Bergen es una ciudad milenaria, que fue capital de Noruega durante mucho tiempo, y sede de una de las orquestas filarmónicas más antiguas del mundo.
En este momento es la segunda ciudad más grande de Noruega y, probablemente, la más bonita. Por sus calles es posible todavía respirar el olor a resina, a historia, a madera podrida y a mar, una combinación que hace las delicias del turista más exigente.
Su situación privilegiada la convierte en la puerta de los fiordos noruegos –fjords–. Su nombre significa «el prado verde entre las montañas» y es que –al igual que Roma– está rodeada por siete montañas, a las que se puede acceder en funicular o teleférico.
Según los relatos escandinavos, en estas montañas habitan los trolls, esos seres tan entrañables que se petrifican si les da la luz del sol. La montaña más visitada por los turistas es Floyen, donde se encuentra el Troll Forest, o lo que es lo mismo, el Bosque de los trolls.
Pero estos seres mitológicos no son los únicos habitantes del monte Floyen, según las leyendas, allí también moran las brujas. Se calcula que durante los siglos XVI y XVIII fueron ejecutadas un total de 350 mujeres acusadas de brujería. Desde entonces, sus ánimas no han dejado de vagar por el monte, tal y como recuerdan algunos de sus árboles.
La más conocida fue Anne Pedersdotter, que fue quemada en Bergen durante la caza de brujas de 1590. En el acompasado barrio de Nordnes hay una escultura que perpetúa su truculenta biografía.
Una de las ciudades del mundo donde más llueve
El clima de Bergen –la patria chica del compositor Edvard Grieg– es uno de los mayores tesoros de la ciudad. Es conocida su dicotomía meteorológica: elevadas precipitaciones y ausencia de nieve. Tiene más de 250 días de precipitaciones anuales, motivo por el cual, durante mucho tiempo, había máquinas expendedoras de paraguas repartidas por toda la ciudad.
Sin embargo, es una de las pocas ciudades noruegas en las que no nieva, lo que permite disfrutar de un clima bondadoso a lo largo de todo el año, debido a las corrientes que llegan del golfo de México.
Durante mucho tiempo Bergen adquirió cierto renombre en el continente europeo debido al comercio de bacalao seco, uno de los reclamos para comerciantes frisios y germanos de la Liga Hanseática.
No tardando mucho, los hanseáticos se instalaron en el barrio de Bryggen, el actual puerto, en donde construyeron casas de madera de colores y en donde se hablaba exclusivamente la lengua teutona. Todavía hoy día se pueden admirar sesenta y dos casas de madera, la mayoría contrahechas, y que constituyen uno de los fotogramas más icónicos y repetidos de la ciudad.
Una ciudad asolada por llamas y las epidemias
En la Edad Media empezaron a erigirse por todo el país bellas iglesias talladas de madera conocidas con el nombre de stavkirke, y que constituyen una parte muy importante de su patrimonio arquitectónico.
En la actualidad tan solo quedan 28 de estas históricas iglesias en toda Noruega, una de ellas se encuentra en Bergen. Inicialmente fue construida en Fortun, en el municipio de Luster, allá por el siglo XII. Setecientos años después se trasladó al barrio de Fantoft (Bergen) para evitar ser demolida.
Desgraciadamente, en 1992 un voraz incendio acabó con esta iglesia vikinga. Durante los años siguientes, con lágrimas en los ojos, los lugareños procedieron a su reconstrucción, siguiendo el diseño y la decoración original, que es la que actualmente se puede contemplar.
No solo las llamas han amenazado la integridad de la ciudad, también lo han hecho las epidemias. En el siglo XIV la ciudad no escapó a los estragos de la epidemia de Peste negra que asoló el viejo continente. La bacteria responsable de la enfermedad –la Yersinia pestis– llegó hasta aquí como “polizón” en un barco con bandera inglesa.
Si hubiera que resumir la ciudad con el mínimo texto posible para que cupiera en una tarjeta de visita, se podría decir que Bergen es una ciudad con olor y sabor a pueblo.