De forma irónica se le ha dado este nombre al enfrentamiento que, en 1801, mantuvo España contra Portugal y que se saldó con la invasión de algunas ciudades portuguesas y un racimo de naranjas que Godoy regaló a la reina durante el sitio de Elvas.
El panorama de finales del siglo XVIII y principios del XIX estaba presidido por los enfrentamientos anglo-hispanos con una guerra que se desarrolló en dos periodos separados por una paz, a saber, 1796-1802 y 1804-1808, y con la sombra de Francia merodeando por Europa. Guerra y diplomacia gobernaban el escenario.
El Tercer Tratado de San Ildefonso, clave para la intervención militar de España en Portugal
Napoleón, gran estratega, jugó sus cartas apoyando y encumbrando a un joven y ambicioso Godoy para conseguir sus intereses, que pasaban por derrotar a su gran enemigo, Inglaterra, sobre todo en el mar, donde los británicos seguían manteniendo su poderío.
De esta forma, a base de tratados, especialmente el Tercer Tratado de San Ildefonso firmado en secreto en octubre de 1800 y ratificado al año siguiente en el de Aranjuez, consiguió Napoleón que España interviniera militarmente contra Portugal, tradicional aliado de los ingleses, para que rompiera esa alianza y no permitiera que la Royal Navy utilizara sus puertos, tan necesarios para ellos para evitar el bloqueo pretendido por los franceses.
Godoy encuentra la perfecta ocasión para ganarse la confianza de Napoleón y recuperar su prestigio. Esta fue la llave utilizada por Napoleón para que Carlos IV accediera a entrar en guerra ya que era bastante reacio, teniendo en cuenta las relaciones de parentesco que tenía con la realeza portuguesa.
Godoy: favorito y valido
Godoy había llegado a la Corte con diecisiete años, iniciando su carrera como Guardia de Corps. Un incidente fortuito, como sería una caída de caballo, hizo que la princesa se fijara en él. Ahí comenzó su relación con los futuros soberanos.
La educación, conocimientos y buen porte de Godoy facilitaron su acercamiento a la reina y, por ende, al rey. Consiguió algo más que ser un valido o favorito de los monarcas, llegó a ser un buen amigo de la pareja real.
Supo ganarse la confianza de ambos soberanos, gracias a sus dotes de político e incluso convertirse en amante de la reina. Al poco tiempo de iniciada esta amistad con los, por aquel entonces, príncipes, Carlos IV fue nombrado rey e inmediatamente Godoy fue adquiriendo presencia en la Corte, en una meteórica carrera acaparando poder y títulos.
Incluso fue nombrado “Príncipe de la Paz”, algo muy excepcional, que se le concedió como recompensa por el éxito del Tratado de paz de Basilea, firmado el 22 de julio de 1795 entre España y la joven República Francesa, poniendo fin a la Guerra de la Convención (1793-1795).
La guerra y un racimo de naranjas para la reina
La guerra solo duró unos días y comenzó el 20 de mayo de 1801, comandadas las tropas españolas por el propio Godoy, que vio la posibilidad de demostrar sus capacidades militares con un total de 60.000 hombres que consiguieron tomar algunas plazas portuguesas, entre ellas Arronches, Castelo de Vide, Campo Maior, Portalegre, Olivenza y Juromenha.
Según documentos del propio Godoy, su intención era llegar a Lisboa. El ejército portugués apenas opuso resistencia, convencidos de que las tropas españolas no tenían intereses territoriales.
En el sitio de Elvas fue donde se produjo la anécdota de las naranjas que ha dado nombre a esta guerra. El 6 de junio de 1801 se firma el Tratado de Badajoz, y Portugal acuerda cerrar sus puertos a la armada británica devolviéndosele las plazas conquistadas a excepción de Olivenza.
Al año siguiente Inglaterra firmó el Tratado de Amiens con Francia y España recobraría Menorca.
No quedará esta guerra en la memoria heroica de nuestra historia por la débil oposición portuguesa y por cómo se desarrolló, pero sí tuvo importantes consecuencias para el devenir de los siguientes años.
El cierre de los puertos portugueses a la flota inglesa, la delimitación de las fronteras hispano-lusas, las relaciones diplomáticas entre las tres grandes potencias y las consecuencias coloniales, hacen de ella un acontecimiento relevante.
¿Por qué en la memoria?
- Cierre de los puertos portugueses a la flota inglesa.
- Delimitación de fronteras hispano-lusas.
- Relaciones diplomáticas entre España, Francia e Inglaterra.
- Consecuencias coloniales.
La Batalla de Trafalgar de 1805 tiene relación, pero esa es otra historia.
Así lo cuenta don Benito Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales, La Corte de Carlos IV:
“El favorito celebró sus soñadas victorias con un festival teatral al que debió aquella guerra el nombre de Batalla de las Naranjas.
Ustedes saben que los reyes habían acudido a la frontera. El favorito mandó construir unas angarillas, que adornó con flores y ramajes y sobre esta maquina hizo poner a la reina, que fue tan chabacanamente llevada en procesión ante las tropas para recibir de manos del Generalísimo un ramo de naranjas, cogido en Elvas por nuestros soldados…”