El mundo ha cambiado, y mucho, especialmente desde que internet irrumpió en nuestras vidas. Las redes sociales han creado una nueva manera de comunicarnos y no siempre sabemos quién se encuentra al otro lado de la pantalla.
Gracias a la tecnología deepfake, el sitio web This Person Does Not Exist (Esta persona no existe) produce una nueva fotografía de un ser humano (hombre, mujer o niño de cualquier edad y origen étnico) cada vez que se refresca la página, una y otra vez.
Pero por imposible que pueda parecer, no son fotografías reales, aunque nadie lo diría. Son imágenes creadas por una red de confrontación generativa, un tipo de sistema de aprendizaje automático que crea nuevos ejemplos modelados a partir de un conjunto de especímenes con los que se entrena el sistema.
Millones de caras de humanos que no existen, pero que tiene un nivel de detalle que las hace completamente convincentes: un niño de ojos helados que puede reír o llorar en cualquier momento; una joven preocupada de que sus poros puedan mostrarse…
Esta web ha alimentado los temores actuales sobre cómo la inteligencia artificial puede engañar, confundir y, en general, causar estragos en el comercio, la comunicación y la ciudadanía.
Pero, ¿estas personas que no existen son diferentes, en realidad, de todos los perfiles de Tinder en los que deslizaste a la izquierda, o las caras en la multitud en el metro a las que quizás nunca vuelvas a ver?
Internet ha mejorado nuestras vidas, pero también las ha perjudicado. Hoy cualquiera puede entrar fácilmente en una discusión acalorada con una cuenta de bot que genera respuestas aleatorias, o con un agente de servicio al cliente automatizado que combina solicitudes de entrada con respuestas de salida.