Hablar de mujeres protagonistas significa hablar de igualdad social, transgresión y subversión, un camino que conduce hacia la rebeldía interior.
Podríamos decir que la mujer asume el rol de protagonista -de heroína- en la literatura francesa del siglo diecisiete y en la inglesa del siglo siguiente. Sin embargo, no es hasta mediados del siglo veinte cuando consigue un reconocimiento pleno.
Las heroínas son personajes alejados del canon que se espera de ellas y que representan un ejemplo de emancipación, en el proceloso camino hacia la independencia de la mujer en todas sus esferas, tanto sociales como espirituales.
Personajes perfectamente definidos
Las protagonistas encarnan el lado rebelde de la trama, suelen ser personajes inadaptados, en los que abundan los conflictos internos y los prejuicios ligados a su género. Son personajes que intentan romper con las normas establecidas y las pautas sociales, con el encorsetamiento social al que se ven impuestas.
En la nómina de las heroínas nos encontramos a la cortesana Margarita Gautier de “La dama de las camelias”, Josephine March de “Mujercitas”, Pippi Längstrump, el personaje creado por Astrid Lindgren, o Bridget Jones, que tiempo después sería llevada a la gran pantalla.
Seguramente que más de un lector preferirá a la idealizada Beatriz, de la “Divina comedia”, a la atormentada Blanche Du Bois de Tennesse Williams o, incluso, a la imperturbable Lisístrata -la que desbarata los ejércitos- de Aristófanes.
Heroínas decimonónicas
En el siglo XIX hubo mujeres tenaces que protagonizaron las mejores páginas literarias del momento, cómo olvidar a Jane Eyre, Catherine Earnshaw, Madame Bovary o Ana Karenina. Con esta última León Tolstoi nos retrató a una de las mujeres más valientes que hizo frente a las convenciones de una época anclada en el pasado.
Madame Bovary, el inolvidable personaje creado por Flaubert, es una mujer infeliz y llena de contradicciones que se adelanta en más de un siglo a los problemas de las mujeres.
La obra maestra de Charlotte Brönte fue “Jane Eyre” un título que hace alusión al nombre de la protagonista, una mujer apasionada que nos sorprende por su inconformismo ante la sociedad inglesa.
En esta peculiar estantería literaria no podía faltar Elizabeth Bennet –Lizzy- la protagonista de “Orgullo y prejuicio” de Jane Austen. Seguramente, uno de los personajes femeninos más idolatrados por el gran público, por su manera de no dejarse amilanar ante la adversidad y rechazar un matrimonio a sabiendas de que supondría un deshago económico no sólo para ella sino también para su familia.
La heroína que vino del frío
El siglo XX nos dio uno de los mitos eróticos de la literatura: Lolita. La obra de Vladimir Nabokov nos descubre el universo de una niña vulgar carente de cualquier tipo de sensualidad salvo para los ojos libidinosos de Humbert.
Un protagonismo que nada tiene que ver con la cándida Miss Marple. El personaje literario que apareció por vez primera en “El club de los martes”, el primero de una serie de relatos que Agatha Christie escribió para una revista y que, más tarde, daría forma en “La señorita Marple y trece problemas”.
Stieg Larsson dio vida a Lisbeth Salander, la hacker de memoria fotográfica al tiempo que misántropa, bisexual, anoréxica –solo pesa cuarenta y dos kilos– e inadaptada. La heroína de la trilogía “Millenium”, con la que el autor puso sobre el tapete las sombras de la admirada y modélica sociedad nórdica.
Heroínas de la literatura española
En nuestra literatura patria no podemos olvidar el protagonismo que han cobrado personajes de la talla de “La Celestina” –creado por Fernando de Rojas–, la intrépida Rosaura de Calderón de la Barca, Ana Ozores en “La Regenta”, el dúo galdosiano formado por Fortunata y Jacinta o la inolvidable Bernarda Alba.
Más recientemente nos hemos dejado seducir por Juan José Millás en “Que nadie duerma”. Una deliciosa novela en la que nos descubre a Lucía, una taxista justiciera, soñadora y obsesionada con la ópera “Turandot”.
Para finalizar, nos quedamos con la nota preliminar con la que Stieg Larsson abre “La reina en el palacio de las corrientes de aire”:
«Apenas ha habido una sola guerra que no haya contado con participación femenina.»