La historia antigua fue testigo de uno de los imperios poderosos del mundo, el romano, que logró permanecer vigente en el Medioevo y el Renacimiento. Sin embargo, ante la muerte del emperador Teodosio I El Grande en 395, el vasto territorio imperial fue dividido en dos: imperio romano de oriente y occidente, siendo la parte oriental el asentamiento para el origen del Imperio bizantino. A pesar de los constantes ataques e invasiones, el imperio romano del oriente pudo mantenerse por espacio de diez siglos, a diferencia de la parte occidental que fue derribada en 476. Aquí te traemos todos los datos de interés referentes a la historia del Imperio bizantino, el cual estableció un sistema administrativo, cultural, político, económico y social totalmente distinto al de la antigua Roma.
Modernidad y posmodernidad:
Concepto, desarrollo, ejemplos y diferencia entre modernismo y posmodernismo
Para saber con exactitud qué es el imperio bizantino, hace falta hacer un conciso recorrido por la historia de la también denominada Roma de oriente, cuyo dominio se mantuvo por un prolongado tiempo, dejando un enorme legado para la humanidad, siendo muestra de ello algunos aspectos hallados en la legislatura, arte, cultura y arquitectura actual, entre otros ámbitos influenciados por esta influyente potencia.
Aunque la formación del imperio bizantino se remonta a finales del siglo IV, un evento precedente marcó lo que sería la futura capital del imperio romano de oriente. En 330, durante la regencia de Constantino I El Grande, se decidió trasladar la administración del imperio romano ante el avance de los germánicos sobre la actual Italia.
El lugar escogido para ser sede del poder fue la primitiva localidad de Bizancio (de ahí el significado de bizantino para referencia historiográfica del imperio), la cual fue renombrada como Constantinopla. Fue la muerte de Teodosio I lo que motivó que en 395 se dividiera el imperio en dos territorios que serían manejados por los dos hijos del emperador fallecido: la parte occidental estaría bajo el mandato de Honorio y la oriental con la autoridad de Arcadio, siendo la capital del Imperio bizantino la ciudad fundada por Constantino años atrás.
Ante los centenares de enfrentamientos entre romanos y sus adversarios por el dominio territorial, en 476 se produjo la caída de la parte occidental de Roma, dando así comienzo a la época bizantina en toda su esencia. Los ataques constantes de fuerzas enemigas no impidió que el territorio del Imperio bizantino se expandiera hacia puntos estratégicos, estableciéndose principalmente por los Balcanes, Asia Menor, Levante, Grecia y África del Norte.
Fue en tiempos de Justiniano I cuando los bizantinos culminan la conquista de Italia, que había sido perdida por antiguos emperadores occidentales, y aunque hubo intento de reunificar el imperio a la antigua estructura romana en 565, no se logró dicho objetivo. Sin embargo, el mapa del Imperio bizantino sufrió grandes cambios conforme se conquistaban o perdían territorios, con el fin de dominar el estrecho del Bósforo, canal estratégico para la vida comercial y de comunicación entre Europa y Asia.
La permanencia del Imperio bizantino en la Edad Media se fundamentó en el poderío militar y económico que tenía la potencia que regía para ese entonces los destinos de Oriente Próximo, Europa y el este del Mediterráneo. Por una parte, la formidable defensa que tenía Constantinopla a través de sus murallas y tropas impidió la invasión de fuerzas foráneas solo hasta 1204 con la Cuarta Cruzada, además de evitar cualquier tipo de amenaza exterior y, al mismo tiempo, desplegar significativos avances hacia territorios anteriormente ocupados por el imperio romano, tal y como se dio en el gobierno de Justiniano I.
En cuanto a la economía, basta ver dónde se ubicó el Imperio bizantino para notar lo privilegiada de su posición entre el mar Mediterráneo y el Negro, siendo punto obligado para el intercambio comercial entre Asia y Europa occidental, acción que hizo que el imperio se convirtiera en uno de los más prósperos del mundo en esa época, como bien se pueden evidenciar en los edificios construidos en esa etapa histórica y que aún se mantienen en pie, que reflejar la bonanza y riqueza del imperio.
La civilización bizantina no difería de lo que, para la Edad Media, venía llevándose a cabo dentro del sistema feudal. La división de clases sociales del Imperio bizantino es un claro ejemplo de ello, donde pueden verse los rasgos que caracterizaron a la sociedad de aquel entonces. Asimismo, la cultura bizantina estaba cimentada al poder religioso y político de dicha época, por lo que muchos aspectos de la misma buscaban relatar la vida del Imperio bizantino y afianzar el sentido de pertenencia e identidad en su población. Presta atención a las siguientes características:
Como en todo el Medioevo, la organización social bizantina se encontraba jerarquizada, ocupando el primer lugar el emperador y su núcleo familiar. A diferencia de otras monarquías e imperios, en Bizancio no existía la aristocracia de sangre, por lo que se permitía ascender socialmente dependiendo de cuántas posesiones tenía un individuo y los favores, otorgamientos y patrocinios que podía recibir éste por parte del emperador. Sin embargo, la inestabilidad generada por los constantes conflictos bélicos no aseguraba la permanencia en lo más alto de la sociedad, por lo que una familia y sus generaciones podían pasar de la prosperidad a la decadencia en cuestión de siglos.
Otro sector de la sociedad bizantino estaba compuesto por profesionales, comerciantes y artesanos especializados que, aunque tenían ingresos propios y podían darse ciertos lujos, no contaban con cierto prestigio dentro de la sociedad, al menos que un individuo ocupara un cargo administrativo, legislativo o comercial que le permitiera ascender en el escalafón social. Seguidamente, se encontraban los pequeños comerciantes y agricultores, este último grupo se dividía en dos partes: los propietarios de parcelas de tierra o aquellos granjeros que trabajaban los latifundios del clero o miembros cercanos al emperador.
En último lugar se hallaban los esclavos, provenientes en gran medida del comercio o tomados como prisioneros de guerra durante las confrontaciones territoriales.
La población femenina del Imperio bizantino mostraba ciertos aspectos. Las mujeres de la clase social alta podían tener propiedades pero dedicaban mayor tiempo a la vida hogareña. Por su parte, las menos privilegiadas cumplían con labores de agricultura, artesanía, pequeños comercios y otras labores, con oportunidad de mejorar su condición gracias al matrimonio.
A lo largo de su prolongada existencia, y a pesar de ser un estado multiétnico, la población bizantina se consideraba romana, con fuerte arraigo por su país, estando dispuestos a defenderlo de cualquier amenaza externa. Para el siglo IX, producto de la fuerte influencia de la antigua civilización griega, se identificaban también como helenos, y tanto fue el impacto de esta transición que, aunque la lengua oficial del Imperio bizantino fuera el latín, no tardó en afianzarse el griego como segundo idioma.
Uno de los aspectos más valorados por la historia son los logros alcanzados por el Imperio bizantino a nivel cultural. Por una parte, la literatura bizantina tomó elementos orientales, helénicos y cristianos, debido a la confluencia de estas culturas dentro del mundo de la Roma de oriente.
La épica y la lírica se hicieron presentes para describir las hazañas de antiguos héroes locales y de la antigua Roma, cuyos relatos eran escritos en griego. Por otro lado, las imágenes del imperio bizantino parecen reflejarse en su hermosa arquitectura, con monumentos que conjugan la estética paleocristiana con la romana. El mayor exponente de este ámbito es el templo de Santa Sofía, el cual es uno de los mayores sitios de interés de la actual Estambul.
Otras producciones igualmente significativas fueron los mosaicos, esculturas, pinturas y la música bizantina, todas ellas con fuerte temática religiosa, la cual trascendió en gran medida en la cultura del Imperio bizantino.
Te hemos mencionado cuál era la capital del imperio romano de oriente, ahora es momento de detallar cómo era el gobierno del Imperio bizantino, administrado desde Constantinopla, y qué zonas abarcó el imperio romano de oriente o bizantino en el ámbito geográfico, factor que ayudó favorablemente al Imperio bizantino en política.
El Imperio bizantino se estableció tanto en la península de los Balcanes como en Anatolia, ocupando en sus inicios los territorios que hoy se conocen como Palestina, Siria, Jordania, Egipto, Líbano, Turquía y Grecia. En el transcurso del tiempo, conquistarían dominios hacia las actuales Armenia, Italia, el norte de África y España, alcanzados por las múltiples victorias de los bizantinos, aunque también tuvieron pérdidas estratégicas producto de sus derrotas. Ostentaba grandes ciudades como Constantinopla, Alejandría, Atenas, Tebas, Éfeso, Tesalónica, Esmirna, entre otros núcleos poblaciones de relevancia.
El origen del Imperio bizantino a nivel político se asentó bajo la teocracia, donde el poder tanto administrativo como religioso recaía en una misma figura, el emperador, catalogado como fiel representante de Dios en la tierra. A esto se le denominó en tiempos de Justiniano I como cesaropapismo. Esto vino a originar, a su vez, un sistema autocrático, donde el gobernante controlaba además todo ámbito de la vida militar, religiosa, económica y legal del imperio.
El gobernante o emperador bizantino era llamado basileus, siendo un líder absoluto en todos los aspectos de mundo imperial. Tenía como potestad elegir a su heredero o sucesor, a quien le confería el título de césar, y aunque este sitio era ocupado mayormente por un hijo del gobernante, hubo casos en los que la sucesión al trono se hizo entre familiares cercanos o por vínculos matrimoniales. Por otra parte, algunas figuras alcanzaron el rol de emperador después de su proclamación por parte del ejército, principalmente, hombres que habían tenido brillante carrera militar y se había desempeñado eficazmente en las campañas bélicas.
Cabe acotar que como cabeza del ejército, el emperador debía acumular un importante número de victorias para consolidar el poderío de tan relevante institución.
A diferencia de la Roma antigua, los senadores de Constantinopla alcanzaban tal función gracias a su ascenso en la vida militar, por medio de patrocinios imperiales o por su posición económica y social. El llamado sacrum consistorium agrupaba a senadores de élite que servirían de asesores del emperador en materias de interés para el estado.
La legislación del Imperio bizantino estuvo regida por un importante conjunto de edictos y normas que constituyeron el denominado Código de Justiniano o Corpus Juris Civilis, que contaba con nada menos que más de un millón de palabras, redactadas por expertos siguiendo las anteriores leyes romanas. Este código se mantuvo vigente por más de 900 años, siendo un legado fundamental para el aparato legal de los estados posteriores a la caída de Constantinopla.
Otro de los ámbitos de notable importancia dentro de la historia del Imperio bizantino fue la religión, ya que fue el aspecto al cual se arraigó la civilización bizantina en todos sus sentidos, desde el sistema de gobierno hasta su cultura y costumbres. Conoce las características de la iglesia bizantina:
Fue la religión oficial del Imperio bizantino a lo largo de su historia siguiendo el Edicto de Tesalónica promulgado en su tiempo por Teodosio I en 380 para la Roma unificada, y tal fue el impacto del imperio romano de oriente para el cristianismo primitivo que de los cinco grandes patriarcados religiosos, cuatro se encontraban dentro del territorio bizantino: Constantinopla, Antioquía, Alejandría y Jerusalén, reconocidos por el Concilio de Calcedonia en 451.
Ante esta decisión, los bizantinos lucharon frecuentemente con Roma (el otro patriarcado) para exigir su postura como exponente del cristianismo original, lo que conllevó a numerosos conflictos con la iglesia romana. De ahí surgió la ortodoxia o verdadera fe, cuya iglesia católica apostólica se separaría definitivamente de Roma en 1054 por el Cisma de Oriente y Occidente.
Estaba liderada por el Patriarca de Constantinopla, que era asignado por el emperador y que, de igual forma, tenía la potestad de destituirlo. Obispados menores se regían por representantes del clero que poseían enormes propiedades y riquezas en sus comunidades locales.
Aunque el cristianismo se consolidó como la religión del imperio, esto no impidió que surgieran diversos grupos heréticos, destacando importantes sectas religiosas que practicaron el paganismo muchos siglos después del origen del Imperio bizantino. Una de ellas fue el hesicasmo, creencia que se propagó en las comunidades monásticas a fin de pregonar el acercamiento a Dios por medio del silencio, la reflexión y la meditación.
Uno de los eventos históricos que impactó de forma negativa en la religión bizantina fue el movimiento iconoclasta que surgió en 726-787 y 814-843, que propició la masiva destrucción de imágenes o íconos al que se les catalogaba como una blasfemia practicada por la iglesia por adorar representaciones artísticas como ídolos. Aunque se solventó la crisis con el llamado «Triunfo de la Ortodoxia» que aprobó la utilización de íconos, no se pudo evitar la pérdida de valiosas producciones artísticas dedicadas a la iglesia bizantina.
La historia del Imperio bizantino culminó cuando en 1453 se produjo la caída definitiva de Constantinopla por parte de los otomanos, liderados por Mehmet II que hizo de la ciudad el lugar de operaciones para la ocupación de la península balcánica, lo que sería el antecedente histórico de lo que hoy conocemos como Turquía. Pero antes de ello, hubo algunas causas y acontecimientos que antecedieron al fin del dominio imperial de Bizancio. Hagamos un repaso por dichos eventos:
El también llamado repliegue de Bizancio se llevó a cabo entre los siglos VII y VIII ante la arremetida de amenazas extranjeras que obtuvieron importantes victorias territoriales, como la alcanzada por el islam, así como también los ataques frecuentes por parte de eslavos y búlgaros en el norte y los persas en el este.
A esto se sumaría la crisis religiosa llevada a cabo entre iconoclastas e iconódulos, donde se dio una fuerte y controversial disputa interna. Estos eventos, aunque solventados en su momento, mostraban lo vulnerable que se hallaba el imperio en esa época, debido a las múltiples confrontaciones locales y las constantes amenazas externas que, tiempo después, propiciarían la caída del Imperio bizantino.
Entre 633 y 645, a pesar de las revoluciones y defensivas que lograron aplacar ciertas intenciones, se generó una importante conquista musulmana, logrando arrebatar al Imperio bizantino las provincias de Egipto, Siria y Palestina, durante las confrontaciones propias de la guerra contra Persia. Esta derrota afectaría considerablemente las fronteras bizantinas que, aunque lograron contener el avance islámico, sufrían de fuertes amenazas, incluso, llegando al punto de que los árabes presionaran por tomar Constantinopla. Dentro del ámbito religioso, los musulmanes ocuparían tres de los patriarcados originales bizantinos, como lo fueron Alejandría, Palestina y Antioquía.
Para 1054, después de una prolongada lucha entre el papado de Roma y el Patriarcado de Constantinopla, único sobreviviente de la arremetida musulmana, se hace efectiva la separación de la iglesia católica oriental de la occidental, motivada a la evangelización de los búlgaros por parte del cristianismo bizantino y a las constantes disputas entre los patriarcas de ambas iglesias, que se solventaban de forma temporal. Una modificación en el texto del Credo por parte de la iglesia occidental fue el detonante definitivo para el desprendimiento religioso, a cual se sumaba la supremacía entre las grandes capitales imperiales.
Entre 1204 y 1261 se llevó a cabo la cuarta cruzada por parte del Sacro Imperio, que quería conquistar el Imperio bizantino desde hace muchos años. La primera ciudad tomada fue Zara (actual Hungría) en 1202, de la cual se desplegaron tropas hasta que, dos años después, se logró la toma de Constantinopla, que fue ferozmente saqueada por los invasores. Era la primera vez que fuerzas extranjeras ingresaban a la capital imperial, ocupación que se mantuvo hasta 1261 cuando el Imperio de Nicea, remanente griego del Imperio bizantino, logró retomar la capital. De esta forma se revitalizaría el imperio gracias a la acción de Miguel VIII Paleólogo.
Lo vivido por la ocupación foránea de Constantinopla fue visto por los turcos selyúcidas como una gran oportunidad para invadir el Imperio. Uno de los pueblos provenientes de un sultanato selyúcida, los otomanos, serían los que, en efecto, llegarían a propiciar el derrumbe del imperio, aprovechándolo aislado que se encontraba la administración bizantina después de la conquista de la cuarta cruzada y la reagrupación paleóloga.
Por dos meses, las tropas comandadas por el sultán Mehmet II hostigaron a las fuerzas bizantinas, utilizando también diversos medios para atravesar las otroras impenetrables murallas de Constantinopla. Aunque el Imperio bizantino hizo constantes llamados de auxilio a otros estados occidentales, no se hizo efectiva la ayuda por la negativa ortodoxa de reunificar las iglesias católicas. Finalmente, el 29 de mayo de 1453, sucumbió el grandioso Imperio oriental.
La historia del Imperio bizantino nos habla de la extendida permanencia en el tiempo de esta formidable potencia que, con todo e intentos de invasión y otras dificultades, perduró por más de mil años, contexto donde se desarrollaron grandes avances a nivel político, económico, social, cultural y religioso que, sin dudas, influyeron en el porvenir de la Edad Media, tanto así, que la caída de este poderoso imperio ha sido considerada por muchos historiadores como el punto culminante de esta etapa histórica. Aunque el origen del Imperio bizantino fue un intento por mantener a salvo los dominios del antiguo imperio romano, lo cierto es que la Roma de oriente, bajo influjo de la vida grecorromana, logró establecer su propia autoridad de una manera tan impactante, que aún sigue siendo admirable para la historia mundial.