El secretario de Estado de los Estados Unidos, Rex Tillerson, afirmó que su gobierno está considerando cerrar definitivamente la embajada de su país en Cuba, tras un misterioso episodio en el que 21 diplomáticos sufrieron problemas de salud después de un ataque sónico.
El representante de la diplomacia estadounidense aseguró que el FBI lleva las riendas de la investigación, con el propósito de llegar al fondo de los inexplicables incidentes contra los funcionarios de su país y otros cinco de Canadá.
Aunque la administración de Donald Trump no ha señalado directamente a La Habana por lo ocurrido, sí ha exigido ante el gobierno de Raúl Castro una explicación sobre estos enigmáticos hechos.
El personal afectado ya ha regresado a sus países, no sin antes sufrir daños en el sistema nervioso, dificultad para escuchar, mareos, náuseas y lagunas en el vocabulario.
Muchas han sido las hipótesis sobre lo ocurrido, pero ninguna ha sido oficializada por las autoridades y las investigaciones siguen en curso. No obstante, expertos consultados en la materia presumen el empleo de aparatos de ultrasonidos o infrasonidos.
Otra de las teorías es la que tiene que ver con el uso de un arma electromagnética por sectores cubanos de inteligencia que se oponen al acercamiento entre ambos países.
La supuesta participación de un tercer país rival de Estados Unidos, como Irán, Rusia o Corea del Norte, también ha sido considerada por los investigadores.
Hay que recordar que las misiones diplomáticas de ambas naciones reabrieron sus respectivas embajadas después de más de 50 años de confrontación política y económica.
Los funcionarios afectados comentaron que, en ocasiones, sintieron vibraciones, sonidos misteriosos en las habitaciones. Otros no oyeron nada, aunque sí presentaron síntomas como dificultad para concentrarse o para recordar cosas recientes.
Lo sucedido habría ocurrido entre el mes de noviembre de 2016 y los meses de marzo y abril de 2017, en primavera.
A pesar de los hechos, las relaciones diplomáticas que impulsó el expresidente Barack Obama siguen su curso.
Mientras esto ocurría, el legislador cubanoamericano Marco Rubio alzó su voz en Washington, proclamando su rechazo por la situación, y envió una comunicación al Departamento de Estado junto con otros cuatro congresistas, para que presionara a Cuba y se conociera la razón de lo sucedido y sus responsables.
El misterioso ataque sónico sigue sin resolverse.