Generalmente los personajes históricos son recordados por aquellos logros materializados en vida. Pero, al parecer, la vida no se limita al tiempo en que respira una persona. Estas hazañas extraordinarias ejecutadas por figuras ilustres muertas abren un paréntesis en lo que significa trascender:
Como tantos otros en el mundo, el poeta Dante Alighieri, autor de la Divina Comedia, conoció el exilio. Siendo Florencia su ciudad natal, fue el mismo gobierno de la región el encargado de desterrarlo en el siglo XIV.
Corría el año 1321 cuando el prominente escritor murió en Rávena. El gobierno florentino intentó repatriar los restos mortales de Dante en 1519, pero se encontraron con una sorpresa: su tumba en Rávena estaba vacía.
Se llegó a la conclusión que la osamenta de Dante estaría escondida en algún monasterio, hipótesis corroborada en 1781, cuando se erigió un mausoleo para honrar sus restos que todavía hoy reposan en el lugar. En la Basílica de Florencia aún está la tumba vacía que espera su retorno del exilio.
Como navegante y explorador del Nuevo Mundo, fue expreso el último deseo de Cristóbal Colón exigiendo ser enterrado en esas tierras. Pero el deseo no pudo ser cumplido de inmediato puesto que no existía un templo de la categoría que él se merecía en el territorio americano. No fue sino hasta completarse la Catedral de Santo Domingo en el Caribe que sus restos mortales fueron allí trasladados desde Valladolid.
Sin embargo, al perder la corona española el control sobre Santo Domingo, la osamenta de Colón viajó nuevamente a La Habana, Cuba. Y un siglo más tarde ocurriría lo mismo, siendo trasladados los restos de Colón de vuelta a España, a la Catedral de Sevilla.
Cuando en 1877 se encontró una caja de plomo etiquetada con el nombre de “Colón” en la Catedral de Santo Domingo que, además, contenía una osamenta humana, surgieron las dudas. ¿Dónde descansa realmente el cuerpo del navegante? Las investigaciones señalan que tanto los restos de Santo Domingo como los de Sevilla pertenecen al ilustre genovés.
Para Jeremy Bentham, filósofo británico, el centro de la existencia humana consistía en maximizar los momentos felices el mayor tiempo posible, sin que importase estar o no vivo. Tales teorías del pensamiento fueron mal vistas en su época, el siglo XIX.
Pese a ello, Bentham se mantuvo firme en su propósito de promover la felicidad humana, aún después de haber muerto. Por ello dispuso en su testamento que su cuerpo fuese diseccionado y momificado para participar en reuniones sociales en compañía de sus amigos regularmente. Poco después de la fecha de su muerte en 1832 se llevaron a cabo sus últimos deseos. Y finalmente sus restos mortales pasaron a ser parte de la exhibición del University College de Londres.
Corría el año de 1876 cuando una banda del crimen organizado planeó robar los restos de Lincoln para intercambiarlo posteriormente. El objetivo era lograr la liberación carcelaria de Benjamin Boyd, falsificador de dinero perteneciente a la pandilla liderada por «Big Jim» Kennally.
El acto se vio frustrado al no poder mover el ataúd de aproximadamente 250 kilos de peso. Además, habían invitado al robo a un secuaz encubierto del gobierno, Lewis Swegles. Él mismo avisó los planes al Servicio Secreto, apersonándose una comisión al sito donde frustraron el plan. Lo más interesante es que el Servicio Secreto fue creado por el mismísimo Lincoln para evitar las falsificaciones de papel moneda.
Bien se sabe acerca de la genialidad de Albert Einstein, no solo por sus ideas, también por su impacto en la ciencia, además del tiempo en el que han mantenido vigencia. Así que no fue sorpresa que la ciencia quisiera conocer cómo funcionaba su cerebro.
La polémica científica que despertó el cerebro de Einstein tras su muerte en 1955, cuando el médico de la familia extrajo el preciado órgano sin el pedido permiso de su familia. Tras serios disgustos entre el galeno y los hijos del científico, estos terminaron cediendo a su petición.
En el tiempo se han publicado artículos que exponen los hallazgos acaecidos en dichos estudios. Sin embargo, siguen al tope las polémicas ya que la ciencia insiste en que cada cerebro es único así como la forma en que se comunican las ideas que en él se generan.
Cuando se ejerce un gran poder se viven grandes consecuencias. Esta sentencia bien se aplica al papa Formoso, quien fue enjuiciado en el siglo IX después de haber muerto. El también conocido como “sínodo del cadáver” se celebró en presencia del acusado, cuyos restos mortales fueron desenterrados y ataviados con sus ornamentos papales.
Fue acusado por la jerarquía eclesiástica que deseaba recuperar por el poder que alguna vez Formoso les había arrebatado siendo cardenal y luego, santo pontífice. En una Roma plagada de conspiraciones y venganzas, su sucesor, Bonifacio VI apenas permaneció en el pontificado por 15 días. Así que fue sucedido por el papa Esteban VI, quien influenciado por un poderoso de la época, Lamberto de Spoleto, fue el artífice y ejecutor de tal barbarie.
A Formoso se le acusó públicamente para despojarlo de la buena reputación que se granjeó en vida. El delito constaba de un absurdo: ilegitimidad en cuanto al acceso al trono de San Pedro. Al acusado se le encontró culpable, contando la macabra sentencia con varias acciones despreciables.
Primero, le amputaron tres dedos de la mano derecha, con los que llevó a cabo sus consagraciones. Luego, le despojaron de sus vestiduras. Finalmente, su cuerpo fue arrastrado por las calles romanas hasta ser arrojado al río Tíber.
El papa Juan IX devolvió a Formoso su dignidad pontificia, depositando en el Vaticano sus restos hallados en el río.
Los choques culturales suelen ser parte de la dinámica histórica, tal y como ocurrió con el explorador británico James Cook. En su caso, mientras exploraba las playas de Hawái, el intercambio cultural le benefició. Los moradores de la isla creyeron que tanto Cook como su tripulación eran deidades, así que los idolatraban.
Pronto acabaron tales creencias cuando uno de los tripulantes británicos murió. Los hawaianos furiosos robaron una de las embarcaciones de Cook y luego, lo apuñalaron hasta morir. Todavía quedaba en los aborígenes la impresión del capitán como una deidad, así que cocinaron su cuerpo para retirarle sus carnes. De esta manera accederían a la osamenta, donde creían que residía su naturaleza divina.
Una semana después, los hawaianos devolvieron a la tripulación los huesos del capitán y, según cuenta la tradición oral, algunas reliquias quedaron en poder de los aborígenes para venerarlas.
Así como pasó con Lincoln, también George Washington estuvo cerca de terminar en manos de un ladrón de tumbas. Los restos del ilustre presidente estadounidense fueron sepultados en 1799 en el mausoleo familiar ubicado en Mount Vernon. Así lo pedía expresamente Washington en su testamento, pero el Congreso solicitó a su familia que descansara en un mausoleo en la capital estadounidense.
Su esposa, Martha Washington, cedió ante tal petitorio. Pero el traslado no se llevó a cabo por retraso del mismo Congreso, así que quedó entre los cadáveres contenidos en la cripta familiar.
En 1830 sucedió que un trabajador de la familia quiso vengarse por haber sido despedido de sus labores, así que irrumpió en la bóveda de los Washington para llevarse consigo el cráneo del presidente fallecido. Sin embargo, se llevó un cráneo equivocado. Además, fue detenido poco después del suceso. Finalmente, los restos de George Washington fueron trasladados a una nueva cripta familiar en Mount Vernon y no al mausoleo encargado por el Congreso.
Tras el asesinato de Julio César, dos facciones se enfrentaban por el poder. Una estaba encabezada por Marco Antonio, quien aspiraba ser el nuevo César del imperio. Mientras que Marco Tulio Cicerón se esmeraba por exhortar al senado a rescatar los valores republicanos, distinguiéndose al pronunciar sus contundentes discursos ante las autoridades.
Enfurecido, Marco Antonio ordenó el asesinato de Cicerón, dándole la oportunidad de mostrar elocuentemente un mensaje sin pronunciar palabras. Ordenó que tanto la cabeza como las manos de Cicerón quedaran clavadas en el podio del senado. Así Marco Antonio les advirtió a los oradores cómo terminaban sus enemigos.
Gene Roddenberry, creador y guionista de Star Trek, siempre soñó con viajar hacia las estrellas, tal como lo hacían los personajes de su serie. Pero ese anhelo no se cristalizó estando en vida, sino después de fallecer.
En 1992 una porción de sus cenizas fueron al espacio en el trasbordador espacial Columbia. Y en 1997, otra porción fue enviada a la órbita terrestre a bordo de una estación de una empresa privada.
El legado de un personaje histórico se define por las acciones realizadas en vida, pues señala el modo en que será recordado. Sin embargo, aún en extrañas circunstancias, los 10 hechos realizados por figuras ilustres después de muertas demuestran que también hay tiempo para hacer alguna proeza extra después de haber fallecido.