sirvió de inspiración a otro escritor ruso, Mijail Lermontov, para escribir un poema en su memoria. Tiempo después, este personaje no pudo resistir los comentarios malintencionados que vertió hacia su persona un militar –Nikolai Martynov– y le retó a un duelo. Lermontov corrió la misma suerte que su venerado Pushkin.
Es muy posible que al lector no le suene el nombre de Antonio Sigura. Sin embargo, en el “Persiles” de Miguel de Cervantes hay una referencia a este personaje:
“… y le di dos cuchilladas en la cabeza muy bien dadas, con lo que turbé de manera que no supo lo que le había acometido… la sangre le corría por la cabeza de una de las dos heridas…”.
Antonio Sigura, de profesión maestro de obras, faltó el respeto a Andrea Cervantes, una de las hermanas del escritor, por su condición de madre soltera. Por ese motivo, el autor de “El Quijote” no tuvo más remedio que retarle a un duelo.
El suceso tuvo lugar en las cercanías del Alcázar Real, algo que estaba totalmente prohibido en aquellos momentos y en los cuales el homicidio se castigaba con la pena de muerte.
Miguel era muy habilidoso con la espada y en un par de lances derribó a su oponente. Pensó que le había matado, limpió la espada y, con el amparo que ofrece la oscuridad de la noche, se dio a la fuga y se embarcó para Italia. Actualmente sabemos que Antonio Sigura no falleció y que un tribunal condenó, tiempo después, al escritor por aquel duelo.
Cervantes no fue el único de los nuestros en batirse en un duelo, otras grandes figuras que pasaron el mismo puerto fueron Ramón del Valle-Inclán o José de Espronceda. Pero, quizás, uno de los duelos más curiosos entre nuestros escritores sea el de Vicente Blasco Ibáñez.
El suceso tuvo lugar en 1904 y el desafío siguió el ritual tradicional, veinticinco pasos, pistola rayada de combate, apuntando a voluntad durante treinta segundos y disparo.
Las dos primeras descargas, la del escritor y la de su oponente, el teniente Alestuei, se perdieron en el vacío. Pero en la segunda detonación el militar acertó y derribó a Blanco Ibáñez, que se desplomó quedando inconsciente, pero no muerto.
Al parecer, la bala había impactado en la hebilla metálica del cinturón y, gracias a eso, pudo salvar la vida. Es cierto que las reglas dejaban absolutamente claro que estaba prohibido llevar cinturón a un duelo, pero como el padrino de su oponente no se había percatado, el escritor valenciano salió vivo y con el honor reestablecido.
De todas formas, si ha habido un escritor especialista –casi profesional podríamos decir– en duelos, ese ha sido Alejandro Dumas. No sabemos el número de envites en los que se vio involucrado a lo largo de su vida, pero sí cual fue el primero.
Sucedió cuando todavía era un veinteañero y fue la derivada de un tema relacionado con deudas de juego. El escritor pensaba que se iban a batir con pistolas, con las que era un experto, pero al final el asunto mutó al acero. Gracias a una dosis de buena suerte, Dumas salió victorioso del lance, pero con los pantalones por el suelo, porque en el fragor de la batalla se le cayeron.
En otra ocasión el duelo se tuvo que posponer durante un tiempo porque el oponente se había resfriado tras caer accidentalmente a un canal. Años después, otro duelista se disculpó ante el escritor francés por no poderse batir debido a un problema de salud: alegaba que acababa de perder dos dedos de la mano en otro duelo. En fin…