La escucha activa permite estimular cambios positivos en los demás. Requiere un esfuerzo por parte del que escucha (de ahí el término «activa»), pues el objetivo es lograr que el interlocutor se sienta libre para expresarse.
Hay que prestar atención no solo a lo que dice, sino también a las emociones subyacentes. No se trata de solucionar los problemas del interlocutor, sino de que él mismo entienda sus sentimientos y encuentre la solución. Si se utiliza bien, la escucha activa genera cercanía, seguridad y confianza, y es una herramienta crucial para ser mejor comunicador.
Cuando se emplea correctamente, la persona que escucha se convierte en un catalizador para que su interlocutor ordene sus sentimientos y gane seguridad a la hora de tomar decisiones.
Son muchos los que prefieren hablar antes que escuchar. Se suele pensar que, para caer bien a la gente, hay que resultar interesante, por lo que se habla más que se escucha. Sin embargo, se tendría que hacer lo contrario: para caer bien se debe conseguir que el interlocutor se sienta más interesante.
Cuando alguien habla mucho, es muy probable que, de algún modo, se sienta inferior y esté intentando ganar la aprobación o llamar la atención. En un estudio realizado en la Universidad de Kassel, Alemania, dirigido por el Dr. Johannes Zimmerman, se comprobó que aquellas personas que hablaban a menudo sobre sí mismas tenían más posibilidades de sufrir depresión. Existe una relación entre el hecho de hablar mucho y la poca autoestima.
Por otra parte, cuando se discute con alguien, la mente se centra más en cómo rebatir ese argumento que en escuchar de verdad. Si el interlocutor no se siente comprendido, difícilmente llegará a sincerarse del todo.
Nos cuesta escuchar de forma activa, pero hay formas de trabajar esta habailidad. A continuación, vamos a comentar algunos puntos clave que tienen en cuenta los agentes especiales del FBI. Solo con dominar 3 o 4 será suficiente para descubrir sus beneficios: